Es innegable que la globalización nos introdujo en una corriente de cambios vertiginosos que (en la mayoría de los casos) nos tomó por sorpresa.
Pero más allá de los pro y los contra que los expertos se ocupan en analizar, pienso que una de las consecuencias positivas es el creciente intercambio cultural a nivel mundial.
¡Qué bueno fue conocer a Freddy Valdez García! Proveniente de la región de Huaraz, este querido amigo peruano llegó a la Argentina en busca de mejores condiciones económicas, con el fin de ayudar a su familia. Al igual que tantos hermanos latinoamericanos se vio forzado a abandonar su país (y a su gente) por un indeterminado periodo de tiempo. Pero no vino solo: trajo sus recuerdos, tradiciones y costumbres.
Todavía tengo fresco en mi memoria el momento en que quiso probar el mate argentino... ¡y no tuvo mejor idea que tomar la bombilla como si fuera una cuchara e intentar masticar la yerba! Aprendió la lección: el mate es una bebida, ¡no un alimento sólido.
Historias y anécdotas sobreabundan, pero durante los años en los que Freddy estuvo en mi nación, llegue a comprender mejor la experiencia personal de un extranjero. Es decir: que siente, piensa, sueña, proyecta y anhela a alguien que está lejos de su hogar, en un entorno extraño y en muchos casos adverso. Cuando llegó el día de su regreso al Perú, mi familia y yo sentimos como si uno de los nuestros se fuera lejos.
Algunos dicen que los argentinos “descendemos” de los barcos, y en gran parte tienen razón debido a las grandes corrientes migratorias provenientes de Europa en la primera mitad del siglo pasado. Sin embargo, muy a menudo olvidamos el hecho que nuestros antepasados fueron extranjeros. Obviamos esta realidad y con excesiva frecuencia nos congraciamos con la opinión popular, menospreciando a los hombres y a las mujeres que llegaron (y llegan) en los últimos años para ser cobijados por esta republica. Colocamos motes, apodos y sobrenombres despectivos, revelando de esta forma nuestra profunda pobreza interior y nuestros esfuerzos estériles por construir una nación próspera, solidamente fundamentada en la igualdad humana.
La Biblia dice: “...no angustiaras al extranjero; porque ustedes saben como es el alma del extranjero, ya que extranjeros fueron...” (Éxodo 23.9).
Un amigo que vive en España tiene el siguiente texto colgado en la pared de su oficina: “Si tu Dios es judío, tu coche japonés, tu pizza italiana, tu gas argelino, tu café brasileño, tus vacaciones marroquíes, tus cifras árabes, tus letras latinas… ¿Cómo te atreves a decir que tu vecino es extranjero?”.
WFP632
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