Cierta vez hubo un hombre que tenía un hijo al cual amaba demasiado.
El hombre trabajaba como operador principal de un puente para el ferrocarril. A su hijo le gustaba observar los trenes, y a las personas que viajaban en ellos, personas que eran solitarias… enojadas… egoístas… heridas… y adictas.
Un trágico error condujo a una terrible elección… permitir que todos en el tren murieran o jalar la palanca…y permitir que su hijo fuera aplastado por el puente.
Reflexión: La salvación de todos requirió el sacrificio de uno, el más querido. El Sacrificio de Uno que compró Esperanza para el Futuro…
“Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna…"
Juan 3:16
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