sábado, 6 de junio de 2009

POR FAVOR... NO TE LASTIMES


Mi hijo adolescente intentaba mejorar un trabajo escolar de Creatividad Artística una mañana de invierno, al verlo manipular una navaja que, aunque de un solo filo, me pareció sumamente peligrosa le dije:

-"Deja que tu papa te ayude y te explique como usarla" - sumergiéndome enseguida a las tareas domesticas -.
Al poco rato me pareció oír como mi esposo trataba en vano de explicarle la técnica para manejar una navaja y obtener el trabajo artístico sobre una superficie de goma de borrar.
-“¡Ya sé como papa!” - repetía sin cesar mi hijo - ¡Ya sé como!”

Fastidiado por la actitud de nuestro hijo, mi esposo desistió dejándolo experimentar y tal vez confiando que, efectivamente sabia como manejar sin lastimarse aquella navaja.

De pronto hasta donde me encontraba en mis quehaceres se presento mi hijo con el rostro quebrado y lagrimas en los ojos sosteniendo su dedo pulgar izquierdo que sangraba profusamente.
-“¡Me corte, mama, me corte!”
Gritaba con el mismo énfasis con que, minutos antes, había discutido con su padre afirmando que podía hacerse cargo del trabajo sin ayuda o explicación alguna.

Enseguida cure y desinfecte la herida, protegiendo el dedo con una gasa rodeada de cinta adhesiva.
-“¿Por qué, mama, por qué me paso esto?” – me decía mi hijo sin dejar de llorar y con el miedo reflejado en su rostro como un niño asustado que busca la protección de su mama.

Le expliqué entonces que si hubiera hecho caso a las indicaciones de su padre habría evitado lastimarse de esa manera, y que debería de ser humilde para permitir que otros pudieran enseñarle. Aunque prometió hacerlo no pude evitar pensar que lo decía por el temor que aun sentía frente a el pequeño accidente que le ocurrió.

Desgraciadamente muchos de nosotros tomamos actitud de adolescentes como la de mi joven hijo: creemos que todo lo sabemos en especial si conocemos a Dios y su palabra, pensamos con frecuencia que ya no hay nada por aprender y cuando nuestro Padre Celestial nos envía ayuda porque cree que podemos necesitarla, con frecuencia respondemos:
-“¡Ya sé como... Ya sé como!”
Y rechazamos la instrucción que nos envía ya sea por medio de otros o través de testimonios o del mismo Evangelio.

Así que debemos tener cuidado de decir ¡ya me lo sé, ya me lo se!, porque nos estaríamos perdiendo de las diferentes enseñanzas que cada día, con las mismas palabras, Dios nos manda.

Seamos menos soberbios para evitar pequeños y grandes accidentes en nuestra vida. Recordemos que aunque Dios siempre nos perdona y cura de nuestras heridas, quiere por sobre todas las cosas evitar que nos lastimemos.

Por María llegamos a Jesús.
Por: Clama

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