Tú, primer sagrario, María, Madre de Jesús.
Tú, primer custodia, María, vaso espiritual;
Tu seno se llenó de gloria, Tu cuerpo se lleno se Dios,
Su sangre corrió por tus venas, Su ser de ti se alimentó.
Tú, primer creyente, primera en darle adoración, y llegado el tiempo, primera en exponerlo en hora santa aquella noche en que Jesús nació.
Tú, primer creyente, primera en darle adoración, y llegado el tiempo, primera en exponerlo en hora santa aquella noche en que Jesús nació.
"Llegada la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo nacido de mujer" (Gálatas 4, 4-7)
“Este fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José, pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo” (Mateo 1, 18)
“Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María” (Lucas 1, 26-27)
“Llegó el ángel hasta ella y le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás” (Lucas 1, 28-33)
“María entonces dijo al ángel: ¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen? Contestó el ángel: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible. Dijo María: Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho. Después la dejó el ángel” (Lucas 1, 34-38)
“Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel” (Lucas 1, 39-40)
“Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre, Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: ¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” (Lucas 1, 41-42)
“¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!” (Lucas 1, 43-45)
“María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz. El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre! Muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia. Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su siervo, se acordó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abrahán y a sus descendientes para siempre” (Lucas 1, 46-55)
“Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla” (Mateo 1, 19)
“Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con nosotros. Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa” (Mateo 1, 20-24)
“Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Éste fue llamado “el primer censo” siendo Quirino gobernador de Siria. Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. José también que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada” (Lucas 2, 1-5)
“Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo” (Mateo 2, 1-2)
“En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. Pero el ángel les dijo: No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren cómo lo reconocerán, hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lucas 2, 8-12)
“Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto y dio a luz a su hijo primogénito” (Lucas 2, 6-7)
“De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia” (Lucas 2, 13-14)
“Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa” (Lucas 2, 7)
“Después de que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Vayamos, pues, hasta Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer. Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho del niño. Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que decían” (Lucas 2, 15-18)
“Herodes y toda Jerusalén quedaron muy alborotados al oír esto. Reunió de inmediato a los sumos sacerdotes y a los que enseñaban la Ley al pueblo, y les hizo precisar dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: En Belén de Judá, pues así lo escribió el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en absoluto la más pequeña entre los pueblos de Judá, porque de ti saldrá un jefe, el que apacentará a mi pueblo, Israel” (Mateo 2, 3-6)
“Después de esta entrevista con el rey, los Magos se pusieron en camino; y fíjense: la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño” (Mateo 2, 9)
“¡Qué alegría más grande: habían visto otra vez la estrella! Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra” (Mateo 2, 10-11)
“María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior” (Lucas 2, 19)
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