martes, 24 de junio de 2008

EL SONIDO DEL BOSQUE


Cerca del final del tercer siglo Antes de Cristo, el rey Ts’ao envió a su hijo, el príncipe T’ai, al templo a estudiar con el gran maestro Pan Ku. Porque el príncipe T’ai sería el que sucedería a su padre como rey. Pan Ku sería quien le enseñaría las bases para ser un buen gobernante.

Cuando el príncipe llegó al templo, el maestro lo envió solo al bosque Ming-Li. Después de un año el príncipe tenía que regresar al templo para describir los sonidos del bosque.

Cuando el príncipe T’ai regresó, Pan Ku pidió al niño que describiera todo lo que el había podido escuchar.
§ “Maestro -, replicó el príncipe - yo he podido escuchar el canto de los búhos, el susurro de las hojas, el vuelo de los insectos, el canto de los grillos, el toque del pasto, el zumbido de las abejas y el murmullo del viento”.

Al concluir el príncipe su relato, el maestro le pidió que regresara al bosque a escuchar más allá de lo que ya había escuchado. El príncipe estaba desconcertado por lo que le pidió el maestro. ¿No habría escuchado cada sonido realmente?

Día y noche, el joven príncipe permaneció sentado solo en el bosque, escuchando. Pero no percibió otros sonidos que los que antes había oído. Entonces, una mañana, cuando el príncipe estaba sentado en silencio bajo los árboles, empezó a discernir ligeros sonidos diferentes de aquellos ya escuchados. El agudizó su oído y los sonidos comenzaron a ser más claros. En ese momento tuvo una sensación de lucidez que lo envolvía.
§ “Estos deben ser los sonidos que el maestro quería que yo escuchara”, -reflexionó.

Cuando el príncipe T’ai regresó al templo, el maestro le preguntó qué más había escuchado.
§ “Maestro - respondió el príncipe reverentemente - cuando yo escuche más de cerca, escuché lo no escuchado: el sonido de las flores cuando abren, el sonido del sol calentando la tierra y el sonido del pasto cuando prueba el rocío de la mañana”.
El maestro aprobó con la cabeza.
Escuchar lo no escuchado - remarcó Pan Ku - es una disciplina necesaria para ser un buen gobernante. Solo cuando un gobernante ha aprendido a escuchar con atención el corazón de las personas, a escuchar sus sentimientos no comunicados, el dolor no expresado, y demandas no habladas, puede él esperar inspirar confianza en su gente. Entender cuando algo está mal, y encontrar las verdaderas necesidades de sus ciudadanos. La caída de los gobiernos sobreviene cuando los líderes solo escuchan palabras superficiales y no penetran profundamente en el alma de las personas para escuchar sus verdaderas opiniones, sentimientos y deseos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario