martes, 15 de septiembre de 2009

RITUALISMO E IDOLATRÍAS


En estos tiempos donde todo parece tan razonable y convencional, la vida está plagada de sinsentidos, machacada de crédulos papanatismos.

El personal se cree muy cerebral, apoteósico de cifras y cálculos materiales, pero nunca ha sido tan panoli. Rebozado todo ello en un sentimentalismo evanescente y caprichoso. La razón es irracional y desastrada. La filosofía que prevalece es la de esto quiero, esto tengo. Esto se me antoja, esto compro. O robo. O birlo. O siso.

Hace muchos siglos que Moisés desapareció en el Sinaí. Dios no nos concede inmediatamente nuestros deseos. No sirve. Pero el hombre necesita llenar ese vacío. A base de Moloc, Refán o los becerros de turno. Hay para todos los gustos.

¿Ponernos de rodillas ante ese tétrico Cristo sanguinolento? Jamás. En cambio nos postramos ante los Rolling Stones, o caemos de hinojos ante el último gol de nuestro equipo (los hay que consagran a sus hijos a dicho equipo como si fuera el hecho principal de su existencia). Nada, que Moisés no baja del monte. Y nosotros, en el progreso alucinante del siglo XXI nos rebelamos igual que aquellos viejos judíos. En el desierto de nuestras almas necesitamos algo en donde poner nuestra esperanza. Es fácil justificarse. Esto se acaba”. “Carpe diem”. “Dios es una fantasía”. “El hombre está solo en el cosmos. Etcétera.

La verdadera trascendencia está en el progreso. Material e indoloro (y de lo más insípido). Progreso a toda costa. Quieran o no quieran. Desde el culto al cuerpo (ya que hay que morir muramos guapos y con el sexo erguido y debidamente amancebado, o a tutiplén de cumplidas fantasías); pasando por el juego compulsivo; el empacho sibarita de la nueva gastronomía; el poder mezquino en inteligencia pero ducho en honorarios, haraganería y chismes; o la macroeconomía como gran coartada para la usura y la injusticia social (¿no quieren ustedes felicidad?, pues consuman y gasten hasta el embargo, y después al paro solidario, y dentro de unos años - y con suerte - al asilo o conozcan las maravillosas ventajas de una muerte dulce, inducida y sufragada por el Estado). Esto es jauja. ¿Esto es jauja? Yo no me lo creo. Esto es un caos atrabiliario (e inmobiliario), donde en cuanto rascas un poco sólo encuentras sinsabores y tristeza. Hipotecas morales. La idolatría condenó al pueblo judío al destierro más allá de Babilonia.

Nosotros quizá estamos más allá del sentido común, esclavos de la sinrazón y de la soberbia. Hora es de recuperar el juicio, de salir del lodo de la crápula y de peligrosos esoterismos. Esos ídolos que nos hemos fabricado son sólo eso: ídolos. Afanosas y elaboradas mentiras en donde nunca encontraremos la felicidad.

¿Solución? Tomarnos en serio la vida de Cristo. Tomarnos en serio nuestra propia dignidad. Y ser valientes. No hay otra redención posible. Estamos a tiempo.
Guillermo Urbizu

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