domingo, 11 de abril de 2010

DIVERSIDAD HUMANA Y MOVIMIENTOS RELIGIOSOS


Se suele decir, que los caminos para llegar a Dios son infinitos. Yo concretaría el número de ellos diciendo que hay tantos caminos como seres humanos somos, han sido o serán en el futuro.

Para mejor comprender la variada existencia de tanto movimiento religioso en la actualidad, hemos de fijarnos en El que todo lo impulsa. Una de las muchas cualidades que Dios tiene es el amor a la diversidad en contraposición a nosotros que siempre tendemos a la uniformidad. Es fácil de comprender el porqué de esto. Dios tiene un conocimiento ilimitado al que llamamos omnisciencia y por ello tiene una tendencia a la diversidad porque su omnisciencia le permite dominar todo, le permite crearnos a todos diferentes, no existen dos seres humanos iguales, ni los ha habido nunca ni los habrá, y esta disparidad no solo afecta al cuerpo de cada uno de nosotros, sino lo que menos tenemos en cuenta y es más importante afecta a nuestras almas. Y en general afecta a todo lo por Él creado, afecta las bacterias, a los virus, a los insectos a los animales, a las plantas, a los montes, a los ríos a los arroyos, a las estrellas, a las galaxias, a todo lo por Él creado, nada es igual. Y este amor a la diversidad tiene su contrapunto en el hombre que tiende siempre a la uniformidad, sencillamente porque si inteligencia no le da más de si.

Dios nos ha creado a todos y cada uno de nosotros distintos en cuerpo y alma, y nos ama como si cada uno de nosotros fuésemos la única criatura creada por Él, hasta tal punto que si fuese necesario por uno solo de nosotros volvería a sufrir toda una nueva pasión y muerte en la cruz. Recordemos la parábola del Buen pastor que el mismo nos narró: Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, el que no es pastor dueño de las ovejas, ve venir al lobo y deja las oveja, y huye, y el lobo arrebata y dispersa las ovejas porque es asalariado y no le da cuidado de las ovejas. Yo soy el buen pastor y conozco a las mías, y las mías me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y pongo mi vida por las ovejas. (Jn 10, 11-15).

Y de esta tendencia, que Dios tiene de hacer todo diferente, tenemos un continuo ejemplo en todo lo que nos rodea, pues no solo son distintas las especies, sino también los individuos de ellas. No existen dos árboles iguales, aunque sean de la misma clase, ni siquiera son iguales las hojas de estos árboles. Y aunque sean de la misma clase, tampoco existen dos flores iguales; ni dos frutas iguales, ni dos arbustos iguales. Y si miramos a los ríos también es distinta la forma en que el agua discurre por cada uno de ellos, como lo son también los amaneceres y los ocasos diarios, o las olas que rompen en los acantilados o en las playas o las que podemos contemplar navegando en un barco.

La creación diversa es fruto además de la omnisciencia, también de la omnipotencia de Dios, y como nosotros ni somos omniscientes ni omnipotentes, aunque algún cretino llegue a creerse que lo es, tenemos una clara tendencia hacia la uniformidad, a que todo sea igual porque así nuestra mísera y escasa inteligencia puede tratar de dominar los resultados de nuestra actividad humana. Es curioso y caigo en la cuenta, mientras escribo estas líneas, que en el orden político esta tendencia hacia la uniformidad se da con más ímpetu en los regímenes dictatoriales, y también en las democracias que tienen gobernantes con afán de perpetuarse en el poder, y comienzan esta aplicación de la uniformidad que necesitan, para mantenerse siempre en el poder, silenciando a la libre opinión, para crear un solo pensamiento político entre los gobernados, unificando los criterios de la enseñanza de los niños y jóvenes, atacando a la religión y en especial a la Iglesia católica porque ven en ella el enemigo más peligroso de su afán de perpetuarse en el poder.

Y es precisamente la Iglesia la que, no solo no pone reparos al respeto de la diversidad humana que Dios nos ha regalado, sino que alienta y procura que esta rica diversidad tenga su reflejo en las numerosas órdenes y movimientos religiosos, antiguos y modernos.

Como antes hemos escrito, dada nuestra diversidad no solo corporal sino espiritual, cada uno tiene un camino distinto de acercamiento hacia Dios. Si nos tomamos la molestia de leer unas cuantas biografías de santos, veremos que no hay dos santos iguales, y los caminos de acercamiento hacia Dios son bien distintos. Existen santos y santas que dada la intensidad de su vida interior, esta nos ha sido permitido conocer, en parte por razón de sus propios escritos, o los escritos de otras personas que con ellos convivieron. Estos santos y santas han creado y nos han trasmitido unas líneas básicas en donde apoyaron su espiritualidad y que sirven de soporte a las órdenes religiosas que actualmente viven esas normas de espiritualidad. Tal es el caso entre las más conocidas La espiritualidad agustiniana de San Agustín, la dominicana de Santo Domingo y Santo Tomás de Aquino, la franciscana de San Francisco de Asís y San Buenaventura, la carmelitana de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, o la ignaciana o jesuita de San Ignacio de Loyola. Y entra las monásticas tenemos la benedictina de San Benito de Nursia, La camaldulense de San Romualdo o la cartujana de San Bruno, y otras varias. En cualquiera de estas espiritualidades se pueden agrupar almas que se siente atraídas por este camino.

En relación a los modernos movimientos religiosos aparecidos en el pasado siglo, estos son muy jóvenes, para haber podido formar aún un camino espiritual asentado, cosa que requiere tiempo, y un tiempo que no se puede medir por años, ni siquiera por lustros, sino por unidades de tiempo superiores. No cabe duda que lo conseguirán, pero por ahora carecen de la riada de santos y santas que cualquiera de de estas antiguas ordenes, los tienen abundantemente a lo largo de todo el santoral, estando a la cabeza de esta estadística los carmelitas y los dominicos y los franciscanos.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

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