martes, 12 de enero de 2010

FE Y RAZÓN


Es este un tema sobre el cual se ha empleado mucha tinta y la mayoría de las veces, muchos lectores han salido de lo que han leído, como habían entrado, si es que han llegado a entrar totalmente, pues los problemas de la teología no suelen interesar a la gente en general, sino solo a una minoría.

Un profesor que tuve en el primer año de la Facultad de Derecho, ponía mucho énfasis en repetir un viejo aforismo latino que traducido decía: Bien enseña, quien bien distingue. Y como todo aforismo, este estaba pleno de realidad. Para comprender algo primeramente hay que comenzar por desmenuzar lo que se trata de comprender, y luego analizar poco a poco con paciencia lo desmenuzado. Más tarde cuando ya era una persona más madura, me dio por pintar al óleo y como es lógico empecé tratando de perfeccionar mi dibujo. Me quedó gravada la primera lección de un libro que enseñaba a dibujar. Decía esta: Dibuje Ud. una máquina de escribir. ¿Le parece difícil? No, es muy fácil. A ver: Coja el lápiz y haga un redondel. ¡Lo ve! Ya ha pintado Ud. una tecla. Todo en la vida para entenderlo bien, hay que desmenuzarlo y luego con paciencia analizar cada trozo. Y esto es lo que yo entiendo que hay que hacer con un tema cuando no lo entendemos. Primeramente aclarar las ideas que han de servir de base al análisis del tema y después desmenuzar este poco a poco. Y sí es cómo vamos a tratar estos dos temas, que en sí, pueden parecer contradictorios.

La primera idea básica desde la que hemos de partir, es la de no olvidar nunca que: Dios nos creo dándonos cuerpo y alma, somos cuerpo y alma y ambas partes de nuestro ser, tienen su ámbito de actuación en dos órdenes diferentes; en el orden material el cuerpo y en el orden del espíritu el alma. Antes de seguir adelante demos por sentada la segunda idea básica, esta es, la afirmación de que el orden espiritual es superior al orden material, ya que, Dios Espíritu puro y fue Él, el que creó la materia, y esta no ha sido jamás, creadora del orden espiritual.

Vista estas afirmaciones, diremos que la obtención de la fe por el hombre es patrimonio del orden espiritual. Empleando solamente la razón es imposible adquirir la fe, entre otras razones por la fundamental, de que la fe, es en sí un don de Dios, que Él, a nadie que se lo demanda, se lo niega, pero como regalo que es, no se puede exigir solo se puede solicitar humildemente, ya que carecemos del derecho de adquisición de este don, como tampoco lo tenemos de otros cualesquiera dones, que Dios nos ha concedido sin más. Incluso en el derecho humano, nadie puede invocar el derecho a que le regalen lo que necesita o le apetece.

A partir del racionalismo nacido al calor de la revolución francesa, se ha venido tratando de contraponer la fe frente a la razón. Desde luego que tal como dice el religioso franciscano Fray Michael Hubaut: Nadie está obligado a creer en aquello a lo que su conciencia, por ahora no se puede adherir. ¡La fe no es fideísmo! Si la fe no brota de la razón, no puede imponerse contra la razón. ¿Cuántos santos y místicos han padecido la prueba de la duda y han salido de ella fortalecidos en su amor por Cristo?. A este respecto recordamos las palabras de San Juan de la Cruz que decía: Porque la fe se adhiere al alma por la inteligencia y el amor por la voluntad”. La fe en ningún caso es ajena a la razón; es la razón dotada de una penetración divina.

Para Carlo Carretto: La fe tiene la dimensión de Dios, mientras que la razón tiene la dimensión del hombre. La fe os descubre los secretos del cielo; la razón los de la tierra. La fe os lleva a mi presencia; la razón os conduce a la presencia de las cosas. Si la razón penetrara en los cielos, ¿cómo podrían llegar a mí los pequeños que tienen tan poca? Mientras tanto, no habría podido venir a mi Madre que era una mujer de casa sencilla, como las mujeres de su tiempo y no sabía si la tierra era redonda o chata. No, no es la razón la que penetra en los cielos, la que puede comprender al Invisible, la que puede estar en contemplación ante mí: es solo la fe.

La encíclica de Juan Pablo II Fides et ratio, es fundamental en el análisis de estos temas. En esta encíclica, el Papa después de realizar un panegírico de los aportes de la razón humana a la búsqueda de la verdad, sea por medio de la filosofía o por medio de otras ramas del saber humano, nos recuerda que: Sin embargo, los resultados positivos alcanzados no deben llevar a descuidar el hecho de que la razón misma, movida a indagar de forma unilateral sobre el hombre como sujeto, parece haber olvidado que éste está también llamado a orientarse hacia una verdad que lo transciende.

Las corrientes filosóficas por si solas no bastan, tal como ya hemos explicitado, para hallar la fe. El solo uso de la filosofía, marginando el alma, significa no usar la razón correctamente. García Morente fue un gran filósofo que evolucionó en sus ideas racionalistas y tras una conversión muy comentada, escribió diciendo: Sin confundirse nunca, la razón y la fe pueden compenetrarse y ayudarse mutuamente. La filosofía y la teología de Santo Tomás son ejemplos admirables de esa mutua compenetración y ayuda que jamás degenera en confusión de los dos órdenes. La filosofía puede muy bien desempeñar su función propia en la teología.

Juan Pablo II en su mencionada encíclica Fides et ratio”, señala: Tomás reconoce que la naturaleza, objeto propio de la filosofía, puede contribuir a la comprensión de la revelación divina. La fe, por tanto, no teme la razón, sino que la busca y confía en ella. Como la gracia supone la naturaleza y la perfecciona, así la fe supone y perfecciona la razón. Esta última, iluminada por la fe, es liberada de la fragilidad y de los límites que derivan de la desobediencia del pecado y encuentra la fuerza necesaria para elevarse al conocimiento del misterio de Dios Uno y Trino. Aun señalando con fuerza el carácter sobrenatural de la fe, el Doctor Angélico no ha olvidado el valor de su carácter racional; sino que ha sabido profundizar y precisar este sentido. En efecto, la fe es de algún modo «ejercicio del pensamiento»; la razón del hombre no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de la fe, que en todo caso se alcanzan mediante una opción libre y consciente.

Y concluye Juan Pablo II en esta encíclica diciendo: Es evidente la importancia que el pensamiento filosófico tiene en el desarrollo de las culturas y en la orientación de los comportamientos personales y sociales. Dicho pensamiento ejerce una gran influencia, incluso sobre la teología y sobre sus diversas ramas, que no siempre se percibe de manera explícita. Por esto, he considerado justo y necesario subrayar el valor que la filosofía tiene para la comprensión de la fe y las limitaciones a las que se ve sometida cuando olvida o rechaza las verdades de la Revelación. En efecto, la Iglesia está profundamente convencida de que fe y razón «se ayudan mutuamente», ejerciendo recíprocamente una función tanto de examen crítico y purificador, como de estímulo para progresar en la búsqueda y en la profundización”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

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