sábado, 13 de junio de 2009

LA JARRA DE MERMELADA


Un miembro de nuestra iglesia me dio una jarra de conserva casera de durazno hace un par de semanas.

Pocas cosas deliciosas en la vida se comparan con su conserva de durazno. Si yo tuviera que enfrentar un pelotón de fusilamiento, pasaría por alto cualquier cosa, pero sería el primero en levantarme si ofrecen las conservas de durazno de Sara.

Cada cucharada es una experiencia celestial. El único problema con su regalo es que está por acabarse. Estoy triste al señalar que ya se ve el fondo de mi jarra. Pronto estaré sacudiendo la última gota como un vaquero sacude su cantimplora.

Para ser bien sincero, estoy temiendo el momento. Su proximidad ha afectado mi conducta. Alguien que solicite una probadita de mi conserva de durazno se encontrará con un Clint Eastwood que le dirá con un gruñido: ¡Ni lo pienses!

Si fuera el esposo de Sara, Keith, yo no tendría este problema. Él tiene toda la conserva de durazno que desee. ¿Le hará salir lágrimas el sonido de la cuchara en el fondo de la jarra? Difícil. Él tiene una ilimitada provisión. Alguien podría aun decir que tiene más de lo que merece. Y alguien podría desear saber por qué tiene tanto y yo tan poco. ¿Por qué él tiene una despensa llena y una jarra llena? ¿Quién le dio a él la llave del castillo de gelatina? ¿Quién le hace a él el jefe de las mermeladas? ¿Quién coronó a Keith el rey de las confituras? No es justo. No es correcto. En efecto, mientras más pienso sobre esto…

Y eso es exactamente lo que no debería hacer. No debería pensar en esto. Para abreviar, al final del rastro de estos pensamientos está el estuche mortal de la envidia. Si no ha visto uno en la vida real, habrá visto uno en las películas de espías. El asesino lo transporta al subir las escaleras de atrás hasta la pieza vacía en lo alto del edificio. Cuando está seguro que nadie puede verlo, abre el estuche. El rifle desarmado está entre cojines. La escopeta, la carga, la culata esperan la mano del buen tirador. El buen tirador espera la llegada de su víctima.

¿Quién es su víctima? Alguien que tiene más de lo que él tiene. Más quilates, más caballos de fuerza, más espacio en la oficina, más miembros en la iglesia. Celosamente fija la mira sobre quien tiene más.

Sinceramente, Max, yo nunca haría eso. Yo nunca mataría.

Con un rifle, tal vez no. Pero ¿qué de con tu lengua? ¿Con tu mirada de odio? ¿Tu chismorreo? ¿Con tu crítica?
Lucado, M.

La envidia es fatal. Es como un rifle de largo alcance. Quizá no envidias la esposa que hace jarra de mermelada, pero quizá si a tu compañero de trabajo. No dejes que la envidia rompa la jarra de mermelada de tu corazón.

Los celos son el furor del hombre. Proverbios 6:34
La envidia es carcoma de los huesos. Proverbios 14.30

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