No todo se reduce a organizar y acompañar a los niños en ese día y después desentenderse.
El derroche de algunas familias con ocasión de la Primera Comunión de sus hijos nada tiene que ver con la austeridad festiva que habla la Iglesia, ni con las enseñanzas de las catequesis que han recibido los niños en las parroquias. Desgraciadamente el ambiente consumista que invade ese acto cristiano oscurece lo esencial de la recepción por primera vez del Sacramento de la Eucaristía.
El Papa recuerda en una catequesis de Primera Comunión que impartió en forma de coloquio a unos cien mil niños en octubre de 2005, que la primera Comunión no debería ser la última, sino el comienzo de un camino juntos, “porque yendo con Jesús vamos bien, nuestra vida es buena”. La alegría del momento, la belleza del misterio, la limpieza del corazón de nuestros niños y niñas es un reclamo a los mayores para buscar la felicidad en lo imperecedero del amor de Dios que nunca pasa.
Pero los niños le preguntaron al Papa:
-“Jesús está presente en la Eucaristía. Pero ¿cómo? Yo no lo veo”.
Benedicto XVI respondió:
-“Sí, no lo vemos, pero hay muchas cosas que no vemos y que existen y son esenciales. Por ejemplo, no vemos nuestra razón; y sin embargo, tenemos razón…no vemos nuestra alma y, sin embargo, existe y vemos sus efectos… En una palabra, precisamente las cosas más profundas, que sostienen realmente la vida y el mundo, no las vemos, pero podemos ver, sentir sus efectos…”
Así, la primera Comunión de nuestros niños cristianos, es una ocasión para levantar nuestra mirada de lo puramente material donde muchos piensan que está la verdad de la vida y sin embargo el fraude y la desilusión está al orden del día.
En cambio, las cosas invisibles son las más profundas e importantes para dar consistencia a la vida personal, a la convivencia humana y a seguir el camino del bien.
Respecto a la preguntan sobre la utilidad que tiene ir a misa, el Papa le respondiendo no sólo al niño sino también a toda la cultura pragmatista de nuestra época:
-“Sirve para hallar el centro de la vida… Si Dios está ausente en mi vida, si Jesús está ausente en mi vida, me falta orientación, me falta una amistar esencial, me falta una alegría que es importante para la vida. Me falta también la fuerza para crecer como hombre, para superar mis vicios y madurar humanamente”
Lo verdaderamente importante de la catequesis y de la celebración de las primeras Comuniones: es que nuestros chavales descubran lo grande que es ser cristiano, amigo y discípulo de Jesucristo Nuestro Salvador y Redentor. Es en el seno de la Iglesia Católica donde se le conoce y se le ama plenamente.
Por otra parte, los padres cristianos tienen su responsabilidad en el crecimiento y maduración de la fe de sus hijos, acarreada por el hecho de la decisión libre de que sus hijos reciban la Primera Comunión. Por ello, no todo se reduce a organizar y acompañar a los niños en ese día y después desentenderse. Es necesario el acompañamiento espiritual y formativo de la familia. Que los chicos vean a sus padres vivir los valores del Evangelio, que rezan, leen las Sagradas Escrituras y participan de los Sacramentos. De esta manera, las futuras generaciones de cristianos comprenderán que no podemos vivir sin la Misa como momento primordial para crecer en la fe y vivir en la caridad.
Autor: Mons. Juan del Río Martín
No hay comentarios:
Publicar un comentario