miércoles, 5 de agosto de 2009

TRANSFIGURACIÓN - 06 DE AGOSTO


Nube de la carne que cubre la divinidad; Nube suave, ya que no lleva ningún pecado en ella; Nube que disimula el esplendor de Dios; Nube suave porque es asumida por el esplendor infinito; Nube ligera, porque es la carne del Cordero que quita los pecados del mundo Revestido de aquella Nube de carne, hoy ha resplandecido la Luz que ilumina a todo hombre. Hoy, ella glorifica aquella misma carne del Hijo del Hombre, y se ha revelado a los apóstoles, para que como testigos la revelen al mundo…”
Pedro el Venerable (1092-1156)
Abad del monasterio benedictino de Cluny

Este 6 de Agosto, en gozo y en unidad de iglesia celebramos aquel acontecimiento trinitario de espíritu pascual, identificado con el Tabor en Galilea y con la aparición gloriosa de Moisés y Elías a cada lado de un Jesús con rostro y vestiduras resplandecientes de luz divina, ante sus tres discípulos amigos, Pedro, Juan y Santiago, evento conocido por todos nosotros como la Transfiguración de Jesús, fiesta que se celebra desde muy antiguo en las iglesias de Oriente y Occidente.En este día, en el monte Tabor, nuestro Señor Jesús convoca como testigos de su Misterio a Moisés desde el mundo de los muertos, a Elías desde el cielo que lo arrebató y a Pedro, Juan y Santiago, sus discípulos aquí en la tierra. A todos ellos se manifiesta en una Gloria más resplandeciente que la luz…

Y ya que vivimos el año Paulino que tiene una característica ecuménica, compartamos algunas tiernas reflexiones provenientes de la iglesia oriental y que pertenecen al obispo ortodoxo Kallistos de Oxford, ofrecidas con ocasión del último XV convenio Internacional Ecuménico Internacional.

La primera reflexión tiene que ver con la naturaleza de la gloria que se desplegó en el monte Tabor… Al respecto, podemos leer en los Evangelios que Jesús se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol. Al respecto, los Padres griegos son más explícitos y enfáticos y así San Juan Crisóstomo nos dice que el rostro de Jesús no sólo brilló como el sol, sino que brilló más que el sol…” La gloria del Tabor no sólo fue una luz natural sino una Luz supranatural, no se trataba de una luminosidad material creada sino un esplendor espiritual no creado, una luz divina. Ya a finales del siglo II, Clemente de Alejandría explica que los apóstoles no vieron aquella Luz con los sentidos naturales de percepción, puesto que los ojos físicos no pueden contemplar la Luz de Dios, a menos que estuviesen transformados por la gracia divina. Se trata de una Luz espiritual... A esto podemos añadir lo que nos dice San Gregorio, el Teólogo que se trata de una Luz demasiado intensa para los ojos humanos…” Muchos otros textos relacionados con esta fiesta añaden que la Luz del Tabor es inmaterial, eterna, infinita, inaccesible, una gloria más resplandeciente que la luz…

Una segunda reflexión está relacionada con aquella Luz divina (inmaterial y no creada) que brilló en el monte de la Transfiguración, se puede afirmar que primeramente nos revela a todos nosotros, la gloria de la Santísima Trinidad: “Y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle. Luego nos revela la gloria de Cristo como Dios encarnado: totalmente hombre, totalmente Dios, un aspecto a tener en cuenta al proclamarlo en el mundo de hoy. En tercer lugar, la transfiguración nos revela la gloria de la persona humana y finalmente nos revela la gloria de toda la creación.
En la transfiguración, sin embargo, ningún cambio se da en Cristo mismo (no se le quita ni se le añade nada), el cambio se da en los apóstoles, ya nos dice San Juan de Damasco: El se transfigura no asumiendo lo que no es sino manifestándoles a los apóstoles lo que es, abriéndole los ojos…”

Al aproximarnos de algún modo a la actualidad de esta fiesta, se hace imprescindible comprender que en la Transfiguración de Jesús, el Dios-Hombre muestra al Hombre divinizado.

En un mundo donde se ha perdido tanto el sentido de lo que es ser una persona humana así como el sentido de la propia dignidad y el de la propia humanidad, la Transfiguración nos revela no sólo quién es Dios sino además quiénes somos nosotros... Como nos dice San Andrés de Creta, en el Monte Tabor tiene lugar la deificación de la naturaleza humana...”

