Jean-Paul Sartre fue un modelo para muchos.
Las llamadas cavas existencialistas se llenaban en París de jóvenes vestidos de negro que escuchaban jazz y experimentaban el existencialismo teorizado por su mentor Jean-Paul Sartre. El modelo de Sartre también traspasó las alcobas y la libertad sexual proclamada por él, Lo que Sartre llamo - Relaciones necesarias y contingentes - hizo mella.
Durante décadas la “pareja ideal” en Europa era formada por Sartre y la filósofa feminista Simone de Beauviour (autora de El segundo sexo). Se conocieron en la Universidad de La Soborna en 1929. Desde ese momento vivieron un extraño romance de 51 años marcado por la teoría. Nunca compartieron techo, se contaban en interminables cartas sus aventuras sexuales con terceros, y apostaron por la comunión intelectual con libertad sexual.
Años después el mito se derrumbó. Su amor no fue tan perfecto y parece que mientras Sartre exigía y practicaba libertad y poligamia - su fealdad fue poderosa arma de seducción con decenas de amantes -, Simone dependía de los caprichos y del machismo del intelectual.
Todo lo que se basa en meras teorías y mitos nunca funciona. Lo que se basa en convicciones sólidas, siempre permanece. Teorías y mitos especialmente en lo sexual, vienen y van, pero los principios de Dios, siempre se mantienen. Dios creo el sexo para el matrimonio, no es juguete para usar cuando quiero, donde quiero y con quien quiero. Por lo tanto, espera hasta el matrimonio si no eres casado y úsalo solo en el matrimonio si ya tienes un cónyuge y descubrirás que no es teoría, ni mito sino una realidad bendecida por Dios.
Tus adulterios, tus relinchos, la maldad de tu fornicación sobre los collados; en el campo vi tus abominaciones. !Ay de ti, Jerusalén! ¿No serás al fin limpia? ¿Cuánto tardarás tú en purificarte? Jer 13:27
No piensan en convertirse a su Dios, porque espíritu de fornicación está en medio de ellos, y no conocen a Dios. Oseas 5:4
Huid de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo. I Cor 6:18.
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