miércoles, 29 de febrero de 2012

SÍNDROME DEMONOPÁTICO DE DOBLE PERSONALIDAD


PSIQUIATRÍA Y TEOLOGÍA
El trabajo anterior se ha movido en el campo objetivo de la sola psiquiatría, sin embargo, ahora querría añadir algunas cosas en relación a campos ya extrapsiquiátricos.

Hasta ahora, todos los psiquiatras tienen la invencible impresión de que la versión oficial dentro de la psiquiatría es negar la especificidad de este síndrome que he descrito. Hablo de la especificidad, y solamente de eso, ya que aceptar el carácter sui generis de este tipo de casos, no supone tener que aceptar su etiología sobrenatural. De forma que ha de quedar muy claro que
ateos y agnósticos pueden aceptar el cuadro descrito antes sin tener por ello que aceptar causas extramentales en su aparición. Pues bien, todos los psiquiatras tienen la impresión de que la verdad incontestable dentro de la psiquiatría es negar la existencia de casos (por pocos que sean) que confirmen la existencia de un síndrome sui generis resistente a toda terapia. Sin embargo, hay que recordar que es una impresión errada (en la teoría, no en la práctica). Es errada en la teoría porque el DSM, como los otros grandes tratados, describen los rasgos que proporcionan un medio estructural de organizar las patologías en categorías determinadas. Pero nunca por parte de sus autores se ha tenido la pretensión de que al menos como mera posibilidad no hubiera algún caso verdaderamente extraordinario que escapase a esas categorías. Y más, cuando explícitamente el DSM en el apartado 300.15 refiere de un modo sutil que hay casos que escapan a las categorías descritas, o dicho de otro modo que puede que haya más cosas entre el cielo y la tierra de las que dice tu filosofía, Horacio. Sin embargo, el DSM ha encontrado dogmáticos defensores de que toda verdad se encierra entre estas páginas, entre estas categorías,
defensores tan entusiastas, que sin duda sorprenderían a algunos de los mismos
redactores del citado manual.

Sin que nadie abandone sus esquemas previos acerca de la existencia o no de eso que llamamos espíritu, sí que hay que ponerse de acuerdo en el campo de los criterios diagnósticos de este síndrome, campo objetivo y externo (a las causas) que supone un terreno común para todos independientemente de los esquemas preconcebidos desde los que se aborde el análisis de la etiología. Y digo que hay que llegar a un consenso en este campo externo y objetivo, porque
lo que no puede seguir sucediendo es lo que ha venido sucediendo hasta el día de hoy. Lo acepten o no los escépticos de la especificidad de este síndrome, una parte de los pocos verdaderos casos de posesión que han llegado a manos de psiquiatras, han sido posteriormente remitidos por parte de éstos a sacerdotes.

Esta una realidad. Una realidad, no una teoría. Los mismos psiquiatras de un modo oculto (dada la presión de lo que se da por supuesto que es la verdad oficial) envían en Estados Unidos e Italia estos casos a los sacerdotes.

Insisto en que esto no es una teorización acerca de esta patología, sino una realidad. En la mayor parte de los casos son los familiares tras años de fracasos en la terapia psiquiátrica, los que acuden al sacerdote. Pero en otros, son los especialistas los que hablan de forma privada con un sacerdote y le remiten el caso. Aquí, en España, me he llegado a encontrar con una paciente
que me vino con un informe psiquiátrico de la Seguridad Social en el que expresamente se decía por escrito que aquella mujer no presentaba ninguna patología mental y que convenía que la viera un experto de la Iglesia en materia de exorcismos.

El hecho es éste, los psiquiatras remiten casos a sacerdotes, pero la presión de la verdad correcta abruma a esos especialistas a mantener el más riguroso secreto para no desprestigiarse ante sus colegas. Estas encarecidas peticiones de secreto por parte de los especialistas psiquiátricos privan de la posibilidad de un estudio público de los pocos casos que hay sin que sus protagonistas sufran en su consideración profesional por avalar el hecho de que ese paciente sufre una posesión, y que se curó definitivamente tras una oración litúrgica. Hacer de notario de esta realidad supone tener que afrontar situaciones profesionales muy incómodas. La verdad oficial pesa mucho, la
realidad va por su cuenta desde hace muchos años.

Guste o no, así son las cosas. La apelación por parte de especialistas de la psiquiatría a sacerdotes es una realidad. Y a pesar del secretismo con que se lleva este tipo de recursos extrapsiquiátricos, el síndrome anteriormente descrito queda curado definitivamente con una simple oración (aunque ésta tenga una extensión de horas y dividida en varias sesiones). El hecho es tan
políticamente incorrecto que ningún especialista quiere poner en ridículo su prestigio abalando casos de este tipo. Los psiquiatras alabarán la función realizada por el sacerdote, le estrecharán la mano felicitándole por la resolución repentina del caso que le han llevado después de meses infructuosos, pero acabarán pidiéndole encarecidamente que guarde total reserva acerca de su
nombre. No hace falta que le explique las consecuencias que para mi carrera tendría el que esto se hiciera público, le dicen al despedirse. Si a todo lo dicho se añaden los múltiples testimonios de fenómenos preternaturales (glosolalia, xenoglosia, conocimiento telepático de las órdenes dadas por el exorcista, vómitos de objetos, e incluso algún fenómeno de levitación), testimonios concordes de varios testigos ajenos al entorno familiar del paciente, entonces queda patente de que de lo que estamos hablando hunde sus raíces en lo que los griegos llamaron pneuma y los romanos spiritus, y que por tanto no es una patología sino un fenómeno. Y, sin duda, aquí radica el verdadero problema que ha viciado el estudio de este tema: la existencia o no del espíritu. Si existe el espíritu, la posesión es un fenómeno, si no existe es una patología. Si sólo existe la materia, todo lo dicho anteriormente, absolutamente todo, deberá ser explicado por categorías meramente patológicas.

Eso lo admite hasta el autor de este trabajo. Pero si uno admite la posibilidad de la existencia del espíritu, desde ese momento está admitiendo la posibilidad de un fenómeno que va más allá de la psiquiatría. Reconozco que en este tema del que hablamos, la admisión o no de un concepto que parece meramente perteneciente a la filosofía, supone una bifurcación que parece irreconciliable.
Pero por irreconciliables que sean las opiniones respecto a las causas, en lo que sí que nos podemos de acuerdo es en precisar si existen o no casos que escapan a las categorías hasta ahora existentes.

Es evidente que no enfoca del mismo modo este tema un psiquiatra ateo que un colega que es de misa y comunión diaria. Esta observación está fuera de toda duda. Pero por distintos que sean los enfoques, la descalificación personal del especialista creyente como si éste fuera una especie de fanático o de hombre precientífico está totalmente fuera de lugar. Ese tipo de descalificaciones
sólo deshonran al que las hace. Sean cuales sean las conclusiones a las que lleguen los estudiosos de este síndrome en este siglo recién comenzado, tengo la confianza de que al menos las mentes de los especialistas en doble personalidad darán comienzo a la tarea. Tarea que hasta ahora había quedado sin emprender por los lastres ideológicos que arrastraron sus predecesores. Los
esquemas reduccionistas (esquemas materialistas procedentes del siglo XVIII) no es que viciaran el modo de enfocar este fenómeno, sino que ni siquiera admitían la posibilidad de estudiar algo que de por sí consideraban imposible. Fuera como fuera el caso que tenían en sus manos, jamás se les pasó por la imaginación otra cosa que disgregar y repartir esos rasgos que veían en el
paciente a través de las diferentes categorías de la patogía psiquiátrica.

Jamás se les pasó por la mente la posibilidad de que aquello que tenían entre manos fuera una categoría distinta de las conocidas, porque admitir eso ya hubiera sido demasiado. Mis análisis psiquiátricos acerca de esta materia en los últimos años no han tenido demasiado mérito, pues lo único que he hecho es analizar uno de los secretos más clamorosos de la psiquiatría internacional: la existencia de este síndrome y el recurso a sacerdotes de manera extraoficial.

Muchos se sorprenden de que esta "patología" la haya tenido que definir un teólogo y no un médico. Pero quizá las cosas debían ser así, puesto que un médico hubiera estado demasiado sujeto a la presión ambiental como para ser objetivo en exceso. Sí, quizá tenía que ser alguien ajeno al sistema, no sujeto a las autorrestricciones que impone la verdad oficial, el que tuviera
que descubrir lo que estaba sucediendo en el mundo psiquiátrico. El clamor de lo que estaba sucediendo no radicaba en el número de casos, sino en la verificabilidad de su singularidad y en la objetividad de su curación definitiva por medios tan poco ortodoxos. Acabo reiterando mi confianza en que los próximos años traigan nuevos estudios que ofrezcan más luz sobre lo que aquí he expuesto.
José Antonio Fortea Cucurull

PERMISIVIDAD Y REPRESIÓN


Un ideal de pureza que no tenga presente la dimensión sexual cae en un irrealismo catastrófico.

Desgraciadamente hoy a menudo la familia se ve desbordada por la presión muy fuerte existente en nuestra sociedad de total permisividad sexual tanto por parte del ambiente como de los medios de comunicación. La utilización cada vez mayor de la pornografía no ayuda precisamente a tener fuerza de voluntad.

Determinadas normas tácitas, más fuertes precisamente por ser tácitas, les influyen sin que
se enteren. Nuevos tabúes han remplazado a los antiguos: “la virginidad está desfasada”; “no tener vida sexual a los diecisiete años es anormal”; “todas las formas de sexualidad son normales”; “si no haces lo que todo el mundo, eres un raro”; “el matrimonio es retrógrado”... En la cultura actual se incita con frecuencia a los adolescentes a ejercitar su genitalidad no sólo en la
masturbación sino con sus compañeros y compañeras. Una de las consecuencias de este libertinaje es el número cada vez mayor de adolescentes que piensan de sí mismos que son bisexuales u homosexuales. Por el otro lado, hay que evitar la represión sexual, ya que si se niega la sexualidad, ésta se desvía, se camufla, se polariza sobre objetos a los que no corresponde su finalidad natural, porque el rechazo de lo sexual impide una comunicación normal con los demás.
No olvidemos nunca que no es que tengamos una sexualidad, sino es que somos seres sexuados.

El sexo y cuanto a él se refiere no ha de ser objeto de represión incontrolada.
La represión no sólo ocasiona estragos en el subconsciente, sino que impide el desarrollo del amor y de la comprensión hacia el prójimo, que es lo que nos hace pacíficos y tolerantes. Hay en consecuencia una íntima relación entre represión y agresividad. Como dice Pascal: “el hombre no es ni ángel ni bestia. Pero por desgracia, quien ansía convertirse en ángel se hace bestia”. Dicho de otro modo: la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona.

