“Diré yo al Señor: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiare”
Salmos 91:2
En una pecera costeña, una barracuda intentaba insistentemente atacar a una caballa, pero, era impedida por un vidrio de separación. Después de batir, muchas veces, su nariz contra la divisoria, acabo desistiendo de nueva tentativa. Más tarde, la divisoria fue retirada, pero, la barracuda nadaba sólo hasta el punto donde había estado la barrera, parando inmediatamente. ¡Pensaba que aun estaba ahí!
Muchas personas son como aquel pez salvaje. Ellas siguen enfrente hasta encontrar una barrera imaginaria, colocada allí por una actitud o limitación impuesta a si mismas, y paran.
¿Qué tipo de barreras hemos colocado a nuestra frente, limitando nuestros sueños y propósitos? ¿Qué actitudes, nuestras o de otras personas, han impedido la búsqueda de nuestras bendiciones celestiales? ¿Por qué hemos permitido que divisorias imaginarias se interpongan en nuestro camino, haciendo que el “somos más que vencedores” no sea real en nuestras vidas?
Necesitamos ejercitar nuestra fe. Ella circula obstáculos, atraviesa montañas, nos guía por valles áridos, hace caer toda y cualquier barrera imaginaria.
§ Cuando las circunstancias dicen “no”, nuestra fe grita “si”.
§ Cuando las frustraciones esparcen nubes oscuras, la confianza en el Señor abre una grieta y deja penetrar los relucientes rayos del sol.
Muchas veces chocamos con grandes barreras levantadas en frente nuestro. Ingratitud, celos, envidia, indiferencia, odio, o cualquiera otra cosa que tenga por objetivo impedir que seamos bendecidos por Dios. ¿Qué debemos hacer?
¿Seguir hasta allí y parar? ¿Regresar? ¿Desistir? ¡Claro que no! Necesitamos tener fe, confiar plenamente en nuestro Señor, tomar Sus manos y seguir adelante. Estará con nosotros, nos enseñara a derribar las barreras, estará aun a nuestro lado en victoria siempre.
WFP3
No hay comentarios:
Publicar un comentario