Cuando estemos frente a Dios, nos dará más satisfacción haber perdonado que haber partido narices.
¿Cómo moriré? ¿Quizás en un accidente? ¡Dios me libre! ¿De viejo? ¿En un hospital con un cáncer galopante marchitando mis células?
¿Y tú?
Es un misterio el cómo y el cuándo moriremos, tienes razón. Lo único que conocemos con certeza es que - tarde o temprano - nuestro tic-tac del corazón se parará. Y nos encontraremos de frente a nuestro Creador para rendirle cuentas.
En esos momentos nos dará más satisfacción haber perdonado que haber partido narices, haber ido a misa que haber asistido a cien conciertos; haber sido obediente que habernos salido con la nuestra; habernos confesado que...
Ese día - el día de mi muerte y de la tuya - de nada nos servirá nuestras colecciones de revistas, de camisas, de llaveros, de cd’s. De nada nos servirá haber ido al gimnasio y tener el cuerpo lleno de bolas si no cumplimos la misión que Dios nos encomendó.
Ese día brillarán como diamantes las ocasiones en que hicimos el bien sin recibir nada a cambio, o cuando oramos con Dios, aunque no sintiéramos gorgoritos en el estómago.
La muerte será tu y mi inicio o tu y mi final. Depende de nosotros.
Autor: P. Gustavo Aguilera
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