Creo que debemos insistir más en que como ya dice santo Tomás (2-2 q. 153, a. 3 ad 3) la virtud de la castidad se opone al vicio de la insensibilidad o represión. En efecto, generalmente se ha insistido mucho en la oposición entre lujuria y castidad, pero se ha guardado silencio sobre la oposición entre castidad y represión, silencio tanto más grave cuanto que la formación sexual
ha sido con frecuencia claramente represiva. La trivialidad sexual propia de los libertinos o las posturas represoras y reprimidas ciertamente no ayudan a la debida valoración de la sexualidad.
El propio rigorismo en esta materia suele ser un dato revelador.

Un ideal de pureza que no tenga presente la dimensión sexual cae en un irrealismo catastrófico, pues el ser un ser sexuado es una exigencia fundamental de la persona. Ello implica un mundo de fuerzas, pulsiones, deseos, tendencias y afectos que habrá ciertamente que controlar e integrar dentro de un proceso educativo, en el que hay que buscar el equilibrio entre sensualidad y ternura, pero del que nunca podremos prescindir. La sensualidad está orientada al cuerpo, objeto de un posible placer sexual, mientras que con la ternura tomamos conciencia de los lazos que nos unen con otra u otras personas, pero tanto en la sensualidad como en la ternura tenemos que ejercer, a través del autodominio y de la voluntad, el dominio de la razón sobre lo puramente instintivo. La continencia no es castidad en los sujetos inmaduros, sin problemas aparentes en
este campo, pero cuya tranquilidad es periférica por haberse obtenido con una fuerte represión.
Las consecuencias no tardan en manifestarse por otros caminos, que aparentan no estar en relación directa con el sexo, pero de los que la psicología ha sabido denunciar su verdadero significado. Esto, por supuesto, no significa que no haya comportamientos rechazables y que no
tengamos que dominar y controlar el sexo, pues el dominio del instinto, aunque todavía no sea la virtud de la castidad, es su presupuesto básico. La virtud de la castidad construye la personalidad precisamente por el predominio del espíritu y de la razón, gracias a un proceso educativo en el que la oración y la ayuda de Dios no está ausente y que incluye la formación religiosa, moral,
afectiva y sexual, esforzándose en poseer esa libertad que consiste en ser capaz de elegir y decidirse, es decir de mandar en sí mismo, pero sin olvidar que en el fondo de muchos problemas morales lo que late es una falta de fe vivida y de experiencia cristiana, carencia que, está claro, no se resuelve simplemente con leyes. Por ello quien sabe encauzar sus instintos sexuales, quien sabe ponerlos al servicio del amor a Dios y de la entrega a los demás, esa persona logrará alcanzar su plenitud humana y espiritual. No puedo imaginarme a los grandes santos, que por ello mismo fueron grandes personalidades, sin una fuerte sexualidad puesta no al servicio de la
genitalidad, sino del amor.

Esto supone ver las virtudes auxiliares de la castidad a la luz de sus aspectos positivos, como por ejemplo darnos cuenta de que la pureza está al servicio de un amor generoso, el dominio de sí supone mi autocontrol para poder darme mejor y más eficazmente a los demás, por lo que es bueno también en la relación genital conyugal amorosa, y la educación es el presupuesto para poder amar con delicadeza.

UN PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA DESCUBRE UN EVANGELIO APÓCRIFO DE EGIPTO EN INGLATERRA


El documento relata parte de un exorcismo realizado por Jesús y unas palabras suyas
dirigidas a sus discípulos.

El decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra y profesor de Nuevo
Testamento de la Universidad de Navarra, Juan Chapa, ha descubierto en Inglaterra un nuevo evangelio apócrifo - texto que por su contenido o forma se parece a los cuatro evangelios incluidos en el Nuevo Testamento: Mateo, Marcos, Lucas y Juan -.

El fragmento, pertenece a la colección de papiros de Oxirrinco (Egipto), que se conserva y edita en la Universidad de Oxford, bajo el patrocinio de la Egypt Exploration Society de Londres y la British Academy. El texto, recién descubierto y publicado, mide siete centímetros de largo por siete de ancho y está escrito por ambos lados con restos de veintidós líneas.

Así, en una cara, el documento recoge unas palabras de Jesús dirigidas a sus discípulos que, según ha explicado Chapa, son "una llamada al seguimiento radical, con una alusión a Jerusalén y al Reino".

Mientras tanto, por la otra cara, se relata parte de un "exorcismo" realizado por Jesús que, según indica Chapa, no encuentra su paralelo exacto en los cuatro evangelios canónicos y que, más que un nuevo exorcismo, parece una síntesis de los ya conocidos por los otros evangelios y "atestigua la importancia que tuvo entre los primeros cristianos esta actividad de Jesús".

Según este especialista en papiros, que colabora desde hace años con el proyecto de edición de papiros de la colección británica, aún se desconoce el alcance del hallazgo, pero ha asegurado que "ofrecerá luces nuevas para conocer mejor el cristianismo de los dos primeros siglos y lo que leían y pensaban los primeros cristianos de Egipto, así como sobre la formación de los evangelios".

"Destaca especialmente por su antigüedad - señala Chapa -, pues fue escrito en torno al año 200. Se conservan muy pocos manuscritos de esa época, y menos aún testimonios de los evangelios apócrifos".

En ese sentido, ha apuntado que, de los dos primeros siglos, se posee "poco más de una decena de manuscritos" de los cuatro evangelios canónicos y únicamente cuatro de evangelios apócrifos: del evangelio de Tomás, del llamado Egerton Gospel - un evangelio desconocido que sólo se conoce por este manuscrito -, y de otros dos que algunos atribuyen al evangelio de Pedro.

Chapa ha explicado que los cuatro evangelios incluidos en el Nuevo Testamento son los que la Iglesia ha transmitido como testimonio auténtico procedente de época apostólica y que el resto de libros del mismo género se perdieron por no añadir nada nuevo a lo que contenían aquellos cuatro, o porque se elaboraron a partir de ellos con el fin de difundir alguna doctrina particular, en ocasiones en disconformidad con la que se encuentra en los evangelios canónicos.

GARABANDAL


Padre Richard Gilsdorf: “Lo que Dios escondió a los sabios y maestros, Él se lo ha revelado a estas
insignificantes niñas”

Un testimonio que VALE LA PENA SER LEIDO COMPLETO porque expresa magistralmente el
por qué de las visitas recientes de nuestra Madre del Cielo.

Pequeño anticipo:

“Cuando María visitó durante cuatro años esa aldea, creó un ambiente sobrenatural de cielo en la tierra. Aquí , la Madre de la Iglesia demostró la genuina renovación que el Concilio pretendía para todo el mundo. Comenzando con cuatro pequeñas niñas que recogían manzanas de un árbol, Garabandal, nos ofrece la promesa de un nuevo Jardín del Edén, un nuevo Paraíso, en cada ciudad y pueblo donde la gente tenga sus hogares”.

“El Modernismo intenta restarle trascendencia, gracia y sobrenaturalidad a la esencia de la Iglesia. La mejor manera de combatir esta apostasía, para nosotros, es hacer conocer los milagros, los mensajes proféticos y las visitas celestiales, con que hemos sido bendecidos”.

“Cuando se hiere al pastor se dispersa el rebaño. La misteriosa "cuenta regresiva" de los últimos papas señala "el fin de los tiempos" con su variedad de interpretaciones. Esta profecía nos dice que la presente anarquía no durará mucho. Pronto llegará el día en que se termine la ilusoria victoria de Satanás”.

“Los dos caminos son la lealtad o la separación hacia el Papa. El Papa es la Roca, el que tiene las llaves, el Vicario, el Pastor universal, y todo aquel que disienta, aun los de más alta investidura, "van por el camino de la perdición".

“A medida que la crisis se profundiza, será cada vez más evidente que el aviso, el milagro y el castigo serán la solución. Cuando ya nada en la tierra pueda ayudar, entonces intervendrá el cielo”.

“Cuando leí por primera vez la historia de Garabandal, me sentí transportado a un reino de bondad e inocencia. La simplicidad de esa bendita aldea, la humildad de su gente, con una fe tan simple, se convirtió para mí en un refugio espiritual al cual he recurrido cada vez que me empezaba a sofocar la contaminación de la sofisticación, los enredos de la "nueva tecnología", la red de la burocracia, los católicos "maduros" propagando la "nueva Iglesia".

“Nuestra Señora de Garabandal ha sostenido mi sacerdocio durante todos estos años. Presento aquí mi testimonio con gratitud y alegría. Nosotros estamos viviendo ahora en suspenso. El triunfo de la Iglesia depende de esta revelación, hecha justo a tiempo, de la misericordiosa intercesión de la Madre que nos abrió Su corazón, y más especialmente hacia los sacerdotes, por las calles y callejas de un pueblo pobre y entre los pinos de una montaña paradisíaca. ¡Pronto, querida Madre!”.

Testimonio del Padre Richard Gilsdorf, Doctor en Sagradas Escrituras, párroco de la parroquia
de la Santísima Trinidad en Casco, Wisconsin:

Me enteré sobre Garabandal en 1966 y esto salvó mi vida sacerdotal.
Al final del Concilio Vaticano y en los años siguientes se esparcía el letal "Espíritu del Vaticano
II". La interpretación ortodoxa de la Letra del Concilio quedaba dormida. Muy pocos se molestaron en leer los documentos y el acta. Ingenuamente se la llamaba la "nueva Iglesia" y estaba impulsada con interpretaciones libres de editores y publicistas. No solo declaraban el cambio radical de los rituales y las devociones, sino que también consideraban que debían revisarse y disentir sobre los mismos dogmas de fe.

Esta revolución se vivió mas precisamente en los seminarios y en los conventos. Durante esta nueva etapa yo enseñaba en un seminario. Yo seguía de cerca, ávidamente, el Concilio, y estaba
entusiasmado por sus progresos y promesas. Pero empecé a ser seducido por el seudo-espíritu que todo lo envolvía.

En este punto crucial, en 1966, leí unas breves noticias sobre los acontecimientos de las apariciones de Garabandal en España. Fue una gracia especial, un regalo de discernimiento de
Nuestra Señora del Buen Consejo. Comencé el doctorado de las Sagradas Escrituras. La necesidad de discernimiento empezó a ser lo más urgente en esos tiempos de fermento escolar y desmitologia sistemática.

Cuando volví, con mi doctorado, el seminario estaba casi cerrado y me asignaron un trabajo pastoral. Todos esos años, me mantuve bien informado sobre los eventos y mensajes, las palabras y hechos de Garabandal. La visita de Joey Lomangino a mi parroquia fue un día memorable.

