miércoles, 25 de febrero de 2009

FIESTAS ¿CRISTIANAS?


¡Con qué facilidad lo religioso pasa a un segundo plano para resaltar más lo profano!

Que la celebración de los carnavales, de un tiempo a esta parte, cobra un importante auge en cuanto a participación, es un hecho incuestionable. El apoyo de las autoridades educativas con tres días de vacación favorece aun más el éxito. Sin duda que ha conseguido con creces desplazar el protagonismo que en otros tiempos tenía la cuaresma y el propio miércoles de ceniza.

Olvidan, sobre todo los más jóvenes, que el carnaval con todo lo que pueda tener de celebración pagana, debe su existencia a la liturgia cristiana, puesto que surgió como "preparación" de la Cuaresma. Puesto que la Cuaresma suponía muchos sacrificios y penitencias era preciso aprovecharse bien antes de que comenzaran los ayunos y abstinencias que, por otra parte, se tomaban muy en serio. Muchos recordamos cómo desde el miércoles de ceniza hasta el día de Pascua se suprimían fiestas, bailes e incluso las bodas.

Sin entrar ahora a juzgar estos cambios queremos constatar con qué facilidad lo religioso pasa a un segundo plano para resaltar más lo profano. Pero no sólo con referencia a los carnavales, sino a otras muchas celebraciones.

Así, por ejemplo, podíamos preguntarnos a ver qué es lo que queda de la celebración cristiana de la Navidad en la que el centro debería ser el Misterio de Dios hecho hombre para ser sustituido ahora por otros signos más propios de la sociedad consumista: el turrón, el cava, las lucecitas y guirnaldas del árbol de navidad o el "belén" o los villancicos como simple reliquia folclórica.

Si nos fijamos en la Semana Santa observaremos cómo se está potenciando el turismo de primavera que, además de los viajes al Caribe, puede llevar incluido el turismo religioso, la Pasión del Señor como mero espectáculo.

Pero si nos centramos en algo que parece más estrictamente religioso como es la celebración de algunos sacramentos, bautismos, bodas o primeras comuniones... nos daremos cuenta que el esfuerzo e interés dedicado a la parte profana suele superar con mucho a la preocupación por la dimensión religiosa. La búsqueda del restaurante o de los trajes, amén de fotógrafos y otras chucherías, es la gran preocupación.

Por mucho que insistamos a los padres y madres de los niños de Primera Comunión que lo más importante es conocer a Jesús, participar en la Eucaristía, fomentar la comunión y solidaridad entre las personas... una gran mayoría vive obsesionada, entre otras cosas, con algo tan poco importante como es el "disfraz" que le van a poner al niño o a la niña. Feria de vanidades, desfile de modelos es con frecuencia la palabra que mejor encajaría para describir nuestras primeras comuniones. O lo que es parecido, un carnaval. Y pobre del cura que intente poner las cosas en su sitio.

Incluso algo tan especial como es un entierro puede llegar a contaminarse de esta fiebre consumista. En cierta ocasión se lamentaba alguien de que el cura les había cobrado seis mil pesetas por el entierro. Hubo quien le hizo esta observación:
-“¿Cuánto vale una corona?”
-“El doble
-“¿Qué es más importante el funeral o la corona?”

No se trata ahora de reivindicaciones económicas, sino de demostrar cómo lo religioso siempre queda en un segundo plano.

Conclusión: La religión cristiana ha tenido siempre mucha influencia en la sociedad. Prueba de ello es que fiestas, vacaciones, celebraciones importantes de la vida han sido potenciadas por el cristianismo y han adquirido un enorme arraigo. Incluso llegó a cristianizar muchas e importantes celebraciones paganas. Ahora tenemos por delante una inmensa tarea para evitar que se desvirtúen o recuperar en la medida que se está perdiendo su verdadero sentido.
Autor: Máximo Álvarez

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