domingo, 14 de junio de 2009

LA CARGA DE LA VERGUENZA


Pedro no podía negar su negación. La tumba vacía no borró el canto del gallo. Cristo había regresado, pero Pedro se preguntaba, o debe de haberse preguntado: «Después de lo que hice, ¿volvería Él por alguien como yo

Nosotros nos hemos preguntado lo mismo. ¿Es Pedro la única persona que ha hecho lo que prometió que no haría jamás?

¡Basta de infidelidades!
§ De ahora en adelante voy a poner freno a mi lengua.
§ No más tratos oscuros. He aprendido la lección.

¡Qué volumen el de nuestra jactancia! ¡Qué quebranto el de nuestra vergüenza!
§ En vez de resistir el coqueteo, lo correspondemos.
§ En vez de desoír el chisme, lo difundimos.
§ En vez de apegarnos a la verdad, la escondemos.

El gallo canta, y la convicción de pecado nos taladra, y Pedro halla un compañero en las sombras. Lloramos como Pedro lloró, y hacemos lo que Pedro hizo. Nos vamos a pescar. Volvemos a nuestra vida antigua.

Volvemos a nuestras prácticas de antes que conociéramos a Jesús. Hacemos lo que viene en forma natural, en vez de hacer lo que viene en forma espiritual. Y dudamos que Jesús tenga un lugar para tipos como nosotros.

Pero un unos días luego de su resurrección Jesús Invitó a Pedro a tomar desayuno. Jesús lo preparó.

Por cierto, el desayuno fue un momento especial esa mañana. Estuvo la gran pesca y el reconocimiento de Jesús. La zambullida de Pedro y el chapoteo de los discípulos. Y en un momento llegaron a la playa y Jesús estaba junto al fuego. Los pescados chirriaban en la sartén y el pan esperaba; aquel que derrotó al infierno y es el rey de los cielos invitó a sus amigos a sentarse a comer.

Nadie podía haber estado más agradecido que Pedro. El que había sido zarandeado como trigo por Satanás comía pan de la mano de Dios. Pedro fue invitado a la comida de Cristo. Allí mismo, para que el diablo y sus tentadores lo vieran, Jesús «aderezó mesa en presencia de sus angustiadores».
Lucado, M.

Nunca es tarde con Dios para volver a empezar. Él sabe como quitar la carga de nuestra vergüenza.

Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Salmo 32:1

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