A esta breve historia, quería agregar solo algunos de los muchos elementos de Garabandal que me han sostenido y, literalmente, "salvado" durante años de agudo sufrimiento espiritual.

Como ya lo he dicho, yo había sido poderosamente estimulado por el anuncio y el progreso de Vaticano II. Era motivo de una inmensa alegría el hecho que tan temprano, en mi vida sacerdotal,
haya ocurrido tal evento histórico. Yo me consideraba "liberal" o "progresista". En 1966,
cuando leí acerca de las apariciones en el norte de España, me asombró la coincidencia con los años que María residió en Garabandal con los años del Concilio Ecuménico. No es sencillo interpretar este hecho. Tal vez, Garabandal, era el comentario celestial sobre el Concilio, dándole a la Fe un antídoto contra el "espíritu" que pronto comenzaría a propagarse. De todas formas, la mera coincidencia, sonaba como una voz de alarma para mí, tanto como para evaluar con sumo cuidado los nuevos vientos de cambio.

FATIMA Y GARABANDAL

También llegué a convencerme que el Mensaje de Garabandal tenía como base el Mensaje de Fátima, pero actualizado, interpretando lo que ya había ocurrido y lo que estaba por venir en el futuro cercano. El hecho que estos acontecimientos tuvieran lugar justo después del la esperada, pero fallida, fecha para la revelación del "Tercer Secreto" de Fátima, junto con la desilusión para quienes, tal vez con desordenada curiosidad, estaban esperando angustiosamente una
revelación publica, me llevaron a ver una relación entre las dos visitas de María de este siglo.

Toda la atmósfera de las apariciones en Garabandal, así como el resumen de los temas en el Mensaje Final, parecían apuntar hacia lo que muchos especialistas creen que es la mayor parte respecto del secreto de Fátima, principalmente respecto de la crisis de la Iglesia, el grave asalto contra el Santísimo Sacramento, el sacerdocio, el papado, la devoción a María, la virtual
apostasía solo posible a causa de una división en la jerarquía. En Fátima, María advirtió que Rusia esparciría sus errores por todo el mundo. Por definición, los errores de Rusia son el materialismo ateo. Yo creo que la Iglesia occidental ha sucumbido, sin quererlo, a estos errores de Rusia.

LA META DE LA VIDA CRISTIANA

El Mensaje Final sintetiza el gran tema de Garabandal. La Santa Eucaristía, este Misterio de la Fe, es el centro del mensaje de María. Tal como el Concilio lo ha definido tan acertadamente, este sacramento es "la fuente y meta de toda la vida cristiana".

A través de los años de Su visita en la montaña, María, directa e indirectamente, apuntó nuestra atención hacia la presencia real de su Hijo. ¿Por qué no visitan a mi Hijo con mas frecuencia?. Él los espera día y noche. La constante recepción de la Santa Eucaristía por parte de las niñas, a través del ministerio de un ángel, coronada por el "milagrucu" de la Hostia visible, ha ido siguiendo un mismo hilo conductor.

Uno de los miles de hechos sorprendentes que me llegó al corazón fue la polvera que sirvió durante la guerra para llevar la Comunión a los prisioneros por su Fe. Todos, niños y
mayores quedaron perplejos cuando María pidió la polvera para besarla antes que todo: "pertenece a mi Hijo". ¡Fue un recordatorio hacia la reverencia que se debe observar hacia los vasos sagrados!

Mientras que en el primer mensaje, el 18 de octubre de 1961, nos animaba a "...visitar al Santísimo Sacramento con frecuencia", el último mensaje, 18 de junio de 1965, transmitía el mensaje central del Cielo: "Cada vez se le da menos valor a la Eucaristía". Esto llegó justo con el bamboleo de la fe Eucarística: duda, negativa, abuso y sacrilegio.

Por siglos, la Iglesia ha levantado un muro de protección hacia el mas preciado Tesoro, la Santa Eucaristía , "inaestimabile donum", don inestimable. Pero en estos últimos años, este muro fue desarmado ladrillo a ladrillo, de tal forma que hoy el Sacramento ha quedado expuesto al manoseo publico. La doctrina sobre este Misterio de Fe se ha perdido en nuestra generación.
Como consecuencia práctica hay pocas visitas al Santísimo, pocos signos de reverencia, el Santísimo dejado solo durante las adoraciones, por poco se lo trata como simple pan y vino que son apenas símbolos de cosas terrenas en vez de Realidades Sagradas.

En pocas palabras, el Mensaje, rescató mi conciencia. La pérdida de la adoración al Santísimo Sacramento ha sido una constante y creciente causa de angustia en mi vida sacerdotal. Todos los pastores deben ser custodios de la Santa Eucaristía. Yo mismo me encuentro al frente de un combate para proteger a Nuestro Señor y a mis fieles en su reverencia y su Fe. He sido bendecido con fieles muy devotos, lo cual me consuela mucho. Pero el ambiente, en general, en el cual conviven y el mal ejemplo de algunos visitantes los deja perplejos.

El Mensaje en sí mismo es negativo, pero visto como un veredicto del Cielo, ha confirmado mi propia convicción sobre lo que, quizás, es la mayor amenaza para la vida del católico.

DIGNIDAD SACERDOTAL

La Eucaristía nunca podrá ser separada del Sacerdocio. Este es el otro gran tema de Garabandal, la profunda preocupación por los sacerdotes. Conchita remarcó que casi todos los días, María, le hablaba sobre el sacerdocio. Mientras que por un lado muchos sacerdotes agonizaban de una "crisis de identidad", en una remota aldea, el Cielo, proclamaba, con palabras y con hechos, la grandeza y dignidad del Sacerdocio.

María demostró un profundo amor maternal hacia todos los sacerdotes, por que son sus Hijos, otros Cristos. Aquí no voy a desarrollar lo que casi todos los lectores ya saben. Solo voy a
mencionar el hecho que el ángel administraba la comunión a los niños, solo cuando el párroco del lugar no se encontraba. Algunos observadores del lugar le pidieron explicaciones, a Conchita, de como obtenía, el ángel, la Santa Eucaristía, ya que solo puede ser consagrada por un sacerdote.

El ángel le confirmó que solo un sacerdote puede consagrar la Santa Eucaristía y que las formas eran tomadas de tabernáculos de aquí en la tierra. María, le repitió varias veces la admonición
tradicional: si vieran a un sacerdote y a un ángel al mismo tiempo, primero deben reverenciar al sacerdote.

Pero, luego, leemos las palabras del Mensaje Final: "Muchos cardenales, muchos obispos y muchos sacerdotes van por el camino de la perdición y arrastran muchas almas consigo". Se
puede entender la reticencia que Conchita tuvo al divulgar estas palabras. ¿No fue la mismísima María la que enseñó a las niñas a reverenciar amorosamente a los consagrados?.

Conchita tuvo una temporal evasión cuando mencionó solo: "muchos sacerdotes".
Pero cuando el obispo le preguntó exactamente, qué fué lo que le dictó el ángel, luego ella agregó: "Muchos cardenales, muchos obispos..." Cuando se le preguntó por qué no había dicho la frase completa, Conchita respondió: "Todos son sacerdotes".

DOS CAMINOS OPUESTOS

¿Cómo entender este contraste?. El Mensaje nos dice el por qué se debe destacar la identidad del sacerdocio y el por qué los fieles deben rezar, fervientemente, por los pastores de sus almas. A pesar de que las palabras son tan acusadoras y negativas, me han ayudado en forma constructiva. Yo también he experimentado la pía reticencia de Conchita.

Hace unos años atrás, me esforzaba por describir la pobre formación y la falta de disciplina de tantos hermanos sacerdotes. ¿Estaba tan equivocado? Luego vinieron las tristes consecuencias: sacerdotes divididos en dos grupos, avanzando sobre dos caminos opuestos. Fue recién después de tantos años, luego de acumular tanta evidencia que me choco con la realidad. También los
cardenales y los obispos, que también son sacerdotes, están divididos en dos caminos: lealtad o segregación.

A través de las apariciones, María, la Madre de la Iglesia, recalcó la suprema autoridad unificante del papado. Los dos caminos son la lealtad o la separación hacia el Papa. El Papa es la Roca, el que tiene las llaves, el Vicario, el Pastor universal, y todo aquel que disienta, aun los de más alta
investidura, "van por el camino de la perdición".

Esta disgregación es la causa principal del fenómeno de confusión que María anunció se iba a intensificar antes del Milagro. Cuando se hiere al pastor se dispersa el rebaño. La misteriosa "cuenta regresiva" de los últimos papas señala "el fin de los tiempos" con su variedad de interpretaciones.

Esta profecía nos dice que la presente anarquía no durará mucho. Pronto llegará el día en que se termine la ilusoria victoria de Satanás.

AVISO - MILAGRO- CASTIGO

A medida que la crisis se profundiza, será cada vez más evidente que el aviso, el milagro y el castigo serán la solución. Cuando ya nada en la tierra pueda ayudar, entonces intervendrá el cielo. De todas las formas posibles de intervención, la secuencia: aviso-milagro-castigo condicional parece reflejar exactamente la misericordia y la justicia Divina. El Aviso, "una corrección en la conciencia del mundo", un anticipado juicio individual ante la eternidad, es seguramente el último llamado de la misericordia Divina. He notado una conexión de estos sucesos con
la revelación que la Divina Misericordia le realizara a Sor Faustina.

El Gran Milagro será un derrame de la amorosa curación y el misericordioso perdón del Corazón de Cristo hacia aquellos que respondan al Aviso. ¿Será la cruz de Cristo la señal que aparecerá en el cielo, iluminando la tierra, como le fue predicho a la hermana Faustina , tal vez en conexión con el Milagro? En esta época de la comunicación electrónica y de satélites, el impacto del Milagro sobre todo el mundo será de tal envergadura que Dios podrá decir: "¿Qué mas puedo hacer por Uds. que no haya hecho?".

El Castigo es condicional. Me pregunto: ¿Cómo es posible que alguien pudiera resistir la persuasiva misericordia Divina?. Sin embargo todos conocemos la ceguera espiritual, las
mentes y los corazones cerrados hacia lo sobrenatural. Solo podemos rezar para que la apocalíptica escena de la "noche de los gritos" sea evitada. De todas formas se comprende el
presentimiento de Conchita. Pues tanto la justicia como la misericordia son ambas atributos del mismo Dios.

