lunes, 23 de noviembre de 2009

VIDA EUCARÍSTICA


Cristo está presente y se nos da en el Sacramento y se prolonga la gracia del sacrificio eucarístico.

Se contempla y se contempla en el silencio, recibiendo más que dando; no depende la adoración de nuestras ganas o de nuestros sentimientos más o menos afectivos: realmente eso es secundario. Lo primero y más principal es el don, lo gratuito, lo libre y amoroso de saber que Cristo se nos está dando; es misterio, y estar ante el Misterio de Cristo amándonos. ¡Qué grande amor es el de Cristo!

Una comunidad cristiana se vertebra en torno a un eje: la Eucaristía, primero celebrada, la Santa Misa, con amor y devoción, con el espíritu de la liturgia; luego adorando su prolongación en el Sagrario y en la custodia. Es bueno y muy recomendable que se exponga el Santísimo cuanto más mejor, siempre que se pueda y con variedad en los modos: cambiando el tipo de cirios o velas y su distribución, con diversas maneras de adornar y disponer las flores; empleando la custodia grande para las solemnidades y la cincuentena pascual, la custodia pequeña para los demás momentos del año litúrgico, variedad en los cantos eucarísticos, en las plegarias rezadas en común, etc.

Además, cosa lógica, la visita al Santísimo, llegarse al Sagrario cada día, mirarle y amarle, y en frase teresiana, mire que le mira. Llegarse al Sagrario es retornar al Amor, recordar que nada nos separará de su Amor y que su Amor es eterno. Por tanto, ¡verdadero amor y pasión por el Sagrario! Éste debe ser el centro, que atraiga espontánea e irresistiblemente las miradas, señalándose con claridad dónde está la Reserva eucarística. ¡Bien visible, bien amado!

El Directorio sobre piedad popular y liturgia - que es bueno leerlo, estudiarlo y aplicarlo - señala: La adoración al Santísimo Sacramento, en la que confluyen formas litúrgicas y expresiones de piedad popular entre las que no es fácil establecer claramente los límites, puede realizarse de diversas maneras: la simple visita al Santísimo Sacramento reservado en el Sagrario: breve encuentro con Cristo, motivado por la fe en su presencia y caracterizado por la oración silenciosa (nº 165).

La vida y piedad eucarísticas generan santos, los apóstoles en nuestro mundo, en esta civilización y en todos sus ámbitos. De la vida eucarística surgen vocaciones de todo tipo, impulsos apostólicos, presencia en el mundo.

Por tanto:
-Santa Misa, bien vivida, bien celebrada (fidelidad a las normas litúrgicas), a ser posible todos los días.
-Visita al Sagrario, para un rato de coloquio personal y amistoso con Cristo, y
-Adoración al Santísimo expuesto en la custodia, con amplios espacios para la escucha de la Palabra, la meditación y la contemplación.

¿No se podría vivir así en cada parroquia, cada monasterio, cada comunidad, asociación, movimiento? No son los discursos los que nos transforman, sino una Presencia, la de Cristo en la Eucaristía.
Javier Sánchez Martínez
VISITA AL SANTÍSIMO

Jesús se quedó en el Santísimo Sacramento para que le encuentre todo el que le busque. Para escucharnos atentamente siempre que queramos hablarle. Y para concedernos infinidad de gracias y favores. Y está presente en todos los altares de mundo donde haya hostias consagradas.

Deja lo que estas haciendo en estos momentos y dedícale un poquito de tu tiempo para adorarlo.

¡Qué bien se está cerca de Ti, Jesús Eucaristía! Tú eres manantial de santidad, fuente inagotable de gracias celestiales.

De rodillas, con el corazón abierto, te pido tu bendición. Ven a mí, Jesús, y dame tu paz.

Aquí estoy con todos mis pecados del pasado y con toda la ilusión de un porvenir mejor.

Ten compasión de mí, Jesús. Quiero ser tu amigo, concédeme el don de tu amistad.

Gracias por escucharme. Sin Ti mi vida no tiene sentido. Ayúdame en mi caminar. Ayúdame a continuar por este camino del amor... Ayúdame a serte fiel hasta la muerte

Te necesito. Ayúdame. Perdóname. Un momento cerca de Ti vale más que un millón de años fuera de Ti. Gracias por tu compañía.
Amén.

Aprovecha este momento para conversar con Jesús, cuéntale tus problemas, tus tristezas y alegrías, agrádesele las cosas que te ha dado. Háblale con cariño, como a un amigo que sabes que te escucha.

Dispongámonos ahora en este momento a recibir espiritualmente a Jesús sacramentado en nuestros corazones y en nuestra vida.

Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.
Amén

Jesús mío, échame tu bendición antes de salir, y que el recuerdo de esta visita, persevere en mi memoria y me anime amarte más y más.
ALABADO, ADORADO Y AMADO, SEAS JESÚS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR

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