En la fiesta de la Transfiguración entonces, toda la naturaleza humana junto a toda la creación resplandece gozosa y de ese modo nos convoca a todos nosotros a contagiar a todos el valor de la propia existencia, del significado de ser persona humana, el don precioso de la vida…Al ver a Jesús en el monte Tabor transfigurado, vemos nuestra propia naturaleza humana, nuestra naturaleza creada llenarse totalmente de Dios. Y nos llena desde dentro. Jesús se fue a orar…y así nos muestra que entrar en oración es llegar a la fuente fresca de la transfiguración, allí donde la luz tiene su manantial.

Sin embargo, “¿de qué modo la gloria del Cristo transfigurado en el Tabor - Gloria de la Trinidad, Gloria del Verbo Encarnado, Gloria de la Persona Humana, Gloria de toda la creación - nos hace capaces de comprender el misterio del sufrimiento en el mundo?”

Si observamos los acontecimientos en la vida de Jesús antes y después de la Transfiguración (la proclamación de la fe de Pedro, los relatos de Jesús sobre su Pasión) y observamos que este acontecimiento en nuestro rito latino está también ubicado en Cuaresma camino a la Pasión y Resurrección de Jesús, éstos nos sugieren una manera de acercarnos al sufrimiento inocente de tantos de nuestros hermanos en el mundo. Recordemos que sufrimiento y gloria van unidos en la misión salvadora de Jesús. Entonces se afirma, los montes del Tabor y el Calvario se encuentran significativamente unidos. Aquí es importante reflexionar que la Fiesta de la Transfiguración se celebra 40 días antes de la Fiesta de la Exaltación de la Cruz...

Participamos en la gracia de la transfiguración cuando nos involucramos y no nos apartamos del sufrimiento del mundo. Nuestra vida diaria se transfigura precisamente en la medida que, cada uno de nosotros compartimos la pena, la soledad y el desaliento de los que nos rodean. Aquella es entonces, la vigorizante conexión entre la gloria del Tabor y la angustia y desesperanza del mundo, tal es el mensaje de Jesús transfigurado a toda la raza humana; esa es la importancia de la transfiguración en nuestro mundo de hoy...Todas las cosas son capaces de transfigurarse, pero la transfiguración es posible solamente a través de la Cruz. Tabor y Gólgota forman un único misterio.

Y así se nos recuerda que ser cristianos es compartir, en el momento justo y al mismo tiempo, el hecho de vaciarse de si mismo y el sacrificio de sí mismo de la Cruz, con el gran gozo de la Transfiguración y la Resurrección. Al estar presentes con Cristo en la Gloria de lo alto del Tabor, estamos presentes con él también en Gethsemaní y el Gólgota. Ya nos dice San Pablo en 2 Corintios 6:9-10: “... Como moribundos, cuando estamos llenos de vida; como tristes, aunque estamos siempre alegres...”

En este precioso día, pidamos a María Santísima, mujer transfigurada, que nos ayude a ver y experimentar que la Transfiguración nos conduce a la Cruz, y la Cruz a la Resurrección, un regalo de esperanza constante para cada una de nuestras vidas. ¡Gracias Señor!
Jesús te ama.

Y, Ciudad bienaventurada, gozarás eternamente de la contemplación de este sol, cuando desciendas del cielo, adornada por Dios como la esposa por su esposo. Este sol jamás se ocultará para ti: sol eterno, que hace para ti una mañana eterna Este sol no vuelve a deslumbrar tus ojos, sino que te ofrece la fuerza para mirarlo, y te cautiva con su divino esplendor Ciudad bienaventurada, he aquí sobre el rostro del Señor, la luz eterna que resplandece para Ti Escuchas la voz del Señor, contemplas su rostro resplandeciente, y tú mismo te vuelves sol Ya que es en su rostro que se reconoce a alguien: reconocerlo, es como estar iluminado. Aquí, tú crees en Él, pero allá, tú lo reconocerás; aquí, comprendes en la fe, pero allá, serás arrebatado. Aquí, ves como en un espejo, pero allá, ¡lo verás cara a cara; irradiado por el resplandor de ese sol eterno, lo reconocerás tal cual es, y el gozo te iluminará!”
Pedro el Venerable (1092-1156),
Abad del monasterio benedictino de Cluny

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