Cuando leí por primera vez la historia de Garabandal, me sentí transportado a un reino de bondad e inocencia. La simplicidad de esa bendita aldea, la humildad de su gente, con una fe tan simple, se convirtió para mí en un refugio espiritual al cual he recurrido cada vez que me empezaba a sofocar la contaminación de la sofisticación, los enredos de la "nueva
tecnología", la red de la burocracia, los católicos "maduros" propagando la "nueva Iglesia".
Cuando María visitó durante cuatro años esa aldea, creó un ambiente sobrenatural de cielo en la tierra. Aquí, la Madre de la Iglesia demostró la genuina renovación que el Concilio pretendía para todo el mundo. Comenzando con cuatro pequeñas niñas que recogían manzanas de un árbol, Garabandal, nos ofrece la promesa de un nuevo Jardín del Edén, un nuevo Paraíso, en cada ciudad y pueblo donde la gente tenga sus hogares.

A medida que me iba sumergiendo en el Mensaje de Garabandal, me fui maravillando de la profundidad, ortodoxia y coherencia de su "teología". A las niñas, le hacían muchas preguntas difíciles, por una variedad de observadores provenientes de muchos lugares. Algunas preguntas, sin duda, buscaban enredar a las niñas en errores que pudieran desacreditarlos. Pero siempre las respuestas fueron realizadas en completa armonía con la doctrina católica. Esto es, obviamente, una de las bases en el criterio de autenticidad. Antes de responder, las niñas, casi siempre, consultaban a la Virgen o al ángel, lo que confirmaría su fuente celestial por su simplicidad sublime.

Lo que Dios escondió a los sabios y maestros, Él se lo ha revelado a estas insignificantes niñas.

También se originaron otras preguntas cuando las niñas, espontáneamente, buscaban entender cosas de la fe. Son demasiados los ejemplos como para citarlos aquí. Dependiendo de la disposición y de la motivación de las preguntas, las respuestas brindaron consolación, confirmación y paz o confusión, intranquilidad y frustración. Estos diálogos nos recuerdan las preguntas capciosas que, en el evangelio, le hacia a Jesús cuando enseñaba y sus respuestas concisas y rotundas chocaban contra los esquemas de sus enemigos.

El Modernismo intenta restarle trascendencia, gracia y sobrenaturalidad a la esencia de la Iglesia. La mejor manera de combatir esta apostasía, para nosotros, es hacer conocer los milagros, los mensajes proféticos y las visitas celestiales, con que hemos sido bendecidos.

Garabandal y un testigo en relación con ello, el Padre Pío, es un ejemplo eminente. ¿Qué puede refutar al secularismo con mas fuerza, podríamos decir, que las mismas palabras de María a los niños de Fátima: "Vengo del Cielo".

Como conclusión, debo asegurar que nunca he dudado sobre la autenticidad de lo que ha ocurrido en Garabandal. Es abrumadora la convergencia de las evidencias externas e internas. Por ello, ha sido una alegría inexplicable el hecho que me hayan invitado a escribir el presente artículo.
Espero que pronto, nosotros, los sacerdotes nos sintamos más animados en anunciar este Mensaje de liberación a nuestros sufridos fieles. Nosotros rezamos para que se cumplan las promesas de María: la conversión de Rusia, la conversión de los pecadores, la conversión
del mundo entero, el logro de un solo rebaño con un solo Pastor.

Nuestra Señora de Garabandal ha sostenido mi sacerdocio durante todos estos años. Presento aquí mi testimonio con gratitud y alegría. Nosotros estamos viviendo ahora en suspenso. El triunfo de la Iglesia depende de esta revelación, hecha justo a tiempo, de la misericordiosa intercesión de la Madre que nos abrió Su corazón, y más especialmente hacia los sacerdotes, por las calles y callejas de un pueblo pobre y entre los pinos de una montaña paradisíaca. ¡Pronto, querida Madre!.

A.M.G.D
"Pueblo de María" / "Virgendegarabandal.com"

¿CONFESARSE CON UN HOMBRE?


Jesús comunicó el poder de perdonar pecados a sus apóstoles. Jesús confió el ejercicio del poder de absolución solamente a sus apóstoles. Jesús quería que la reconciliación con Dios pasara por el camino de la reconciliación con la Iglesia.

Autor: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá Fuente: Para dar razón de nuestra Esperanza,
sepa defender su Fe.

¿Confesarse con un hombre?

El otro día, hablando de la confesión alguien me dijo: «¿Cómo se le ocurre que yo me voy a confesar con un pecador como yo? Yo me confieso con Dios y punto. Entro en mi habitación, oro con fervor y Dios me perdona». Le contesté que el asunto no es tan simple. Muchas veces acomodamos la religión a nuestra manera, y así pasa también con la confesión. La confesión
no es solamente «pecar, orar y listo». Hay que buscar a un sacerdote. Hacer un gran acto de humildad. Decirle sus pecados. Y luego recibir una corrección fraterna y la absolución del sacerdote de la Iglesia. Eso no lo han inventado los curas. Hay claras indicaciones en la Biblia acerca de la confesión delante de un ministro de la Iglesia.

Queridos hermanos católicos, en esta carta quiero explicarles primero lo que nos enseña la Biblia acerca del perdón de los pecados, y luego voy a contestar algunas dudas acerca de la confesión que algunos hermanos de otra religión nos plantean. Muchos católicos, sin mayor formación religiosa, fácilmente se dejan influenciar por estas inquietudes y sin darse cuenta se les van los grandes tesoros que Jesús confió a su Iglesia. Con esta carta no quiero ofender a nadie, pero lo que me mueve a escribir estas líneas es el amor por la verdad. Ya que solamente «la verdad nos hará libres» (Jn. 8, 32).

¿Qué nos enseña la Biblia acerca del perdón de los pecados?

1. Jesús perdona los pecados. En el Antiguo Testamento el perdón de los pecados era un derecho solamente de Dios. Ningún profeta y ningún sacerdote del Antiguo Testamento pronunció absolución de pecados. Sólo Dios perdonaba el pecado.
En el Nuevo Testamento, por primera vez, aparece alguien, al lado de Dios Padre, que perdona los pecados: Jesús. El Hijo de Dios dijo de sí mismo: «El Hijo del Hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra» (Mc. 2, 10).

Y en verdad Jesús ejerció su poder divino: «Cuando Jesús vio la fe de aquella gente, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc. 2, 5).

Frente a una mujer pecadora Jesús dijo: «Sus pecados, sus numerosos pecados le quedan perdonados, por el mucho amor que mostró» (Lc. 7, 47).

Y en la cruz Jesús se dirigió a un criminal arrepentido: «En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso» (Lc. 23, 43).

2. Jesús comunicó el poder de perdonar pecados a sus apóstoles. Jesús quiso que todos sus discípulos, tanto en su oración como en su vida y en sus obras, fueran signo e instrumento de perdón. Y pidió a sus discípulos que siempre se perdonaran las ofensas unos a otros (Mt.
18, 15-17). Sin embargo, Jesús confió el ejercicio del poder de absolución solamente a sus apóstoles. Jesús quería que la reconciliación con Dios pasara por el camino de la reconciliación con la Iglesia. Lo expresó particularmente en las palabras solemnes a Simón Pedro: «A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mat. 16, 19). Esta misma autoridad de «atar» y «desatar» la recibieron después todos los apóstoles (Mt. 18, 18). Las palabras «atar» y «desatar» significan: Aquel a quien excluyen ustedes de su comunión, será excluido de la comunión con Dios.

Aquel a quien ustedes reciben de nuevo en su comunión, será también acogido por Dios. Es decir, la reconciliación con Dios pasa inseparablemente por la reconciliación con la Iglesia.

El mismo día de la Resurrección, Jesucristo se apareció a los apóstoles, sopló sobre sus cabezas y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a
quienes se los retengan, les quedarán retenidos» (Jn. 20, 22-23).

Y en la Iglesia primitiva ya existía el ministerio de la reconciliación como dice el apóstol Pablo: «Todo eso es la obra de Dios, que nos reconcilió con El en Cristo, y que a mí me encargó la obra de la reconciliación» (2 Cor. 5, 18).

3. Los apóstoles comunicaron el poder divino de perdonar pecados a sus sucesores.
Las palabras de Jesucristo sobre el perdón de los pecados no fueron sólo para los Doce apóstoles, sino para pasarlas a todos sus sucesores. Los apóstoles las comunicaron con la imposición de manos. Escribe el apóstol Pablo a su amigo Timoteo: «Te recomiendo que avives el fuego de Dios
que está en ti por la imposición de mis manos» (2 Tim. 1, 6).

Los apóstoles estaban conscientes de que Jesucristo tenía una clara intención de proveer el futuro de la Iglesia; estaban convencidos de que Jesús quería una institución que no podía desaparecer con la muerte de los apóstoles. El Maestro les había dicho: «Sepan que Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (Mt. 28, 20), y «las fuerzas del infierno no podrán vencer a la Iglesia» (Mt. 16, 18). Así las promesas de Jesús a Pedro y a los apóstoles, no sólo valen para sus personas, sino también para sus legítimos sucesores.

Como conclusión podemos decir: Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (Jn. 20, 23; 2 Cor. 5, 18). Los obispos, o sucesores de los apóstoles, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ahora ejerciendo este ministerio. Ellos tienen el poder de
perdonar los pecados «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».

Dudas que plantean otras iglesias acerca de la confesión.

1. ¿En qué se basan los católicos para decir que los sacerdotes pueden perdonar los
pecados? La Iglesia Católica lee con atención toda la Biblia y acepta la autoridad divina que Jesús dejó en manos de los Doce apóstoles y sus legítimos sucesores. Esto ya está explicado. El poder divino de perdonar pecados está claramente expresado en lo que hizo y dijo Jesús ante sus
apóstoles: El Señor sopló sobre sus cabezas y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retengan les quedan retenidos» (Jn. 20, 22-23).

Los apóstoles murieron y, como Cristo quería que ese don llegara a todas las personas de todos los tiempos, les dio ese poder de manera que fuera transmisible, es decir, que ellos pudieran transmitirlo a sus sucesores. Y así los sucesores de los apóstoles, los obispos, lo delegaron a
«presbíteros», o sea, a los sacerdotes. Estos tienen hoy el poder que Jesús dio a sus apóstoles: «A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados» y nunca agradeceremos bastante este don de Dios que nos devuelve su gracia y su amistad.

2. ¿Para qué decir los pecados a un sacerdote, si Jesús simplemente los perdonaba?
Es verdad que Jesús perdonaba los pecados sin escuchar una confesión. Pero el Maestro divino leía claramente en los corazones de la gente, y sabía perfectamente quiénes estaban dispuestos a recibir el perdón y quiénes no. Jesús no necesitaba esta confesión de los pecados. Ahora bien, como el pecado toca a Dios, a la comunidad y a toda la Iglesia de Cristo, por eso Jesús quería que el camino de la reconciliación pasara por la Iglesia que está representada por sus obispos y sacerdotes. Y como los obispos y sacerdotes no leen en los corazones de los pecadores, es lógico que el pecador tiene que manifestar los pecados. No basta una oración a Dios en el silencio de nuestra intimidad.

