jueves, 9 de abril de 2009

PERDER A UN SER QUERIDO


Un amigo anónimo me pide que le escriba sobre que se le puede decir a alguien que está a punto de perder a un ser querido y que duda en la fe.

De entrada te diré que se trata de un asunto espinoso, de muy difícil respuesta, pues la fe no es un jarabe o una píldora que uno se toma y ya está. La fe es algo distinto, algo dinámico, que sube y baja a menudo en relación a nuestro estado de ánimo. Y eso no es malo, al contrario. La fe es un camino, un proceso, crece o mengua dependiendo de nuestras experiencias vitales y de cómo las vayamos integrando en nuestra vida. Lo contrario si es malo: una fe siempre idéntica, que no duda, que no se interroga, que no avanza, es como un encefalograma plano, que indica ausencia de vida.

Así que lo primero que te diría es que lo que puede parecer un mal (una duda de fe) puede transformarse luego en algo positivo (un fortalecimiento de la misma). Dios acostumbra a sacar bienes hasta de las situaciones más negativas.

La muerte de un ser querido es una de las experiencias de la persona que más afecta a la fe. Toda despedida en esta vida duele, cuánto más aquella última que parece definitiva. La Biblia está llena de ejemplos de cómo la muerte nos afecta. Jesucristo lloró ante la tumba de su amigo Lázaro. Las mujeres lloraban por la cercana muerte de Jesús. María lloraba al pie de la cruz. ¿Eran personas sin fe? Evidentemente no. Pero nuestra naturaleza humana se rebela siempre ante la muerte de un ser querido. Pero ahora bien, no todas las formas de encajar la muerte son idénticas.

¿Cómo puede un no creyente afrontar la muerte? Únicamente caben dos salidas, la angustia y el sinsentido; por un lado, o el "Carpe Diem" (aprovecha el presente, lo único que cuenta) por otro. Ninguna de las dos posturas responde al sentido de la muerte, aunque la segunda busca una escapatoria en la evasión de la realidad, lo que conduce a un respiro momentáneo.

En la Biblia encontramos la respuesta creyente, la única respuesta esperanzadora frente al misterio de la muerte. Esta respuesta no se trata de una idea, ni de un tratado filosófico, sino de una experiencia de los primeros cristianos: Jesucristo ha resucitado. Él ha vencido a la muerte y nos ha abierto las puertas de una nueva vida. Sólo eso puede darnos consuelo, y hablo de dar consuelo porque el sufrimiento no nos lo puede quitar nadie. Podemos pensar que en el cielo nuestros seres queridos estarán mejor, pero eso no suprime totalmente nuestro deseo de que hubieran estado con nosotros para siempre.

Resumiendo: ¿Qué le diríamos a alguien en una situación así? Yo, personalmente, en los días cercanos a la pérdida no diría nada. Las mujeres lloraron tres días ante la tumba de Jesucristo, y creo que es lo más humano. Dejar que nuestro dolor y nuestra rabia fluyan fuera de nosotros es lo más sano. En estos primeros días bastan nuestro silencio y nuestra compañía. En un segundo momento, pasados unos días, le hablaría del sentido cristiano de la muerte, que como hemos dicho antes es la resurrección. Entonces el alma está más receptiva que nunca a un anuncio de salvación, y una palabra así seguro que es acogida con agradecimiento y estima.

Por cierto, ¡qué trabajito nos cuesta hablar de nuestra fe! Antes, temas como el sexo o la muerte eran temas tabúes de los que estaba poco menos que prohibido hablar. Hoy las tornas han cambiado y de lo que nos da más reparo hablar es de nuestra fe. ¡Rompamos esa absurda barrera, la fe es comunicación e intercambio de testimonios!

Espero que esta reflexión te ayude, estimado amigo.
P. Jaime Salado de la Riva

1 comentario:

  1. DESPEDIDA A MI PADRE
    Se nos fue mi querido papito, con la luz de la noche,
    a las 9 en punto, su corazón dejo de latir.
    Con un dolor profundo, lo despedimos. Se nos fue
    Sin avisar a su cita celestial, con una despedida
    Fugaz, tan natural de aquí a la eternidad.
    Nos deja un gran vacío en nuestras vidas,
    porque él nos brindaba a todos siempre lo mejor
    su alegría espontanea, su bondad, y su amor.
    Solo sé que ya no está y que no volverá, pero te
    Recordaremos siempre como un hombre bueno,
    que fue el mejor papa, mejor esposo, mejor abuelo,
    mejor hermano y mejor amigo.
    Dios te llevaste a nuestro faro, pero tenemos la certeza que
    desde arriba nos guiara y seguiremos juntos agarrados
    de la mano por los caminos de la vida.

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