Nuestro grupo había comenzado un alcance a un edificio de apartamentos en el pueblo.
Era un lugar muy deprimente, con vendedores de droga y los adictos sin esperanza. Uno de los residentes, de nombre Louie, tiene la mente de un adolescente.
Una amiga mía, Kathy, le prometió a Louie y a otros que les llevaríamos chili el domingo. Louie me preguntó si podía hacerle pan de maíz. Me dijo que no lo había comido en años. Le prometí que lo haría.
Cuando fui a la tienda en la semana, se me olvidó comprar harina de maíz. Para cuando me di cuenta que no la tenía, también me di cuenta de que no me quedaba dinero alguno. Pensé tener lo suficiente para comprar la harina pero estaba quebrada. Pensé en Louie por varios días, preocupada por qué hacer. Para mí era como hacerle una promesa a un niño y entonces, romperle el corazón.
Cuando no sé qué hacer… oro, que fue lo que debí haber hecho en primer lugar.
Al día siguiente alguien tocó a mi puerta. Mi vecina estaba parada en mi terraza.
Pasa con un saco de harina de maíz. Me comentó que su marido lo había comprador erróneamente en vez de harina regular por lo que no la necesitaba. Se preguntaba si la gente en los apartamentos tendría algún uso para ella. Todo lo que pude decir fue:
-“¡Gracias, Jesús!”
Reflexión: Son muchos los que se contentan con decirle al Señor que estarían dispuestos a hacer algo por su prójimo si tuviesen los recursos, pero como no los tienen…
El problema es que los recursos jamás se interpondrán entre nuestro prójimo y nosotros. El estirar una mano amiga es mucho más asunto del corazón que de lo que tengamos a mano. De hecho, si nuestro corazón anhela ayudar a otros, ¿por qué no acercarnos en oración a Aquel que todo lo tiene y todo lo puede?
La Biblia dice que cuando pedimos cosas de acuerdo con la voluntad de Dios, ¡podemos estar más que seguros de que las recibiremos!
Raúl Irigoyen
Dad gracias al SEÑOR, porque El es bueno; porque para siempre es su misericordia. 1 Crónicas 16:34
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