Además el hombre está hecho de tal manera que siente la necesidad de decir sus pecados, de confesar sus culpas, aunque llegado el momento le cuesta. El sacerdote debe tener suficiente conocimiento de la situación de culpabilidad y de arrepentimiento del pecador. Luego el sacerdote, guiado por el espíritu de Jesús que siempre perdona, juzgará y pronunciará la
absolución: «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo». La absolución es realmente un juicio que se pronuncia sobre el pecador arrepentido. Es mucho más que un sentirse liberado de sus pecados.

Es decir, a los ojos de Dios: no existen más esos pecados. Está realmente justificado. Y como consecuencia lógica, dada la delicadeza y la grandeza de este misterio del perdón, el sacerdote está obligado a guardar un secreto absoluto de los pecados de sus penitentes.

3. «Pero el sacerdote es pecador como nosotros», dirán algunos.
Y les respondo: También los Doce apóstoles eran pecadores y sin embargo Jesús les dio poder para perdonar pecados. El sacerdote es humano y dice todos los días: «Yo pecador» y la Escritura dice: «Si alguien dice que no ha pecado, es un mentiroso» (1Jn. 1, 8). Aquí la única razón que
aclara todo es esta: Jesús lo quiso así y punto. Jesús fundamentó la Iglesia sobre Pedro sabiendo que Pedro era también pecador. Y Jesús dio el poder de perdonar, de consagrar su Cuerpo y de anunciar su Palabra a hombres pecadores, precisamente para que más aparecieran su bondad y su misericordia hacia todos los hombres. Con razón nosotros los sacerdotes reconocemos que llevamos este tesoro en vasos de barro y sentimos el deber de crecer día a día en santidad
para ser menos indignos de este ministerio.

El sacerdote perdona los pecados por una sola razón: porque recibió de Jesucristo el poder de hacerlo. Además, durante la confesión aprovecha para hacer una corrección fraterna y para alentar al penitente. El confesor no es el dueño, sino el servidor del perdón de Dios.

Y otro punto importante es que el sacerdote concede el perdón «en la persona de Cristo»; y cuando dice «Yo te perdono…» no se refiere a la persona del sacerdote sino a la persona de Cristo que actúa en él. Los que se escandalizan y dicen ¿cómo un sacerdote que es un hombre puede perdonar a otro hombre? es que no entienden nada de esto.

¿Qué otras diferencias hay entre católicos y protestantes acerca de la confesión?
El protestante comete pecados, ora a Dios, pide perdón, y dice que Dios lo perdona. Pero ¿cómo sabe que, efectivamente, Dios le ha perdonado? Muy difícilmente queda seguro de haber sido perdonado.

En cambio el católico, después de una confesión bien hecha, cuando el sacerdote levanta su mano consagrada y le dice: «Yo te absuelvo en el nombre del Padre…», queda con una gran seguridad de haber sido perdonado y con una paz en el alma que no encuentra por ningún otro camino.

Por eso decía un no-católico: «Yo envidio a los católicos. Yo cuando peco, pido perdón a Dios, pero no estoy muy seguro de si he sido perdonado o no. En cambio el católico queda tan seguro del perdón que esa paz no la he visto en ninguna otra religión». En verdad, la confesión es el
mejor remedio para obtener la paz del alma.

El católico sabe que no es simplemente: «Pecar y rezar, y listo». Pongamos un caso: Una mujer católica comete un aborto. No puede llegar a su pieza, rezar y decir que todo está arreglado. No. Ella tiene que ir a un sacerdote y confesarle su pecado. Y el sacerdote le hará ver lo grave de su pecado, un pecado que lleva a la excomunión de la Iglesia. El sacerdote le aconsejará una penitencia fuerte. Ella quizás hasta llorará en ese momento y antes del próximo aborto seguramente lo pensará tres veces… ¿Y ese señor que compra lo robado? ¿Y esa novia que no se hace respetar por el novio? ¿Y esa mujer que quita la fama con su lengua? ¿Y ese borracho?… Confesando sus pecados, se encontrarán con alguien que les habla en nombre de Dios y les hace
reflexionar y cambiar su vida.

Queridos hermanos, termino esta carta con una gran esperanza de que nosotros los católicos seamos capaces de descubrir de nuevo el gran tesoro de la confesión.

Cuántos miles de personas mejoraron su vida sólo con hacer una buena confesión. Un gran psicólogo decía: «Yo no conozco ningún método tan bueno para mejorar una vida como la confesión de los católicos». Espero que este «gran tesoro» que dejó Jesús en su Iglesia, sea también provechoso para el crecimiento de nuestra vida espiritual.

Décima a lo Divino por el Hijo Pródigo:
Padre de mi corazón aquí estoy arrepentido, a tus pies estoy rendido, concédeme tu perdón. Póngame la bendición y olvide usted sus enojos como pisando entre abrojos hoy he llegado hasta aquí a hacerle correr por mí las lágrimas de sus ojos.

Cuestionario.

¿Quién podía perdonar los pecados en el Antiguo Testamento?
¿Quién puede perdonarlos en el Nuevo Testamento?
¿A quiénes delegó Jesús este poder?
¿A quiénes lo delegaron los Apóstoles?
¿En nombre de quién perdonan los sacerdotes?
¿Qué significa que el sacerdote perdona en nombre de Cristo?
¿Puede un católico confesar sus pecados directamente a Dios?
¿Cuándo tiene seguridad el católico de que es perdonado por Dios?
¿La tiene igual elevangélico?
¿Cómo se confiesan ellos?
¿Por qué hay que decir los pecados al sacerdote?

AMORTH: AL NOMBRAR A JUAN PABLO II Y BENEDICTO XVI LOS DEMONIOS ESCUPEN, RABIAN, TIEMBLAN Y LLORAN


«El último exorcista»

¿Cómo reconocer a los falsos profetas de la Iglesia? II Estamos en un «choque final» entre el ejército de Satanás y el de Dios II La estrategia de Lucifer hoy II Medjugorje y la derrota de Satán.

"Satanás ataca sobre todo al Papa. Su odio por el sucesor de Pedro es feroz. Lo he experimentado en mis exorcismos. Cuando nombro a Juan Pablo II los demonios escupen rabia. Otros tiemblan. Otros lloran y suplican que no lo nombre más. Y esto también sucede con Benedicto XVI". Así es como describe el destacado exorcista Gabrielle Amorth la acción de Lucifer en su libro "El último
exorcista".

Según informa César Uribarri en el blog "No quedará piedra sobre piedra" alojado en Religión en Libertad, el padre Amorth comenta sobre el título de su obra escrita con el vaticanista Paolo Rodari que "es obvio que no yo no soy el último exorcista en este mundo", pues, agrega, "después de mi vendrán otros, es más, ya han venido, incluso jóvenes". Sin embargo, añade Amorth, "en el mundo somos tan pocos que cada uno de nosotros en su batalla diaria se siente inevitablemente como si fuera el último, el último exorcista llamado a combatir contra el gran enemigo, el príncipe de este mundo, Satanás". Y aprovecha para lamentar que la Iglesia, "todavía hoy, hace muy poco por formar a nuevos exorcistas. Hacen poco los obispos. Es ésta mi queja y por ese motivo he aceptado que el libro saliese con este título”.

Por su interés reproducimos algunos estractos del libro "El último exorcista".

Falsos profetas dentro de la Iglesia.

“El mundo está bajo el poder del diablo. Y junto con Satanás muchos de sus profetas. Personas que la Biblia llama los falsos profetas. Falsos porque llevan a la mentira y no a la verdad. Estas personas existen tanto fuera como dentro de la Iglesia. ¿Cómo reconocerlos? El exorcista que cuenta en su haber miles de exorcismos, asegura que "son fácilmente reconocibles: dicen que hablan en nombre de la Iglesia pero hablan en nombre del mundo. Exigen de la Iglesia que asuma los roles del mundo, y hablando así confunden a los fieles y llevan a la Iglesia a aguas que nos son las suyas. Son las aguas del Maligno. Las aguas que la Biblia describe de modo
admirable en su último libro, el Apocalipsis".

La ira de Satanás y la Encarnación.

"La ira de Satanás ha existido desde el principio del mundo. Pero cuando Dios ha enviado al mundo a su Hijo, Jesús, esta rabia ha aumentado. Con la venida de Cristo el choque entre los dos ejércitos se hace directo. Satanás incita al pueblo contra Cristo y se las arregla para convencerlo de que debe matarlo. La muerte de Jesús es la victoria de Satanás. Una victoria aparente, porque en realidad con la Resurrección es Cristo quien triunfa. Pero su victoria no elimina el mal. No elimina la presencia del dragón, la bestia, Satanás. Éstos todavía permanecen, pero desde la venida de Cristo el hombre tiene la certeza de que, si confía en Él, puede vencer. A pesar de las
dificultades de la vida puede vencer a la muerte".

El mundo actual y la lucha feroz entre Satanás y Dios.

"Hoy en día, dos mil años después de la venida de Cristo, la lucha es más feroz. Estamos en un choque final. Por un lado, el ejército de Satanás. Por el otro el ejército de Dios con todos sus santos y mártires, que derramaron su sangre en beneficio de los que permanecen en el combate. Cada gota de sangre de los mártires es usada por Dios en esa lucha continua contra el diablo”

La estrategia de Lucifer: los hombres con poder y los hombres de Iglesia.

“El ataque de Satanás está destinado principalmente a quienes ostentan puestos de poder en el mundo. Porque atacar a los hombres que tienen grandes responsabilidades equivale a atacar en cascada a muchísimas personas. Y después, los más atacados son los hombres de la Iglesia".

Los demonios suplican que no nombre a Juan Pablo II y Benedicto XVI.

"Satanás ataca sobre todo al Papa. Su odio por el sucesor de Pedro es feroz. Lo he experimentado en mis exorcismos. Cuando nombro a Juan Pablo II los demonios escupen rabia. Otros tiemblan. Otros lloran y suplican que no lo nombre más. Y esto también sucede con Benedicto XVI. Cada gesto de Joseph Ratzinger, su liturgia, son un poderoso exorcismo contra la furia del demonio".
"Después del Papa, Satanás ataca a los cardenales, obispos y a todos los sacerdotes y religiosos. Es
normal que sea así. Ninguno se debería escandalizar. Los sacerdotes, religiosos y religiosas, están llamados a una dura lucha espiritual. No deben ceder ante el diablo. Si abren la puerta de su alma al diablo, aunque sea ligeramente, éste entra y les toma toda su vida.”

