viernes, 18 de septiembre de 2009

EL GRIAL. EL SIMBOLO Y SU INTERPRETACIÓN


La leyenda del Grial nace en la Edad Media, en particular bajo el marco de las novelas de caballería.

Érase una vez (es decir, hace un par de días) que me preguntaron:
-“¿Qué es verdaderamente eso del Grial?”

El que me dirigió la pregunta siempre había pensado que el Grial era el último capricho de Indiana Jones en La Última Cruzada. Pero la cosa no terminó aquí. El pobre hombre estaba confundido. Recientemente había leído un esmerado libro histórico en el que, partiendo de cierta etimología, se decía que aquello era una especie de secta secreta, descendiente de alguna divinidad, fundadora de no sé qué dinastía.
-Bueno, bueno - le dije - la cosa no es así. Ni el Grial ha nacido en el cine, ni significa sangre real, ni son los hijos de Jesucristo, que seguramente deberían haber sido superhéroes

Como el tema de la Edad Media es una de mis aficiones le escribí, para sacarle de dudas, el siguiente artículo que ahora ofrezco aquí por si a alguien le sirve.

El Grial.
El término graaus (graal en forma de complemento) proviene de la lengua de oíl. Su correspondiente latino gradalis indica un gran plato hondo, una especie de bandeja, presente en las mesas medievales. Otros opinan que el origen es el término latino gradale (síntesis de cráter, especie de vaso ancho, y vas garale, recipiente donde se servia la salsa latina garum).

La leyenda medieval, en su fase final, habla por tanto de un vaso o plato místico que aparece en los libros de caballerías y se supone que sirvió para la institución de la eucaristía. En ese vaso José de Arimatea recogió la sangre que brotaba de las heridas de Cristo en la cruz. Pero, como veremos, la interpretación eucarística no está clara desde el nacimiento de la leyenda sino que se fragua posteriormente.

Hemos dicho que la leyenda del Grial nace en la Edad Media, en particular bajo el marco de las novelas de caballería. Sí, esas historias donde un caballero realiza una gran empresa en medio de mil dificultades, donde rescata princesas o mata un dragón y termina dueño de una ínsula. Pero la cosa no es tan sencilla. Los destinatarios de estas obras son, generalmente, caballeros que encuentran en esas lecturas no sólo diversión sino también instrucción.

Para el caballero esas obras son una especie de ética, y en la literatura épica encuentra los modelos para su oficio. Pero, claro, los dragones y los ogros no existen, entonces, ¿qué iban a aprender ahí?

En general, estos libros se pueden dividir en dos categorías. Una sería la épico-religiosa donde se ofrecen las hazañas de héroes como Carlomagno o Roldán, es decir, la gesta por la fe, las cruzadas. Otra categoría, la alegórica-romántica, sería la de héroes como Arturo y Lancelot, por tanto, la aventura romántica y también mística. Y es en esta segunda categoría donde nace la leyenda que nos ocupa.

Acerca del Grial la Edad Media recoge varias leyendas que se entrelazan. Los primeros datos literarios del Grial son del siglo XII y nos los ofrecen Chrétien de Troyes y Robert de Borron.

Chrétien de Troyes escribió Perceval, ou le Conte du Graal (anterior a 1190). En la obra, el Grial es una copa acompañada de una lanza ensangrentada. Pero no deja claro qué significa, aunque está claro que por medio de la copa cierto rey enfermo recupera la salud. La obra quedó inconclusa, y el hecho movió a otros escritores a crear el ciclo a partir de esta novela. Entre 1180-1200 aparece el Roman de l’historie du Graal de Robert de Borron. Aquí el protagonista es José de Arimatea.

Un siglo después, un monje cisterciense en un texto alegórico novelesco, la Queste dal Graal, ofrece de él una alegoría propiamente eucarística: el Grial sería la copa que usó Cristo en la última cena y que José de Arimatea guardó. La lanza sería el arma de Longinos. Y así se consolida la leyenda con la única lectura en sentido místico-cristiano.

La leyenda del Grial se extendió por toda Europa. Entre los siglos XIII y XIV aparecieron versiones alemanas, islandesas, castellanas, italianas.

Otra línea de la leyenda la ofrece la obra poética de Wolfram von Eschenbach, Parzival (1210). Habla de un libro (también hablan de él Cretien y Robert) que le ofrece la verdadera historia del Grial. Es el que da referencias templarías y sarracenas. Con frecuencia se ha presentado el Parzival como un producto de las cruzadas y de las relaciones entre Cristiandad y Oriente aunque no abandona el aspecto céltico.

El símbolo.
Esto es lo que nos dice la literatura sobre la leyenda del Grial. Ya sabemos que las referencias eucarísticas se consolidan en la obra del anónimo monje cisterciense y esta interpretación se hace, en cierta manera, oficial. No hay que olvidar que el hombre medieval es consciente de que Dios se ha revelado en dos libros: La Biblia y el Libro del Mundo. Éste último se recoge en los símbolos de tantos Bestiarios y Lapidarios como en los pórticos, capiteles y vidrieras de las catedrales. En el universo medieval hasta el más insignificante de los seres se refiere al Creador. El Grial es, por tanto, un símbolo más, indicio y testimonio de la presencia de Dios.

