En la glosa anterior tratábamos en general el tema de los ángeles, hoy el tema es específico acerca de los llamados “ángeles de la guarda” o también “ángeles custodios”.
En la salmodia del Antiguo Testamento, se puede leer: “Te encomendará a sus ángeles para que te guarden de todas tus idas y venidas, y ellos te levantarán en sus palmas para que tus pies no tropiecen con las piedras; pisarás sobre áspides y víboras y aplastarás al león y al dragón”. (Sal 90,11-13). También el Señor ratificó la existencia de nuestro ángel de la guarda cuando dijo: “Mirad que no despreciéis a uno de esto pequeños, porque en verdad os digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está en los cielos”. (Mt 18,10). Efectivamente todos los ángeles, no solo los que tienen encomendada una función sino todos, están continuamente contemplando el rostro de Dios, porque todos ellos superada su prueba de amor, que los dividió entre ángeles y demonios, participan de la gloria divina, como también participaremos nosotros, si somos capaces de superar la prueba de amor, que hemos de pasar para llegar al cielo, es decir, a la contemplación del Rostro de Dios.
Ángeles de la guarda los tenemos todos, inclusive seguimos teniéndolos aunque la persona de que se trate no viva en gracia de Dios, el ángel no abandona nunca su protegido, esté o no esté en gracia de Dios, mientras, no sea esta persona reprobada. Al infierno no la acompaña, pero sí al Purgatorio. Y no solo existen ángeles de la guarda, para todas y cada una de las personas que han sido creadas, sino que también existen otros ángeles custodios, encargados de la protección de las instituciones y de las naciones. Los ángeles directa o indirectamente siempre velan por nosotros, pero además de velar por nosotros, también existen ángeles encargados de otras custodias. Unos están encargados de velar por situaciones, tales como: iglesias, países, institutos, o asociaciones e indirectamente velan por nosotros en cuanto somos miembros de estas corporaciones. Concretamente el Apocalipsis, nos habla de los ángeles de las siete Iglesias: “Lo que veas escríbelo en un libro y envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiratira, Sardes, Filadelfia y Laodicea” (Ap 1,11). “La explicación del misterio de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha y de los siete candeleros de oro es ésta: las siete estrellas son los Ángeles de las siete Iglesias, y los siete candeleros son las siete Iglesias” (Ap 1,20). Otros ángeles, en este caso, del que más nos interesa hablar, los ángeles están encargados de velar única y exclusivamente a una persona determinada, son los ángeles que conocemos con el nombre de “ángeles de la guarda” o “ángeles custodios”.
Todos pues, tenemos un ángel que nos guarda, nos quiere y nos protege. Santo Tomás de Aquino lleva su rigor lógico hasta afirmar que incluso el Anticristo disfrutará de la asistencia de un Ángel de la Guarda. Nuestro ángel es para nosotros los que nosotros queremos que sea, y en la medida en que nos compenetremos con él, nuestra vida espiritual e inclusive también la material se verá más y mejor orientada hacia el amor del Señor.
Las misiones y las funciones que cumple el ángel de la guarda, por encargo de Dios, con respecto a los hombres, son esencialmente las de ser los embajadores de Dios ante los hombres y los embajadores de los hombres ante Dios. El ángel es el medio transmisor que tenemos para nuestras relaciones y contactos con Dios. No solo se ocupa de protegernos, mediante las divinas gracias, que él recibe con la finalidad de trasmitírnoslas, sino que también, se ocupa de llevar ante Dios y presentarle nuestras oraciones, sacrificios, deseos y actos de amor nuestro hacia Él. Además de esta función señalada, los ángeles nos prestan una ayuda inestimable, sobre todo el que cada uno tenemos asignado. Nosotros no lo vemos, pero es indudable que él comparte con nosotros nuestras alegrías y sufrimientos, lo mismo que vive nuestros problemas. Esto solo es perceptible por los ojos de nuestra alma, y solo aquellos o aquellas que tengan afinados estos ojos, podrán percibir estas realidades.
Las ayudas que recibimos de nuestro ángel de la guarda, no solo se limitan al plano espiritual, sino que también nos ayudan en el plano material en forma insospechada. La mayoría de las veces, no somos conscientes de estas ayudas, y cuando descubrimos alguna de ellas, muchos, ignorando su origen, califican a estas, de “situaciones providenciales”. Aquel retraso, que nos hizo perder un avión que se estrelló, o impidió que cogiésemos un tren que descarriló; aquel encuentro casual con un antiguo amigo o compañero de colegio, que nos dio la clave para la resolución del problema, que en aquel momento, nos atenazaba; aquel pálpito que tuvimos un día, para no ir a determinado sitio, donde nos habían preparado una encerrona; aquel tropiezo o resbalón en la calle, que no se consumó en una fatal caída porque nos encontramos con un punto de apoyo, etc.. Son innumerables las circunstancias que han pasado por nuestra vida y de las que inexplicablemente, hemos salido bien parados, aunque en un orden natural de cosas, deberíamos de haber salido maltrechos. Todos intuimos la existencia de estas ayudas inesperadas, y jocosamente, decimos que hay ángeles de la guarda que hacen horas extraordinarias, cuando por ejemplo vemos que una persona o un niño, sucesivamente se libra de varios peligros.