Medjugorje... "pronto, muy pronto"

“Nuestra Señora dijo en Medjugorje el 14 de abril de 1982: Dios ha permitido que Satanás ponga a prueba a la Iglesia durante un siglo, pero ha añadido: No la destruirá. Este siglo en el que vivís está bajo el poder de Satanás, pero cuando sean realizados los secretos que os he confiado, su
poder se quebrará".

"Palabras que nos dicen que Satanás está hoy trabajando, pero a la vez que él, también está la Virgen. Sabemos poco de los secretos confiados a los videntes de Medjugorje. Sabemos sin embargo que cuando - pronto, muy pronto - estos secretos se realicen, el dragón será derrotado y el reino de la luz triunfará.”

LA TAZA DE TÉ


Un hombre calvo y demacrado se hallaba en su cama, la cara pálida, le habían trasplantado la médula ósea porque tenía leucemia.

La enfermera Hanne Dina se le acercó, lo saludó y le preguntó si quería sopa y él dijo que no, que solo quería dormir. Al rato Hanne le llevó la medicina y él se la tomó con disgusto y volvió a hundirse en la almohada.

Hanne fue a la cocina del hospital preparó para ella una taza de te, preparó una bandeja y colocó la tetera y dos tazas y se dirigió al cuarto del enfermo preguntándole: Lo molesto si tomo el té aquí? Quisiera ver las noticias acá mientras tomo el té.
Claro que no me molesta respondió. Ella encendió el televisor mientras le decía: Traje una taza extra por si quiere té. Sí, me sirve media taza, por favor, respondió el enfermo.

Al día siguiente Hanne volvió con la bandeja y dos tazas y así lo hizo por una semana. A los pocos días se fue: se había restablecido lo suficiente para irse a terminar su convalecencia en su casa.

Cuatro meses más tarde Hanne estaba en un centro comercial cuando oyó una voz potente. ¡ Hanne, que gusto de verla”. La enfermera lo reconoció. Era el enfermo de la taza de té. Él la abrazó y presentándole a la esposa, dijo: “Ésta es Hanne, la mujer que me salvó la vida con una taza de té”.

Pequeños gestos pueden mostrar grandes amores y grandes simpatías. No tenemos idea de lo que Dios puede hacer con lo poco que tenemos a mano. Pueden ser dos panes y dos peces pero con el aderezo del corazón algo milagroso puede suceder. No menosprecies lo poco que tiene y extiéndelo hoy al que está cerca de ti.

“Les aseguro que Dios no se olvidará de premiar al que dé un vaso de agua fresca a uno de mis seguidores, aunque se trate del menos importante”. Mateo 10:42

Luego tomó los cinco panes y los pescados, y dio gracias a Dios. Partió los panes y los pescados en pedazos y se los entregó a sus discípulos, y ellos los repartieron a la gente. Mateo 15:36

Jesús les dijo: –Denles ustedes de comer. Pero ellos respondieron: – Sólo tenemos cinco panes y dos pescados. Si fuéramos a dar de comer a toda esta gente, tendríamos que ir a comprar comida, Lucas 9:13

¿AVANZANDO O ESTANCADO?


Me puedo convertir en estas dos cosas, no hay término medio.

Soy una persona que permite el fluir o soy una persona que me convierto en el tapón del
fluir Dios quiere constantemente producir cosas en nosotros, Dios tiene una provisión todos los
días para que permitamos el fluir de la productividad en nosotros.

Por eso dice Mateo 6:11: "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy…" Es necesario tener la provisión diaria, porque la búsqueda de la provisión genera el movimiento para el fluir de la productividad y no caer en la maldición de la esterilidad.

Necesitamos el pan que es nuestro y que lo tiene Dios.

Principios de avance que debo entender para producir frutos que perduren:

1. Fui llamado como a influenciar mi entorno y el entorno a mí.
2. La esencia de la productividad no está en la técnica, sino en mi actitud.
3. Fluir en la productividad es el resultado de saber que soy el producto de un Dios supremo altamente inteligente y creativo.
4. Nosotros fuimos diseñados para manejar nuestro entorno. (Digamos que nada puede manejar mi productividad).
5. No importa quién seas, tienes la naturaleza para conquistar Un ejército de ovejas lideradas por
un león, siempre va a vencer a un ejército de leones liderados por una oveja.
Como me convierto en un tapón del fluir de productividad:

1. Cuando en el fondo cuestiono la visión del ministerio. ¿Por qué de fondo? Porque en realidad acepto la visión, pero no la siento en mi corazón. De esta manera, en algún momento, vas a
abandonar.
2. Cuando soy más opinologo que productivo. Podemos opinar de cualquier tema, pero en Cristo se obedece. No se opina lo que Cristo dice, se obedece.
3. Cuando no descubro mi propósito.

Como fluyo en la productividad:

1. Cuando de una vez por todas creo en la visión, y creo que soy capaz de cumplirla
2. Cuando guardo el corazón con la pasión del espíritu, para cumplir con la obra.
3. Cuando mantengo mi hombre interior sano, limpio.
4. Cuando intercedo por lo que Dios puso en mis manos.
5. Cuando dejo de posponer y activo la excelencia.

Mi movimiento natural siempre va a generar un movimiento espiritual:

Marcos 16:15-20 dice: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales
seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.

1. Claramente el Señor les marca el camino para que puedan fluir en la productividad del Reino.
La orden fue: "MUEVANSE" "NO PIERDAN TIEMPO"
Jesús les dijo "ID", el significado de "ID" en el original es, agárrenlo y métanlo bien adentro.
Con la velocidad que me muevo, Dios se mueve. Dios nunca se va a mover en tu persona más rápido de lo que tu te mueves.
2. Entender las Señales. Las señales se leen…" VS. 20 dice: "ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían.
Para no convertirnos en tapones espirituales, estériles promovedores del estancamiento, debemos aprender a leer las señales, digamos, Dios hace cosas para que leas que hay detrás de lo que
Dios acaba de hacer.
¿Porque muchos están estancados? porque no supieron leer las señales que Dios fue soltando en su camino. En las bodas de Caná dice Juan 2:11, "Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él…" Jesús estaba dando la señal de que el Reino había llegado y que algo grande venia.
3. La gran llave del éxito en nuestro fluir productivo. Ganar almas y formar discípulos. ¿Por qué crees que la ultima orden del Señor fue PREDIQUEN? Porque la idea del Señor es que ganemos, ganemos y ganemos. Pero con la intención de formar a la gente, para que se conviertan en personas pensantes.

Es tiempo de avanzar.

Sahir Akel

EL ANACORETA Y EL PASADO


Aquella mujer sufría por su pasado. Siempre se lamentaba de lo que había hecho y lo que había dejado de hacer. De sus errores y fracasos, pero también de que lo bueno había pasado ya. El Anacoreta la hizo sentar, le sirvió un café con leche con galletas y le dijo:

- Hija mía has de asumir tu pasado, lo bueno y lo malo. Los triunfos te han hecho vivir y crecer. Los fracasos te han de servir de experiencia. Mirar hacia atrás ha de ayudarte a ser prudente, pero a seguir caminando hacia delante.

La miró con ternura y añadió:

- Has de reconciliarte con tu pasado. Los remordimientos sólo sirven para paralizarnos.
Has de cerrar tus heridas. Y eso sólo se consigue perdonando y, sobre todo, perdonándote...

Luego concluyó:

- Sólo aceptándote con tus virtudes y tus defectos; sólo asumiendo tus fracasos y tus éxitos, podrás seguir viviendo feliz y creciendo cada día...

LOS ANGELES...


Jesús, a veces no es fácil perdonar, olvidar el daño que otro me ha hecho. No me refiero a simples fallos, errores o malos entendidos. Me refiero a los que positivamente han ido a hacerme daño o a
dejarme mal; a los que han ido a fastidiar a sabiendas, o que - pudiendo - no han hecho nada por evitarme un disgusto. « ¡De acuerdo!, lo admito: esa persona se ha portado mal.» Pero Tú me has enseñado con tu vida y con tu muerte a perdonar. Muchas veces el odio procede de la ignorancia: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lucas 23, 34).

«Y al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles, que se figuran que por su locuacidad van a ser escuchados. No seáis, pues, como ellos; porque bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis. Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre Celestial Pero si
no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados.» (Mateo 6, 7-15)

Jesús, hoy me enseñas el Padrenuestro, la oración más repetida por los cristianos de todos los tiempos. Tú quieres que aprendamos de Ti a hacer oración, a dirigirnos a Dios, y a tratarle como el que es: mi Padre.

Un Padre Todopoderoso y de sabiduría infinita. Por eso me dices: «bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis». Dios mío, Tú me conoces perfectamente, sabes lo que necesito en cada momento, pero quieres que te lo pida en la oración.

«Padre nuestro que estás en tos Cielos,» sé que también estas en mi alma en gracia y en el sagrario. Estás cerca de mí: estás dentro de mí. ¿Trato de tenerte presente a lo largo del día, ofreciéndote todo lo que hago?

«Santificado sea tu nombre.» ¿Qué puedo hacer yo para que tu nombre sea más conocido y más amado? ¿Qué ejemplo doy entre mis amigos, yo que llevo el nombre de tu Hijo, el nombre de cristiano?

«Venga tu reino:» - el reino de la paz entre los pueblos y entre las personas; - el reino del amor y del servicio; - el reino de la justicia, de la misericordia y de la solidaridad. ¿Cómo empiezo yo creando ese reino a mí alrededor?

«Hágase tu voluntad, así en lo tierra como en el cielo.» ¿Qué quieres que haga? ¿Estoy buscando hacer mi voluntad o la tuya? ¿Son mis objetivos acordes con lo que Tú esperas de mí? De acuerdo!, lo admito: esa persona se ha portado mal; su conducta es reprobable e indigna; no demuestra categoría ninguna. - ¡Merece humanamente todo el desprecio!, has añadido. - Insisto, te comprendo, pero no comparto tu última afirmación; esa vida mezquina es sagrada: ¡Cristo ha muerto para redimirla! Si Él no la despreció, ¿cómo puedes atreverte tú? (Surco.- 760).