Pero, ¿qué significa el Grial? Unos dicen que nada, y así infravaloran los símbolos o los degradan a un nivel de evasión fantástica. Otros, por el contrario, pretender ver en cada gesto y en cada palabra una verdad que traducir. No compartimos ninguna de las dos posturas y creemos, con el adagio, que in medio est virtus. El Grial, tal como lo tratan los libros de caballería es un símbolo. Antes de ver qué simboliza el Grial en la Edad Media veamos qué interpretaciones se han dado de él en el siglo XX.

Interpretaciones.
Algunos como Jessie Weston (en dos libros de 1909 y 1920) explican el mito del Grial como un ritual de fertilidad agraria, cercano a los ciclos de Atis y Adonis. Otros lo traducen con teorías esotéricas. No falta la versión psicoanalista, a lo Freud, cuya interpretación respondería mejor al símbolo de una cloaca.

Para otros la leyenda sería de origen céltico y se iría cristianizando progresivamente. Por tanto, un Grial de origen popular Bretón-Galés sobre el que se habría inserido la influencia de la inculturación cristiana.

Helene Adolf relaciona el símbolo con un evento histórico importante para Occidente: la caída de Jerusalén y la consecuente pérdida del ideal cruzado. El Grial, como custodia del verdadero cuerpo del Cristo eucarístico sería como un sucedáneo ideológico ofrecido a la caballería europea frustrada por no haber podido custodiar el sepulcro de Cristo.

Otto Rahn hace de él una derivación de las doctrinas cátaras. El Grial sería un paladión del catarismo. Y además, identificó el Monsalvato de Wolfram con la roca de Montségur (Pirineos), el último refugio de la resistencia cátara. Rahn retiene la posible existencia real de la reliquia. (En este artículo nos referimos al Grial como símbolo. No nos preguntamos por su existencia real, ni si sea o no la reliquia de Valencia o Génova.)

La mayoría de las tesis expuestas anteriormente no parecen convencer. Son, en muchos casos, interpretaciones reductivas y tendenciosas. Al fin de cuentas inmanentes y subjetivas. Es cierto que a los símbolos, por su naturaleza, se le pueden aplicar varios significados. Pero hay que tener en cuenta, para interpretarlos, el pensamiento medieval y las fuentes que usan los escritores. Es lo que intentaremos hacer a continuación.

La interpretación: respuesta a una tendencia.
Uno de los dos autores que nos ofrecen los primeros datos literarios es, como hemos visto, Chrétien de Troyes. ¿De dónde recabó el material para componer el Perceval? El autor no inventa sino que transcribe un material arquetípico. ¿Cuál es el material mitológico-legendario precedente? La novela del Grial se enmarca en el ciclo artúrico y esta constatación nos llama a la tradición céltica y germánica. Para estas tradiciones la sangre es un símbolo que da vida, juventud, salud; pensemos en la Fuente de la Juventud y en el Agua Viva. Bajo esta luz el mito del Grial no es más que la búsqueda de un estado primordial, perdido: la inmortalidad. Y en este sentido sí que se podría hacer una relación con la eucaristía porque ella le da al cristiano la salud del alma, prenda de la inmortalidad futura, algo que no se alcanza en este mundo. El Grial no es algo aislado. Siempre aparece como fin de una aventura y siempre hay alguien -el caballero- que va en su busca. Hay que hacer un viaje (la peregrinación, la cruzada) cuyo término será una muerte física, o por lo menos, ritual. Y ese es el sentido del rito iniciático del ingreso a la caballería: muerte a la vida anterior, generalmente una vida de pecado que el caballero está dispuesto a purgar. Por eso su misión comienza con la penitencia o con la Cruzada en Tierra Santa o España.

Y es la idea del viaje la que nos introduce en lo que, en mi opinión, es la más auténtica y genuina interpretación, si atendemos a la fuente literaria como hemos hecho.

El Grial es símbolo de un viaje y de una búsqueda. La búsqueda del Grial es la empresa de los que buscan lo trascendente, el infinito, la inmortalidad, a Dios. Si en el Grial se ha recogido la sangre de Cristo, y la sangre es símbolo de inmortalidad, encontrarlo y beber de él dará la vida eterna. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. (Jn 6, 54). De esta forma, como hace ver Attilio Mordini, el mito del Grial es uno de los ejemplos más altos de cómo el cristianismo ha constituido objetivamente el cumplimiento de las doctrinas espirituales precristianas y extracristianas.

El símbolo del Grial encierra tres elementos: el sujeto de la búsqueda (el caballero), el objeto de la búsqueda (el Grial, en este caso) y el camino (trayectoria, aventura). Pienso que este es el sentido más original de la queste, es decir, la búsqueda. El caballero es el hombre que tiene sed de inmortalidad y que a través de una empresa difícil la alcanza. El camino será peligroso, hay mucho que recorrer y hay que enfrentarse a muchos enemigos: animales monstruosos, dragones, gigantes, antagonistas... Pero al final del viaje, la victoria está garantizada, Dios es el único garante. El Grial, como símbolo, no es más que la inquietud de todo hombre, el de ayer y el de hoy: el anhelo de trascendencia.
Autor: Javier Carrión Armero

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