El otro día, caminando por la cerca, me crucé con un joven que, al mirarme, me traspasó un poco de su tristeza.
Arrastraba los pies y sus ojos enrojecidos reflejaban un mar de abatimiento. La mirada perdida, como la de muchos de nuestros jóvenes perdidos en el vicio. Pero el mundo está hecho de contrastes
.
Unos minutos después, me encontré con Alex. Es un joven de solo 17 años. Apenas nos hubimos estrechado la mano me empezó a contar, con entusiasmo desbordante, algunos proyectos personales como mejorar sus notas, comenzar una empresa con sus amigos y aportar a la noble labor de un centro de adictos, donde trabaja hace un tiempo.
Me contó lo que hace con este grupo, como les ayuda y como con su sola compañía los reconforta. Después de despedirnos, se me vino a la mente David, el personaje bíblico que derrotó a Goliat con su honda. Siendo apenas un muchacho, que cuidaba los rebaños de su padre, jamás se imaginó que dentro de si se lleva algo muy grande: un alma de rey. El hecho es que llegó a ser uno de los más gloriosos reyes de Israel.
¿Cuántos jóvenes de nuestra ciudad irán por las calles sin llegar a descubrir jamás que llevan alma de rey? Y ¿cuantos jóvenes sin nombre como el de los ojos enrojecidos lo han descubierto ya gracias a la generosa labor de personas nobles y entusiastas como Alex? No lo sé.
Lo que si sé es que Alex me dio una gran lección: Está en nuestras manos, con sólo un poco de tiempo y de interés sincero, ayudar a las personas que nos rodean a descubrir que llevan dentro de sí un alma de rey.
Tomó entonces Samuel la redoma de aceite, la derramó sobre la cabeza de Saúl, lo besó y le dijo: ¿No te ha ungido el Señor por príncipe sobre su heredad? Cuando te apartes hoy de mí, hallarás a dos hombres cerca del sepulcro de Raquel, en el territorio de Benjamín, en Selsa, y te dirán: “Las asnas que fuiste a buscar han sido halladas. Y he aquí, tu padre ha dejado de preocuparse por las asnas y está angustiado por vosotros, diciendo: ‘¿Qué haré en cuanto a mi hijo?’”
Entonces el Espíritu del Señor vendrá sobre ti con gran poder, profetizarás con ellos y serás cambiado en otro hombre. 1 Sam 10:1-6.
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