«El pan nuestro de cada día dánosle hoy.» «Orad como si todo dependiese de Dios y trabajad como si todo dependiese de vosotros». Una vez hecho nuestro trabajo, el alimento viene a ser un don del Padre; es bueno pedírselo y darle gracias por él Este es el sentido de la bendición de la mesa en una familia cristiana»
«Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores». Jesús, a veces no es fácil perdonar, olvidar el daño que otro me ha hecho. No me refiero a simples fallos, errores o malos entendidos. Me refiero a los que positivamente han ido a hacerme daño o a dejarme mal; a los que han ido a fastidiar a sabiendas, o que - pudiendo - no han hecho nada por evitarme un disgusto. « ¡De acuerdo!, lo admito: esa persona se ha portado mal.» Pero Tú me
has enseñado con tu vida y con tu muerte a perdonar. Muchas veces el odio procede de la ignorancia: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lucas 23, 34). Esa otra persona puede haber tenido una educación muy distinta a la mía; y sobretodo, Tú has muerto por ella. Si Él no la despreció, ¿cómo puedes atreverte tú? «Pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre Celestial» Jesús, ayúdame a imitarte a la hora de saber
perdonar a los demás. Sólo entonces podré pedirte perdón por tantos pecados y faltas de amor a Ti que he cometido y cometo.
Y no me dejes caer en la tentación cualquiera que sea. Yo, por mi parte, intentaré no ponerme nunca en ocasión de pecar.

San Mateo termina la narración de las tentaciones de nuestro Señor con este versículo: Entonces lo dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían (Mateo 4, 11). Es doctrina común que todos los hombres, bautizados o no, tienen su Ángel Custodio. Su misión comienza en el momento de la concepción de cada hombre y se prolonga hasta el momento de su muerte.

San Juan Crisóstomo afirma que todos los ángeles custodios concurrirán al juicio universal para "dar testimonio ellos mismos del ministerio que ejercieron por orden de Dios para la salvación de cada hombre"

En los Hechos de los Apóstoles encontramos numerosos pasajes en que se manifiesta la intervención de estos santos ángeles, y también la confianza con que eran tratados por los primeros cristianos (5, 19-20; 8, 26; 10, 3-6).

Nosotros hemos de tratarles con la misma confianza, y nos asombraremos muchas veces del auxilio que nos prestan, para vencer en la lucha contra los enemigos.

Los ángeles custodios tienen la misión de ayudar a cada hombre a alcanzar su fin sobrenatural, por lo tanto, los auxilian contra todas las tentaciones y peligros, y traen a su corazón buenas inspiraciones. Son nuestros intercesores, nuestros custodios, y nos prestan su ayuda cuando los invocamos.

Nuestro Ángel Custodio nos puede prestar también ayudas materiales, si son convenientes para nuestro fin sobrenatural o para el de los demás.

No tengamos reparo en pedirle su favor en las pequeñas cosas materiales que necesitamos cada día, como por ejemplo, encontrar estacionamiento para el coche. Especialmente pueden colaborar con nosotros en el trato de las personas que nos rodean y en el apostolado.

Hemos de tratarle como a un entrañable amigo; él siempre está en vela y dispuesto a prestarnos su concurso, si se lo pedimos. Y al final de la vida, nuestro Ángel nos acompañará ante el tribunal de Dios.

Para que nuestro Ángel nos preste su ayuda es necesario darle a conocer, de alguna manera, nuestras intenciones y deseos, puesto que no puede leer el interior de la conciencia como Dios. Basta con que le hablemos mentalmente para que nos entienda, o incluso para que llegue a deducir lo que no somos capaces de expresar. Por eso debemos tener un trato de amistad con él; y tenerle veneración, puesto que a la vez que está con nosotros, está siempre en la presencia de Dios.

Hoy le pedimos a la Virgen, Regina Angelorum, que nos enseñe a tratar a nuestro Ángel, particularmente en esta Cuaresma.

Publicado por: Wilson

¿DÓNDE ENCONTRAR LA FELICIDAD?


¿Es lo mismo alegría y felicidad?, ¿depende de las circunstancias el ser feliz?, ¿de mí?,
¿en dónde la podremos encontrar?

Todos la buscan, todos la desean. Como una paradoja, se vende todo por conseguirla y se
adquiere de todo por conservarla. La felicidad es ese escurridizo anhelo que pide ser permanente y que se confunde con lo efímero. ¿Es lo mismo alegría y felicidad?, ¿depende de las circunstancias el ser feliz?, ¿de mí?, ¿es objetiva o subjetiva?, ¿en dónde la podremos encontrar?

Sin duda, para nosotros cristianos, la felicidad constituye una serie de realizaciones, proyectos y especialmente una gran armonía entre la paz, la verdad y el bien; es ahí en donde podremos llegar a una verdadera felicidad.

Les dejo esta historia, como reflexión, a raíz de la experiencia que tuvo San Agustín, en la cual decía, "tarde te amé dulzura tan nueva y tan antigua; tarde te amé, mientras yo te buscaba fuera, Tú estabas dentro ¿dónde encontrar la felicidad?".

En el principio de los tiempos, se reunieron varios demonios para hacer una travesura.
Uno de ellos dijo: "Debemos quitarles algo a los humanos, pero, ¿qué les quitamos?".
Después de mucho pensar uno dijo: "¡Ya sé! vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar". Propuso el primero:
"Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo", a lo que inmediatamente repuso otro: "No, recuerda que tienen fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está".

Luego propuso otro: "Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar", y otro contestó: "No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará".
Uno más dijo: "Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra". Y le dijeron: "No, recuerda que tienen inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad".

El último de ellos, era un demonio que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó cada una de ellas, y entonces dijo: "Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren".
Todos voltearon asombrados y preguntaron al mismo tiempo ¿dónde? El demonio respondió: "La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán".
Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así "El humano se pasa la
vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo".

Estar contento es estar lleno de contenido. Si la vida está llena de contenido, se experimenta esa sensación de plenitud; y así, se puede ser feliz en momentos de dolor o de sufrimiento, porque se está hablando de un ser feliz y no ya de un estar feliz, dependiente del tiempo que dure, o de las circunstancias que lo rodeen. Aquí te va el decálogo del hombre feliz:

1. Conocerse bien a uno mismo, y tener interioridad.
2. Ser realista y exigente.
3. Puesta en práctica de un proyecto de vida.
4. Gran dosis de coherencia.
5. Método a seguir: orden, constancia y disciplina.
6. Seguir un comportamiento natural, no artificial ni forzado.
7. Equilibrio entre el corazón y la cabeza.
8. Apoyarse en una jerarquía de valores y tener sentido del humor para las situaciones críticas.
9. Personalidad equilibrada en sus actividades y en sus responsabilidades.
10. Tener una vida social estable en comunicación y compañía.

Autor: P. Dennis Doren L.C.

LO SIENTO, NO SOY CREYENTE


Ahora llegaría el momento de decir en qué cosas no creo… pero me falta el valor.

— ¿Es usted creyente?
A uno ya nadie le pregunta estas cosas. Claro que, siendo sacerdote y vistiendo como tal, la fe se te nota enseguida. Los curas, como los taxistas, necesitamos atrapar clientes al vuelo, y es útil que nos reconozcan desde lejos. No sé cómo no lo comprenden algunos colegas, ilustres y piadosos por otra parte. Si no fuese demasiado pintoresco, yo me colocaría en la cresta una lucecita verde.

El caso es que, como iba diciendo, ya nadie me interroga sobre mis convicciones religiosas. Es una pena, porque, si un día me preguntaran por la calle ¿es usted creyente?, con toda sinceridad y con ánimo de escandalizar sólo un poquito, respondería:
— Por supuesto que no.

Sería una forma, como otra cualquiera, de decir que uno es católico, ya que, en esta sociedad moderadamente pagana y laicista, los cristianos nos distinguimos de los que no lo son, no tanto por lo que creemos, como por aquellas cosas en las que no nos da la gana creer.

El paganismo sí que ha sido y es creyente; incluso crédulo, supersticioso, idólatra, devotamente asustadizo ante las fuerzas ocultas que imagina sepultadas en lo hondo de las alcantarillas. El paganismo prescinde del Dios que da racionalidad y sentido a cada una de las criaturas, olvidando que al principio no existía el caos, sino el Verbo, la inteligencia divina que todo lo abarca y penetra. Sin ella el universo se torna opaco, irracional, esclavo de extravagantes poderes que nadie controla. De ahí que el pagano recurra a dioses de bisutería, a conjuros, amuletos, horóscopos y demás ansiolíticos en oferta para aplacar sus inevitables ataques de pánico. Lo decía Joseph Ratzinger años antes de ser elegido Papa: el mundo sin su Creador se convierte en un lugar muy peligroso.

— Pero el laicismo es otra cosa… ¿O no?
— No, mi querido Kloster. El laicismo, al menos en teoría, expulsa de la sociedad a todos los dioses. Los tolera como se toleran las enfermedades infecciosas, pero toma medidas: procura ponerlos en cuarentena para evitar contagios. El laicismo da por supuesto que la fe se sitúa en el ámbito de lo irracional, de lo que nunca debe inficionar el mundo del pensamiento, de la cultura o de la ciencia.

Lo que ocurre es que, a la postre, también el laicismo necesita sus propias creencias. Y este laicismo, versión siglo XXI, ha creado un elenco interminable de dogmas políticamente correctos que se presentan a sí mismos como artículos de fe civil, se proclaman por todos los medios y cristalizan en frases-tópico que todo buen demócrata debe repetir de vez en cuando y aceptarlas
religiosamente si no quiere ser anatemizado por los inquisidores y enviado a las tinieblas de la reacción y el fundamentalismo.

Por eso digo que no soy "creyente" ni estoy dispuesto a serlo. No puedo creer en las majaderías del paganismo, y me revientan aún más las pedanterías dogmáticas del relativismo militante.
Quizá en un próximo artículo me anime a explicar con más detalle por qué la tengo tomada con la palabra "creyente". Baste decir este mes que sólo pretendo ser una persona juiciosa: creer con toda el alma en Dios y en muy pocas cosas más, porque eso es lo sensato; ser consciente de que la fe es un don recibido, desde luego, pero un don razonable al decir de San Pablo, que enriquece la inteligencia y ayuda a pensar por libre.

En todo caso no un sentimiento, ni una neurosis. Al laicismo le encanta hablar del respeto a los "sentimientos religiosos". Ya se ve que el laicismo es sensiblón y compasivo. Pero a las 6 de la mañana uno anda escaso de ese tipo de sentimientos y no por eso deja de ser cristiano.

Ahora llegaría el momento de decir en qué cosas no creo…; pero me falta el valor. Temo que mis lectores se rasguen las vestiduras, y no está el tiempo para andar muy ventilados.

Autor: Enrique Monasterio

martes, 28 de febrero de 2012

MÉXICO, EL PAPA Y LAS SERENATAS: ORIGEN DE UNA TRADICIÓN


Era una fresca mañana en el jardín que rodeaba aquella ventana importante. Un grupo
entusiasta de jóvenes músicos se acercó para tocar algunas canciones mexicanas, a fin de despertar al especial huésped que se alojaba en la habitación. Las notas de las mañanitas, y otras canciones típicas, comenzaron a llenar el aire matutino con una alegría netamente mexicana. Las voces y los instrumentos sonaron. Al terminar la música, grande fue la sorpresa de aquella veintena de jóvenes al ver que desde la ventana un sonriente Juan Pablo II los saludaba.

