lunes, 17 de diciembre de 2007

DIOS, LA RADIO Y UNA PISTOLA


Era un hombre metido en el tráfago de los negocios. Siempre ocupado con las reuniones de los Consejos de Administración. Su dios y su ídolo era el negocio, que le daba muchísimo dinero. Pero, en cambio, su fe religiosa estaba olvidada, dormida en el fondo de su corazón.
Un día emprendió un importante y arriesgado negocio. Su ilusión era realizar una fabulosa fortuna, pero fracasó y lo perdió todo. Se horrorizó al pensar que no tenía nada, que era inmensamente pobre, y la vergüenza invadió su espíritu. Y no se le ocurrió otra idea que el suicidio.
Fue a su despacho, cogió su pistola cargada, la guardó en el bolsillo y salió de casa. Montó en su coche, cogió el volante y partió a gran velocidad camino de un pequeño bosque, con el fin de pegarse un tiro en la cabeza.

La ciudad iba quedando atrás iluminada por las luces públicas. Pero a medida que avanzaba el coche por la oscuridad de la carretera, empezaron a saltarle pensamientos de horror. Aquellos pensamientos pretendían apartarle de la tragedia que iba a realizar.

Con el fin de espantarlos, puso en funcionamiento la radio, para oír un poco de música. Pero en vez de oír música alegre que le distrajera, oyó la voz de un hombre que hablaba de Dios, de su misericordia infinita, de un Dios que es nuestro Padre, que perdona y espera y ayuda en los momentos críticos de la vida.

Aquellas palabras le impresionaron tan profundamente que aminoró la velocidad y se detuvo en medio de la carretera. El hombre de negocios quedó horrorizado de lo que iba a hacer. Lo pareció una locura suicidarse.
Giró el volante del coche para regresar a la ciudad. Al llegar al puente sobre el río, aminoró la marcha, metió su mano en el bolsillo, sacó la pistola y la tiró al río. Oyó el golpe de la pistola contra el agua y de pronto sintió una paz y serenidad tan grande en medio de su desgracia, que rompió a llorar.
Al cabo de varios días buscó al sacerdote que escuchó por la radio y le confesó todo lo que estuvo a punto de realizar. El padre aprovechó la ocasión y le recomendó hiciera Ejercicios Espirituales. Salió de ellos totalmente transformado. Era otro hombre, con más serenidad y tacto para detener su total ruina. Emprendió una vida nueva. Y se rehabilitó.

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