viernes, 16 de noviembre de 2007

EL CARÁCTER


Hay amores que viven en nosotros y por la voz nos reconocen, somos como somos, la forma de ser que el corazón vierte.

El que no tiene carácter es una piedra con movimiento de estatua ciega, que nada es y nada revela, donde no cabe la vida ni el sueño.

Porque es necesario el temple firme para hacer frente a las desengaños, el ardor guerrero del sol y el arranque de la aurora sobre la noche, levanto mi voz con la grafía del mar.

El mar en su bravura y mesura, con la audacia que mueve el aire sus brazos, nos propone ser jinetes de ojos abiertos antes de que la burla nos desfigure la personalidad con un cincel en el pecho.

Y para siempre nos duela la carne del alma por haber sido corchos en una sociedad que rubrica sus derechos de propiedad a su manera, que no tiene porque ser la mía.

Hay que dejar al hombre ser hombre, que el hombre sea amante de sí mismo, que se cultive en el hábito de quererse para querer y, así cautivo, liberarse de mundo, de un mundo de cosas que esclavizan.

Nos hace falta sembrar energías puras para recoger esencias y coger los estribos del ser. De un ser reencontrado a su especie y a su modo.

Dejar, pues, que el singular atributo de la letra, con distintivo de género humano, trace sus pasos.

Es un buen signo de hacer camino, cada cual con los suyos y los suyos con los demás, respetando los andares de uno en uno, todos unidos.
Víctor Corcoba Herrero

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