“Cuando terminamos de cantar, el papa se asomó a la ventana. Nunca me imaginé ver tan
de cerca a un papa. Su sonrisa inundó el lugar en donde estábamos todos nosotros” Estas son las impresiones que recuerda Juan Ibañez, uno de los iniciadores de la tradición de llevarle serenata al papa. “Era un papa muy joven, y sin embargo era impresionante el halo de santidad que se veía en él”

Esto sucedió durante la primera visita de Juan Pablo II a México, a principios de 1979. En
aquella ocasión, Juan Pablo II gustó mucho de la serenata ofrecida, así que bajó a saludar a los jóvenes y a convivir con ellos. Teresa de la Calle, esposa de Juan Ibañez, cuenta su experiencia al respecto y recuerda puntualmente lo que más la impresionó: “De entre los que estábamos ahí, el Papa pidió la presencia de un matrimonio joven. Mi esposo y yo nos acercamos, y el Papa nos
regaló un rosario y nos bendijo. Nunca creímos que fuera a bajar, mucho menos que fuera a saludarnos. Fue impactante ver al papa tan de cerca, sobre todo a Juan Pablo II, pues cimbró a México. Millones de personas lo seguían”

A treinta y tres años de distancia, se le preguntó a la pareja cómo había logrado cantar en
la nunciatura apostólica aquél grupo de jóvenes. Juan Ibañez nos recuerda las causas y las expectativas que tenía al respecto “La mamá de una amigo nos contó que le habían pedido que algunos jóvenes cantaran al papa las mañanitas, Esto con el simple fin de compartirle una tradición mexicana. Claro que nunca pensamos que el papa fuera a bajar.”

¿Fue importante para los jóvenes de aquel entonces la visita del papa? Entusiasmada, la pareja responde que sí. “Yo tenía 26 años, ella 22. Los papas no viajaban, por tanto, la visita de Juan Pablo II causó conmoción. Esto impactó mucho a la sociedad de la época. Al ver que el pueblo mexicano esperaba con ansias al papa, todos nos dimos cuenta de la fuerza del catolicismo en nuestro país”.

“Esto es lo que hay que mostrar a la sociedad ahora que viene el papa Benedicto XVI” Claramente está decidido a que la sociedad vea abiertamente el catolicismo de México.

Juan y Teresa disfrutaron mucho de aquél momento íntimo con el papa polaco. Sin embargo, jamás pensaron que serían los iniciadores de una tradición, pues cada vez que el papa visitaba México era saludado con las serenatas de jóvenes músicos. “Nunca pensamos que fuera a ser una tradición, pero le gustó tanto que pidió que en sus otros viajes se repitiera esta actividad. Por desgracia, en las visitas posteriores no nos fue posible acercarnos al papa tanto como la primera vez. Mucha gente deseaba cantarle y sus condiciones de salud no le permitían convivir como en el comienzo. De todas formas, fue una experiencia única, además de la sorpresa de saber que habíamos comenzado una tradición”

Para finalizar, Teresa dice que a México le benefició en mucho la presencia de Juan Pablo II; “Marcó al país.” Juan, por su parte, reconoce que si alguien quiso al papa, esos fueron los mexicanos; “Y lo demostramos siempre, así como él demostró su amor por México”

Este es el testimonio de una pareja experimentada, que, como la mayoría de las parejas, comenzó la vida matrimonial en la juventud. Es patente la influencia que Juan Pablo II ejerció sobre sus vidas, influencia que comenzó por la mediación de una serenata mexicana. La música llevó a la simpatía, y ésta a la búsqueda de la mejor vida cristiana.

La tradición que aquellos jóvenes comenzaron perduró a lo largo del tiempo. Cuando Juan Pablo II visitaba México, era siempre saludado por una serenata de músicos jóvenes. Naturalmente las modalidades de éstas cambiaron según las circunstancias, pero la idea de deleitar al papa con música vernácula no cambió. Actualmente, ésta tradición busca ser continuada durante la visita de Benedicto XVI en marzo próximo. Esperemos que el deseo de compartir un poco de alegría musical con el papa continúe vivo en los jóvenes que recibirán por primera vez al papa Ratzinger.

Gabriel González Nares

PSQUIATRÍA Y POSESIÓN DIABÓLICA


Prof. Dr. Aquilino Polaino-Lorente
Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense

Dos casos, psicopatológicamente inexplicables.

Respecto de mi experiencia profesional en el ámbito de las manifestaciones psicopatológicas en los casos de posesión diabólica, he de informar que es muy excepcional y limitada. Después de casi treinta y seis años ejerciendo la psiquiatría clínica, he de afirmar que sólo en dos ocasiones me he visto en la necesidad de dictaminar que, tras la observación y exploración de dos supuestos
pacientes, los comportamientos manifestados en ellos no podían explicarse desde la perspectiva de la nosología psiquiátrica.

El primer caso tuve la oportunidad de estudiarlo hace ya más de diez años, a fin de realizar el dictamen que se me solicitaba. Se trataba de un adulto ya anciano, que residía en un país centroeuropeo. Era una persona de un alto nivel sociocultural que, a los 53 años de edad, abandonó todo (su familia, su profesión, su país) para marcharse con una prestigiosa bailarina de ballet, a la que le llevaba casi treinta años. Dos décadas después regresó a su país empobrecido y deteriorado y con manifestaciones que supuestamente permitían calificarle como un enfermo psiquiátrico.

La exploración psicopatológica puso de manifiesto en esta persona un perfil sintomático compatible con el diagnóstico de trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad. Sin embargo, la solicitud que se hacía en la peritación no se dirigía sólo a que informase acerca de las manifestaciones clínicas que hubiera podido encontrar en esta persona sino que, principalmente,
debía pronunciarme acerca de si las manifestaciones expresadas por ella, precisamente en el contexto de las sesiones de exorcismo a las que el paciente estaba sometido, podían o no ser calificadas como psicopatológicas.

En favor de la brevedad aquí exigida, me ocupare de sólo dos de las manifestaciones que presencié en esta persona durante una sesión de exorcismo.

La primera de ellas consistió en que, sin haber tenido ningún contacto a lo largo de su vida con el arameo ni con ninguna otra persona que lo hablase, era capaz de comprender y hablar esta lengua, cuando "estaba en trance", durante la sesión de exorcismo. En esas circunstancias, esta persona sabía discernir el significado de las preguntas que se le hacían y de las afirmaciones
que en esa misma lengua oía.

Cuando esas afirmaciones tenían un contenido religioso o se le mandaba con cierto imperio, en nombre de Dios, que alabara a Dios o besara un crucifijo, respondía con palabras blasfemas a las que seguía un comportamiento radicalmente agresivo y, desde luego, hasta lesivo para las tres personas que le acompañaban. Por el contrario, cuando el exorcista le hablaba en esa misma
lengua aramea de otros temas no religiosos cuyo contenido era más bien indiferente o neutro, el supuesto paciente no respondía en absoluto, sino que guardaba silencio y adoptaba el comportamiento normal que en él era el habitual.

La otra manifestación observada consistía en que era capaz de predecir, sin ningún error, si en el lugar en el que estábamos había o no algún objeto que tuviera alguna connotación religiosa o cristiana (un crucifijo, un rosario, etc.). Las circunstancias en que acontecía esta segunda manifestación aseguraban la imposibilidad de que esta persona se percatara de la presencia o ausencia de tales objetos, puesto que estaba echado sobre una camilla, con los ojos
continuamente cerrados y las personas salían y entraban de la habitación sin hacer ningún ruido, llevando o no los objetos referidos en sus bolsillos, sin que ninguna de las personas allí presentes fueran capaces de detectarlos.

En este paciente concurrían, pues, las dos cosas: un conjunto de síntomas compatibles con el diagnóstico a que ya se aludió y ciertos comportamientos para los que la actual psicopatología no dispone de ninguna explicación.

Años más tarde fui informado de el paciente pidió la ayuda al demonio, a los 53 años, para conseguir su fin de "enamorar y marcharse con la bailarina", a cambio de lo cual juró servirle de por vida.

El otro caso excepcional lo he estudiado en fecha reciente. Se trataba de una joven, estudiante universitaria, que venía padeciendo de dolores incurables, a pesar de haber visitado a varios especialistas, con malestar generalizado, fracaso en los estudios, imposibilidad de concentrarse, y que se comportaba de forma muy extraña en las sesiones de exorcismo que le estaban practicando.

También en este caso fui consultado a fin de emitir un informa acerca de las manifestaciones que justamente se presentaban en ella en el transcurso de las sesiones de exorcismo. Sólo mencionaré un hecho pues entiendo que no disponemos de más tiempo.

En el curso de la sesión que fui invitado a presenciar, además de otras muchas manifestaciones de evidente oposición en todo lo que se refiriese a la piedad y al culto divino, opté por tratar de explorar si era sensible, en ese estado, a la recepción comprensiva de una lengua que, según me constaba, en absoluto conocía.

En esas circunstancias, me atreví a ordenarle que repitiese ciertas frases, en alemán, relativas al culto a Dios. Sus respuestas no se hicieron de esperar, si no que, de forma súbita, arqueaba todo su cuerpo en disposición de ataque, profería insultos y hacía gestos de una violencia incontenible, de la que forzosamente tuve que apartarme a fin de no ser fatalmente alcanzado por ella.

En cambio, cuando en esa misma lengua alemana, le formulaba preguntas de contenido no religioso o sobre temas irrelevantes, jamás se produjo en ella ninguna respuesta.

En opinión de la madre de esta chica, a la que entrevisté a solas, los síntomas de su hija habían comenzado a presentarse en ella a raíz de que una compañera blasfema le formulara un maleficio.

La entrevista que mantuve con la supuesta paciente, fuera del contexto de la sesión de exorcismo, no me permitió en este caso, tras un afinado y extenso diálogo exploratorio, llegar a conclusión alguna respecto de la identificación, apresamiento y comprobación de signos, señales o síntomas de naturaleza psicopatológica. De donde inferí y sostuve que no disponía de ninguna explicación
psiquiátrica para las conductas antes relatadas.

Los anteriores casos ponen de manifiesto la conveniencia e incluso de necesidad de que psiquiatras y sacerdotes estudiemos conjuntamente estos acontecimientos, lo que redundará en beneficio de la psiquiatría y también de la pastoral de estas personas.