Su conversión se produjo en un contexto peligroso y arriesgado.
Nacido en la localidad irlandesa de Derry en 1955, a los quince años Shane Paul O´Doherty entró en el IRA (siglas en inglés del Ejército Republicano Irlandés, organización militar irlandesa ilegal fundada en 1919 inicialmente para luchar contra el dominio británico en Irlanda) y se especializó en explosivos. A los 18 años ya enviaba cartas bomba y a los 20 fue capturado, sentenciado y encarcelado.
Corría el año de 1976 cuando, en la cárcel londinense de Brixton, aparecieron en su vida los capellanes de la prisión. De la misa y el diálogo con ellos, se dio un paso natural hacia una lectura cada vez más asidua y atenta de la Biblia. Fue en su contacto con la Palabra de Dios que se encontró con dos palabras hasta entonces huecas para él: culpa y perdón.
Su conversión fue inevitable. “Había en Él (en Jesucristo, ndr) un mensaje, puro y libre de transigencias y errores, que me atrajo de inmediato. Empezaba a sentir la contrariedad de que, debido a la lucha armada y a sus muchas víctimas, mi idealismo republicano comenzaba a resquebrajarse”, escribió en su libro No más bombas (editorial Libros Libres). Y así fue. Shane es un caso excepcional de terrorista converso.
Se hace grande eco de que el cristianismo está a la baja. Se hace pensar que creer es cosa de gente retrógrada o estancada en el pasado. A la religión se le suele poner la objeción de que carece de razones, de que priva de la libertad… Nada más lejano de la realidad. Hoy por hoy los casos de gente que a través de la fe le dan un feliz giro a su vida siguen sucediéndose.
Las conversiones siempre han interpelado a la humanidad; quizá sea ese el motivo por el que algunos periódicos, canales de televisión, sitios de Internet y programas de radio les dediquen pocos espacios. Allá ellos. Lo cierto es que las conversiones están a la orden del día; siguen siendo una constante en la historia; una línea invariable que hunde sus raíces en la aparición del cristianismo y que se alarga hasta nuestro presente.
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