lunes, 13 de abril de 2009

¿ESTORBO? ¿QUIÉN?


Mercedes había logrado hacer realidad su sueño. Se había sumado al coro de su iglesia, algo que siempre había querido hacer.

El problema era que tanto ella como los demás se podían dar cuenta de que no estaba dotada de una melodiosa voz ni tampoco parecía dotada con la capacidad de mantener el ritmo.

Ella le metió corazón a las prácticas semanales… pero tal parecía que lo suyo era un caso perdido. Podía ver cómo los demás miembros del coro se le quedaban mirando cada vez que desentonaba en las prácticas… lo cual, desgraciadamente, era bastante frecuente. El director del coro, queriendo apoyarla, parecía ignorar sus errores y más bien la animaba a seguir practicando.

Finalmente, tras dos meses de extrema frustración, Mercedes llegó a su casa desanimada. Se arrodilló junto a su cama y le dijo a Dios que no podía seguir con la farsa. Ella no poseía el don del canto y lo que hacía era estorbar el avance del coro de la iglesia… lo cual obviamente no podía ser del agrado del Señor.

Sumida como estaba en su profundo dolor y frustración, escuchó la voz del Señor que le contestaba diciendo:
-“¿Coro? ¿Qué coro? Yo sólo te escucho a ti
Adaptado por el Capellán Servicio dominical de Angelus Temple Hispano
Reflexión: Estoy convencido que no a todos se nos han concedido todos los dones… tal pareciera que a Dios le encanta distribuirlos de manera que haya diversidad y variedad en medio de Su pueblo.

Hace años, mientras pastoreaba, el Señor me llevó a hacer a un lado mis limitaciones y complejos musicales y atreverme a dirigir a la congregación en la alabanza y la adoración. Sin desvalorar el talento que Él mismo ha colocado en otros, me di cuenta que aquello puede embellecer nuestra entrega pero que lo que la hace efectiva es un corazón rendido y humillado. Lo mismo vale para todos los demás dones y talentos que el Salvador haya derramado sobre nosotros. Rindámoslos a Él y pongámoslo a Su servicio… y aunque a veces no parezca que llegamos a la altura de otros, en realidad no importará en lo que respecta a Aquel a quien lo rendimos.

Adelante y que el Señor haga brillar Su rostro sobre cada uno de ustedes.
Raúl Irigoyen

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