jueves, 18 de diciembre de 2008

PARA QUIEN ES PADRE O MADRE Y PARA AQUELLOS QUE LO SERÁN...


Hay un periodo en que los padres se van quedando huérfanos de sus propios hijos.

Es que los niños crecen independientes de nosotros. Crecen sin pedir permiso a la vida. Crecen con alegría y a veces con mucha arrogancia. Pero no crecen todos los días de igual manera… crecen de repente.

Un día se sientan cerca a ti en la terraza y dicen una frase con tal madurez que sientes que ya no puedes cambiar más los pañales de ese niño. ¿Dónde estuvo creciendo este pequeñito que yo no me di cuenta?

El niño está creciendo en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil

Allí están muchos padres al volante, esperando que ellos salgan entusiastas sobre patines y cabellos largos sueltos, entre hamburguesas y bebidas en las esquinas; allá están nuestros hijos con el uniforme de su generación: incomodas mochilas de moda sobre los hombros, allí están con el pelo desordenado.

Esos son los hijos que conseguimos engendrar y amar a pesar de los golpes.

Y ellos crecen medio amaestrados, observando y aprendiendo con nuestros aciertos y errores… principalmente de los errores que esperamos no repitan.

Hay un periodo en que los padres se van quedando huérfanos de sus propios hijos.

No los esperamos más en las puertas de la disco o en las fiestas. Pasó el tiempo del Ballet, del Ingles, de la natación y del Judo. Saldrán del asiento de atrás y pasarán al volante de sus propias vidas.

Debimos haber ido más a la cama de ellos en la noche, para escuchar su alma respirando conversaciones y confidencias entre sábanas de infancia, y los adolescentes cobertores de aquel dormitorio lleno de adhesivos, posters, agendas coloridas y discos ensordecedores.

No los llevamos lo suficiente al parque, no les dimos suficientes sándwiches, no les compramos todos los helados y ropa que hubiéramos gustado comprarles.

No los dejes crecer sin mostrarle todo tu afecto.

Al principio iban con nosotros donde fuera para Navidad, vacaciones, a la piscina y con amigos. Sí, había grandes peleas dentro del auto por quién va a la ventana, los pedidos de chicles y las canciones sin fin.

Después llegó el tiempo en que viajar con los padres, comenzó a ser un esfuerzo, un sufrimiento, pues era muy difícil separarse de los amigos y de los primeros novios. Los padres quedaron exilados de los hijos. Tienen la soledad y la tranquilidad que siempre soñaron... pero de repente morían de tristeza por extrañar a esas pestes.

Llegó el momento en que sólo nos queda quedarnos lejos de ellos rezando mucho (en este momento, se reaprende a rezar) para que ellos acierten en su búsqueda de felicidad, y que la conquisten del modo más completo posible.

Queda esperar: ¡En cualquier momento nos dan nietos!

Ese nieto es ahora de cariño ocioso y estancado.

Por eso los abuelos son tan desmesurados y se descontrolan tanto en la expresión de cariño. Los nietos son la última oportunidad de re-editar nuestro afecto. Por eso es necesario hacer algo más, antes de que crezcan.
APRENDEMOS A SER HIJOS DESPUÉS QUE SOMOS PADRES Y, SÓLO APRENDEMOS A SER PADRESDESPUÉS QUE SOMOS ABUELOS.

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