domingo, 15 de noviembre de 2009

HERODES Y JUDAS


Es una ley injusta y una práctica inmoral. Los políticos son personas que tienen responsabilidades morales y es legítimo recordárselas.

Recuerdo que hace unos años un sacerdote en una meditación sobre la Pasión nos hizo la pregunta: ¿De haber vivido en aquella época quién os hubiera gustado ser y quién no? En la Pasión pensé en san Juan Evangelista en lo positivo, naturalmente excluyo las grandísimas figuras, y en Judas como la figura negativa. Pero a mi vez también me he hecho la misma pregunta con respecto al Nacimiento y ahí en lo positivo creo que me inclino por uno de los pastores, que al fin y al cabo fueron también los primeros apóstoles de Jesús, y como figura negativa Herodes.

Es evidente que el Gobierno de España, con su habilidad característica, ha afortunadamente desempolvado el tema del aborto, que estaba siendo un genocidio, algunos hablan con razón de megagenocidio, de increíble magnitud, obligándonos a reflexionar sobre este tema a los españoles, haciéndonos darnos cuenta que estábamos asistiendo con un silencio irresponsable a una de las mayores matanzas de la Historia. Entre los pocos organismos e instituciones que han alzado su voz contra este crimen abominable, la frase no es mía, es del Concilio Vaticano II, están los grupos Provida y su inestimable labor, así como nuestra Conferencia Episcopal, que se ha pronunciado sobre el asunto tanto en tiempos del PSOE como del PP, seis veces en los ocho años de éste, con lo que quedan descalificados los calumniadores que han dicho que mucho hablar contra el aborto en tiempos de gobiernos socialistas y nada cuando mandaba Aznar. Es cierto que mucha gente no se ha enterado de ello, pero los que han hablado y más todavía los que han actuado pueden tener la conciencia tranquila, aunque han de plantearse el porqué de esos muros que impiden que su mensaje llegue a la gente.

Pero en estos momentos estamos asistiendo a una tormenta cuyo origen inmediato son las declaraciones de monseñor Martínez Camino diciendo que los diputados que voten a favor del aborto no deben ir a comulgar porque votar esa ley es un pecado grave público. La pregunta inmediata es: ¿tiene razón Martínez Camino?

El rechazo del aborto es uno de los puntos más claros de la doctrina católica. En el Antiguo Testamento hay el convencimiento que la vida humana empieza antes del nacimiento, pues Dios nos conoce cuando todavía estamos en el seno materno (Is 49, 1 y 5; Jr 1,5; Sal 139,13; Job 31,15; 2 Mac 7,22-23). En el Nuevo Testamento san Juan Bautista, todavía en el seno materno se alegra de la venida de Jesús (Lc 1,42-44). La Didaché inicia en el siglo II una larga serie, en la que están Clemente de Alejandría, Atenágoras, Tertuliano y muchos otros, de escritos religiosos contra el aborto y que llega hasta nuestros días. Para Juan Pablo II la despenalización del aborto, que priva a los más débiles de su derecho más fundamental, no es compatible ni con el bien común, ni con el justo orden público. Es una ley injusta y una práctica inmoral. Los políticos son personas que tienen responsabilidades morales y es legítimo recordárselas, tanto más cuanto que «si las leyes no son el único instrumento para defender la vida humana, sin embargo desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres» (Encíclica Evangelium Vitae nº 90). El aborto es un crimen, al menos mientras no se demuestre científicamente y sin sombra de duda que ahí no hay vida humana, y por ello es lógico que empleemos contra él todos los medios legales y legítimos.

No nos extrañe por ello que Juan Pablo II nos diga que «la responsabilidad implica también a los legisladores que han promovido y aprobado leyes que amparan el aborto» (EV 59), porque «una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto, nunca es lícito someterse a ella, ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto» (EV 73). Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis» de Febrero del 2007 nº 83 dice así: «Es importante notar lo que los Padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Cor 11,27-29). Los Obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que les ha sido confiada». Es indudable en consecuencia que lo que ha dicho Martínez Camino forma parte de su responsabilidad episcopal y que puede e incluso debe decirlo, como han hecho otros muchos obispos, como por ejemplo los obispos latinoamericanos en el documento de Aparecida nº 436.

En resumidas cuentas y volviendo al párrafo inicial: los políticos que voten a favor del aborto votan contra los seres más débiles e indefensos que hay: los niños en el seno de su madre. Están favoreciendo el asesinato de seres humanos. Ya desde la concepción no se puede afirmar rotundamente que no haya vida humana y cada vez parece más claro científicamente que sí la hay. Y desde las doce o trece semanas e incluso bastante antes basta con mirar una ecografía y para eso no se necesita ni saber leer o escribir. Por tanto los políticos que votan a favor del aborto en el Nuevo Testamento el personaje más parecido a ellos es el de Herodes, y si son católicos, sus principios morales les deben hacer saber que el aborto es un crimen abominable y que al votar a favor del aborto, traicionan a la Iglesia católica, incumplen el mandamiento de «es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29 y 4,19), cometen objetivamente un pecado grave público y por tanto me recuerdan a dos figuras bien patéticas: a Herodes y a Judas.

Releo el artículo, veo que falta una cosa: ¿Se nos ocurre rezar para que estas personas tengan la fortaleza cristiana que necesitan para cumplir con su deber? Hagámoslo.
Pedro Trevijano

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