viernes, 24 de julio de 2009

EXPERIENCIA HUMANA ABIERTA EN CADA EUCARISTÍA


ECLESALIA.- El domingo 12 de julio estuve celebrando la Cena del Señor con mis vecinos de Mérida y el párroco mencionó la importancia de no dar vacaciones a Dios por ser verano y aprovechar para encontrarnos más profundamente con Él.

Consideré que sería una buena ocasión para revisar mi experiencia eucarística y observar si mi vida diaria estaba siendo tocada por la Presencia del Único.

Algunas veces he vivido el sacramento de un modo excesivamente mental (pensar que estoy con Dios e imaginarme creyente) o sentimental (me siento bien en-Iglesia, entonces, ya vivo la experiencia de fe) sin integrar todas las dimensiones humanas. Incluso, con un matiz individualista creyéndolo existencial y sincero.

Esta revisión de fe tiene como base lecturas antiguas de las que no recuerdo los títulos sumado a pequeñas reflexiones personales. Intenta recoger la importancia humana de los diversos momentos litúrgicos y plantearlos como una lista de cotejo para ayudar en la toma de conciencia del crecimiento espiritual y solidario.

¿Tenemos estas experiencias en cada Eucaristía?

1. Rito de entrada: Ser recibido.
Dios nos recibe con los brazos abiertos, como el inmigrante que regresa a casa después de largos años y es abrazado por su familia que le ama o el hijo que estudió una beca en el exterior y regresa para ser abrazado por sus amigos de toda la vida.

2. Ser perdonado: Reconstruir la vida.
No sólo sientes un peso menos ni más clara tu conciencia: Toda la vida es liberada. Como cuando estabas enfermo y luego vuelves a experimentar la salud o cuando no podías hablar porque había mucho recelo en el centro de trabajo y te encuentras con quienes puedes ser tú mismo otra vez. Es volver a ser joven, pero más maduro y más lleno de fuerzas.

3. Evangelio: Recibir Buenas Noticias.
No es escuchar un texto para reflexionarlo, es evocar lo mejor del Paso de Dios entre nosotros y dar vuelta mi vida entera para tener otra perspectiva, otra energía, una nueva actitud: renovación completa. Es más que un aplauso en pie, un agradecimiento mirando a los ojos o un ascenso inesperado pero tiene ese sabor.

4. Plegaria Eucarística: Aceptación de quien soy.
Es Cristo que se ofrece, es el Padre que acepta, es el Espíritu que nos une al Misterio. Somos ofrecidos como lo mejor que Cristo tiene y aceptados como lo mejor que el Padre tiene. Nada se deja de lado, todo se hace bueno. Con esta confianza asumimos la vida entera siendo hijos, con historia y significado.

5. Rito de Paz: Sentirme acompañado.
Creo, siento y me comprometo a dejar que la paz sea una realidad en los que van a misa y los que no. En mi interior existe armonía, satisfacción y por eso quiero compartir al autor de toda paz.

6. Comunión: Comer juntos.
Comemos con los amigos y con los que queremos que lo sean. Comida y destino van de la mano. No deseamos la soledad ni la masa sino espacios donde ser feliz sea lo normal y natural.

Si no tenemos estas experiencias, bien podrían animar un plan de vida. La decisión siempre será personal pero las consecuencias, comunitarias.
Boris Vásquez Carbonell

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

No hay comentarios:

Publicar un comentario