María Esther de Alvarez dice...
Tenía yo tres años y me inflamaba en amor a Dios. Mi abuelo materno me había enseñado que el Sagrario es la Casa de Dios, y yo lo creía. En Misa, siempre nos sentábamos frente al Tabernáculo... yo miraba extasiada las motitas de polvo que caían coloreadas por el sol matutino, e imaginaba que eran miles de Ángeles diminutos que descendían hasta postrarse frente a la Habitación de Dios.
En las tardes mi abuelo me leía la Historia Sagrada dejándome contemplar durante largo rato cada imagen. Él me enseñó que la Escritura es Palabra de Dios. Recuerdo aquel día en que mi querido abuelo me "reveló" el Misterio, la Promesa hecha por Dios tras la caída: "pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la Suya". Vi a Nuestra Madre Inmaculada, Madre de Dios y de la Iglesia. Y "comprendí" el enorme poder otorgado a Sus Hijos que aplastan la cabeza de Satanás.
Ya lo he dicho: tenía tres años de edad pero el Señor me ha permitido conservar en la memoria, de manera admirable, la cronología completa de mi historia.
Poco después de haber "comprendido" la Fuerza de Dios en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, extraños fenómenos comenzaron a ocurrir en mi casa: ruidos procedentes de un algo invisible, desaparición de objetos, inquietud, desasosiego... temor. ¿La causa? El espiritismo. Eran comienzos de los 70s y en Colombia se había generado una especie de "devoción" por el Siervo de Dios José Gregorio Hernández. Pero la falta de formación hacía que muchos creyentes fieles (como mi abuelita y mi madre) acudieran a los médiums para pedir la ayuda del pobre Bienaventurado manipulado.
Mi padre enloqueció un día y casi no logramos controlarlo. Mi abuelita me tomó con ella y me llevó a casa del médium para pedir ayuda. Jamás olvidaré la impresión: era un hombre joven, moreno, muy delgado. Estaba sentado frente a una mesita de madera en donde reposaba una hoja amarillenta de cuaderno que contenía letras y números. Una caja de cerillos le servía de "medio" y vi cómo se deslizaba saltando de letra en letra… y sentí pavor.
Las manifestaciones se incrementaron y, tras un período de cierta calma, volvieron con todo su furor... contra mí. Ya era adolescente por aquel entonces y sentía cómo cierta oscuridad me envolvía. Yo deseaba morir, desaparecer. Quería autodestruirme y desarrollé un gusto morboso por las culturas antiguas, especialmente la egipcia. Noté que tenía cierta capacidad para adivinar el futuro, para "leer" el péndulo... Mientras tanto terribles ruidos, blasfemias espantosas, golpes provenientes de manos invisibles y la pérdida frecuente de mi ropa (sin que existiera nadie externo en mi casa que pudiera robármela) me hicieron pensar que estaba loca.
Me sometí a exámenes mentales y neurológicos sin resultados "positivos". Al parecer estaba mentalmente sana... y lo que veía, escuchaba y experimentaba realmente estaba sucediendo.
En 1993 fui a confesarme (tenía momentos de gran devoción sintiendo que el Amor de Dios me devoraba... y luego caía nuevamente en las tinieblas más densas apartándome de Dios... aunque sintiendo melancolía y profunda tristeza).
El sacerdote escuchaba mi confesión pero, de pronto, corrió la cortinilla, puso su estola en mi cabeza y reprimió al Demonio. Sentí alivio, alegría, sentí que valía la pena vivir... que Dios me amaba. Pocos días después, tras una espantosa manifestación poltergeist, el Sacerdote hizo el exorcismo de mi casa tras lo cual me pidió que tomara partido: o estaba con Dios o estaba contra Él.
Comencé, entonces, mi camino de conversión con muchas dificultades.
El recuerdo de lo vivido durante tantos años me cuestionaba: ¿qué deseaba Dios de mí? ¿Por qué no podía tener una vida "normal" e inconsciente como la de los demás? ¿Por qué recordaba con precisión hechos, lugares, fechas y hasta horas de mi más tierna infancia cuando todos parecían olvidar con facilidad lo que habían vivido? ¿Acaso todo esto era una ficción, un invento de mi mente llena de imágenes piadosas y de aterradores "recuerdos"?
En este camino vi al Demonio de cerca... lo escuché con su voz ladina y seductora. Pero Dios me protegía admirablemente. No he tenido experiencias sobrenaturales como las que muchos relatan: no he tenido visiones, locusiones interiores, revelaciones explícitas. Pero las manifestaciones preternaturales existían mezclándose con mi racionalidad exacerbada: comencé a conceptualizar la vida y me dediqué a estudiar juiciosamente la Doctrina de la Iglesia. Mi Fe existía, si, pero era más un cúmulo de conceptos comprensibles (para mí) que una vivencia.
Pero el Señor me ha formado en la Fe y en el Amor de forma misteriosa, a veces indetectable.
Hoy vivo el drama de la acción del Demonio desatada furiosamente contra mi y contra mi familia. Pienso... creo que Dios me estaba preparando desde niña: la Escuela que Él ha escogido para mi es mi propia vida. Me ha enseñado en la carne lo que las palabras de tantos santos, místicos y fieles teólogos me han hecho comprender con la ayuda inestimable del Espíritu Santo.
En mi corazón deseé ser lienzo, pluma, acuarela en las Manos de Dios. Sin quererlo muchas veces se lo dije en el profundo silencio de mi alma, mientras el ruido de mis pensamientos parecía ahogar esa voz que el Señor nos da para hablarle en la pureza de nuestros corazones.
Él me guía, Él me cuida. Algo tiene destinado y me dice, sin palabras: "Ama y confía. Yo te sostengo, no temas. ¿Qué sería de tu vida sin Mí? ¡Nada! Porque nada eres. Yo lo Soy todo, deseo serlo todo para ti. Permíteme actuar y se dócil. Intentarán asustarte para robarte la Paz, pero Yo te la devolveré de manera maravillosa. Te Amo. Tendrás la tentación de pensar que todo lo que has vivido es una ficción, pero Yo te daré suaves señales de la realidad que quiero que percibas. Yo te amé primero. Y recuerda: Soy la Descendencia de La Mujer, María Santísima, la Nueva Eva... y tú, hija de la Iglesia, eres Descendencia Suya por cuanto Yo soy la Cabeza de este Cuerpo".
Si, hermanos: el Demonio se esconde, pero no de cuantos Dios ha formado para que lo reconozcan. Nadie puede tener ese discernimiento si no es por Voluntad expresa de Dios.
¡Gracias Señor! No reniego de mi extraña historia. Antes bien, le doy infinitas gracias a Dios porque me ha permitido a mi, pobre criatura miserable, entender que la Batalla invisible es real, poderosa, nos involucra y estamos llamados a pertenecer al Ejército de Dios en la humildad, la virtud que vence al Dragón Infernal.
San Miguel, asístenos con tus Santos Ángeles.
Ayúdanos y ruega por nosotros.
María Esther de Alvarez
Ayúdanos y ruega por nosotros.
María Esther de Alvarez
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