Siempre que la solución que nosotros deseamos, para un problema de orden material, no atente contra nuestra salvación, y por lo tanto contra nuestra eterna felicidad, seguro que tendremos a nuestro amigo, inquebrantable dispuesto a echarnos una mano, pero siempre también, en forma imperceptible a los ojos de nuestra cara, aunque si perceptible a los ojos de nuestra alma. Solo con la fe y la gracia divina podemos ver, todo lo que se refiere a nuestra vida espiritual, y las circunstancias que la rodean. Y en pura lógica cuanto mayor sea el grado de desarrollo, de la vida espiritual de un alma, mayor será las posibilidades que esa alma tenga, para poder ver y apreciar lo que otros ni ven ni aprecian, en el orden de lo invisible y eterno.
La función esencial de nuestro ángel de la guarda, con respecto a nosotros, no es por supuesto la que se refiere a acciones de carácter accidental o material, tal como la de buscar aparcamiento, o ayudarnos a encontrar algo que hemos perdido, sino que es la de cumplimentar la voluntad de Dios con respecto a nosotros, y está es una función muy clara: Dios quiere que nos salvemos a toda costa y por todos los medios que sean necesarios emplear, siempre y cuando no se viole nuestro libre albedrío. Me atrevería a decir, que las instrucciones que nuestro ángel ha recibido de Dios, para con nosotros, es la de que nos salvemos, sea como sea, a empujones o empleando los medios que sea necesario emplear, para que seamos librados de las consecuencias de las estupideces que diariamente cometemos. Es de saber que ninguna de las intervenciones del ángel de la guarda en la vida de su protegido de la tierra, no impiden de ningún modo al ángel contemplar sin cesar el rostro de Dios en el cielo: el ángel, es contemplativo en la acción, y activo en la contemplación
El Ángel de la guarda tiene orden de asistir al hombre en todas sus peripecias. - escribe Georges Huber - Puede ayudarle en un terreno físico, llevándolo, apartando un objeto o un animal peligroso, señalando el peligro por medio de un ruido, etc…; igual puede intervenir en el terreno psíquico de diversas forma, ya sea en el mismo protegido por medio de una inspiración, ya sea en sus enemigos poniéndolos de manifiesto, distrayéndolos o inhibiendo sus movimientos. Pero para la realización de esta orden o encargo, nuestro ángel, tiene que hacer frente y luchar contra dos enemigos. Uno es el demonio particular que cada uno tenemos adjudicado, el otro somos nosotros mismos, que azuzados por nuestra concupiscencia, estamos siempre tendentes a darle carta de naturaleza a lo que nos propone el maligno y arrinconar a nuestro más fiel amigo. Nuestro ángel será para nosotros lo que nosotros queramos que sea, un amigo fiel, un hermano mayor, o un extraño, pero en todo caso él cumplirá fielmente la misión que acerca de nosotros Dios le ha encomendado.
En la glosa que se publicó el 12 de junio de este año, escribía sobre el tema de las NDE, (acrónimo en inglés de la frase “New dead experience”, en español, “Experiencias alrededor de la muerte”) y más ampliamente en mi libro DEL MÁS ACÁ AL MÁS ALLÁ (Isbn 978-84-611-5491-3), escribía también sobre la posibilidad de estar acompañados en nuestro último viaje, por nuestro propio ángel de la guarda. He sacado del libro EXISTEN LOS ÁNGELES DE LA GUARDA, de Pierre Jovanovic diversas frases sobre este tema que a continuación transcribo:
§ "Me dijeron que todo iría bien y que iban a llevarme hasta la Luz. Las sentía llenas de amor. No pude ver su cara, sólo unas formas en el túnel".
§ "De aquel Ser emanaba tanto amor, tanta dulzura que creí estar ante el Mesías. Dulcemente tomó mi mano y volamos a través de la ventana".
§ "El amor que emanaba de ella me envolvió y no vacile en poner mis manos en las suyas",
§ "No me dijo nada, pero no tenía miedo de él pues sentía la paz y el amor que emanaban de su persona".
§ "...mi amigo me conocía y me amaba más de lo que nunca podría yo conocerme y amarme. Jamás he sentido semejante fulgor y semejante paz".
Los ángeles como criaturas de pura espiritualidad son invisibles, pero en determinados casos Dios disponen que se materialicen al objeto de que puedan ser vistos por nuestros ojos corporales.
Es importante que establezcamos una fluida relación con nuestro ángel aquí abajo, porque toda la eternidad estaremos vinculados con él por lazos de afecto y amor, incluso cuando estemos en el purgatorio, salvo que seamos reprobados en el juicio final.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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