Piense mucho y busque con paciencia el regalo inolvidable.
De hecho, los regalos fuera de razón, son los que nunca se olvidan. Regala, sin razón aparente para el regalado, y nunca se olvidara.
Llegar con una rosa para la esposa, un pequeño juguete para el hijo sin razón alguna, alegra y desconcierta, y justamente ese desconcierto, ese por qué me lo dio, es el que le permite recordarlo de por vida.
Recuerdo que cuando yo tenía seis años, un día mi padre llegó a casa con un pequeño cañoncito de metal, que disparaba palitos de fósforo… es el recuerdo más grato que tengo de un regalo. No era gran cosa pero me encantó. Sin qué ni por qué me lo dio un día cualquiera. Hasta ahora me pregunto por qué lo hizo.
También recuerdo los regalos de Navidad o por mi cumpleaños, pero en mi escala de valores están en segundo plano. De hecho sólo recuerdo uno u otro.
Los regalos que damos deben ser para quien se los regalamos. Muchos padres, al comprar un regalo, casi siempre piensan en ellos mismos y no en la persona que lo va a recibir. En otras palabras, están satisfaciendo la necesidad de ese regalo que quizá algún día quiso recibir, y lo hacen a través de sus hijos.
Escucho a varios padres que cuentan que le compraron tal o cual regalo a sus hijos para de paso, ellos también jugar. No está mal sentirse niños nuevamente, al contrario, es muy bueno no perder al niño que llevamos dentro, pero no a costa de la felicidad de otros. Si te gusta un juguete, aunque ya estés viejo, cómpratelo y juega tú… si tus hijos quieren jugar contigo y tu juguete, estará muy bien, recontra bien, pero deja en claro que es tuyo.
No le puedes comprar a tu hijo de tres años un avión, o un carro formula uno a control remoto, porque nunca lo van a usar… pero tú si sabes quién lo va usar… ¿o no?
¡Qué la pasen muy bonito! No se olviden de agradecer a Dios por la vida… ¡qué buen regalo! ¡Feliz Navidad!
José Miguel Pajares Clausen
Diciembre 2007
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