Papá, ya crecí, y a veces noto como que eres un poco distraído, eso me hace enojar porque si no te digo las cosas no te das por enterado. Pero ya me percaté de que los hombres en su mayoría, mis tíos, mis abuelos entre ellos, actúan de la misma manera.
Papá, pienso que es por tu lado izquierdo del cerebro. Y ahora que me pongo a pensar… aparte de eso tú tienes tantas otras cosas tan maravillosas que no tiene mi mamá. Por ejemplo, tú siempre lo sabes todo, lo que yo te pregunte tú me lo respondes, a veces las mamás nunca saben nada y dicen: “¡pregúntale a tu papá!”.
¡Gracias pá, eres un sabio! Eso me hace admirarte. ¡Eres lo máximo para mí!
Tienes otra cosa más y que no se puede negar, es tu fuerza, papá. Cuando aprietas mi mano y medimos fuerzas siento que jamás seré igual, pero, yo creceré. Oigo a mi hermanita cuando grita: “papi dame tu mano”, ahora entiendo que ella se siente segura agarrada de tu mano grande y fuerte. Con esa fuerza nos proteges, a mamá, a mis hermanitos y a mí.
Papá, recuerdo cuando estaba chico y me daba miedo la oscuridad, y yo te buscaba llorando porque debajo de mi cama habían “unos monstruos”, “grillos”, y un buen día serruchaste las patas de mi cama. ¡Ah papá!, que bien dormí desde esa noche.
Cómo podré olvidar que con tu fuerza los venciste a todos, y lo hiciste por mí, aunque pensándolo mejor me doy cuenta, que por ti también.
Son tan diferentes mamá y tú, papá, sin embargo ambos me dan las mismas cosas que atesoro grandemente, su amor y su compañía. Me alimentan y me regañan. Otras veces me dan mi zurra, pero no es porque sean malos.
Ahora me doy cuenta de que no son perfectos sino que han hecho una gran tarea en su mejor esfuerzo. Papá créeme, no te voy a criticar más, ¿sabes por qué? Anoche te escuché decirle a mamá, con tu voz quebrada y algo preocupado: “¡He procurado ser el mejor padre!”
Te amo y siempre te amaré.
Papá, pienso que es por tu lado izquierdo del cerebro. Y ahora que me pongo a pensar… aparte de eso tú tienes tantas otras cosas tan maravillosas que no tiene mi mamá. Por ejemplo, tú siempre lo sabes todo, lo que yo te pregunte tú me lo respondes, a veces las mamás nunca saben nada y dicen: “¡pregúntale a tu papá!”.
¡Gracias pá, eres un sabio! Eso me hace admirarte. ¡Eres lo máximo para mí!
Tienes otra cosa más y que no se puede negar, es tu fuerza, papá. Cuando aprietas mi mano y medimos fuerzas siento que jamás seré igual, pero, yo creceré. Oigo a mi hermanita cuando grita: “papi dame tu mano”, ahora entiendo que ella se siente segura agarrada de tu mano grande y fuerte. Con esa fuerza nos proteges, a mamá, a mis hermanitos y a mí.
Papá, recuerdo cuando estaba chico y me daba miedo la oscuridad, y yo te buscaba llorando porque debajo de mi cama habían “unos monstruos”, “grillos”, y un buen día serruchaste las patas de mi cama. ¡Ah papá!, que bien dormí desde esa noche.
Cómo podré olvidar que con tu fuerza los venciste a todos, y lo hiciste por mí, aunque pensándolo mejor me doy cuenta, que por ti también.
Son tan diferentes mamá y tú, papá, sin embargo ambos me dan las mismas cosas que atesoro grandemente, su amor y su compañía. Me alimentan y me regañan. Otras veces me dan mi zurra, pero no es porque sean malos.
Ahora me doy cuenta de que no son perfectos sino que han hecho una gran tarea en su mejor esfuerzo. Papá créeme, no te voy a criticar más, ¿sabes por qué? Anoche te escuché decirle a mamá, con tu voz quebrada y algo preocupado: “¡He procurado ser el mejor padre!”
Te amo y siempre te amaré.
Anita Irigoyen
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