domingo, 28 de febrero de 2010

DIOS ES NEGRA Y SIN PAPELES


ECLESALIS, 23/02/10.- Tánger dieciséis de febrero 2010.

Imagina que diste a luz el domingo pasado en un hospital público marroquí. Un niño precioso.
Imagina que te dieron el alta al día siguiente, lunes.
Imagina que volviste a casa, cansada, sangrando del post-parto, con dolores aún en un útero que lucha por volver a su sitio.
Imagina que en casa te está esperando tu niña de dos años y dos meses y tu pareja.
Imagina que esta mañana mientras bañabas al bebé comenzaste a ver que le costaba respirar.
Imagina que corriste al hospital público marroquí.
Imagina que te dijeron que no podían atenderte.
Imagina que fuiste dos veces.
Imagina que la tercera vez tu bebé dejó de respirar casi en la puerta del hospital.
Imagina que pediste auxilio por tu bebé muerto.
Imagina que se lo llevaron a la morgue del hospital.
Imagina que a ti, a tu niña de dos años y dos meses y a tu pareja os llevaron a comisaría.

Ahora imagínate retorciéndote de dolor en las entrañas, el dolor agrio de la muerte de tu hijo, el dolor de un útero que te recuerda recién parida, el dolor de una leche que sube a tus senos duros como piedras. Pero imagínate NEGRA, imagínate AFRICANA, imagínate POBRE, imagínate SIN PAPELES.

Estás sentada, doblada sobre tu vientre en aquel sucio despacho de policías que van y vienen y te hablan en una lengua que no entiendes. Allí te miro e intento traducirte las preguntas que me parecen estúpidas, crueles e inhumanas.

Quieren saber qué hacéis en su reino, cómo habéis entrado y cuánto tiempo lleváis aquí. Quieren saber cómo os llamáis, cómo se llaman vuestros padres y porqué habéis venido.
Tu pareja grita y pide piedad. Sabe que todas las preguntas van dirigidas a justificar una deportación al desierto. Tu pareja grita y te tranquiliza llamándote honey.
Tu niña sonríe, juega con su gorro y canta haleluya.
La policía busca un intérprete de árabe a inglés para hacer el parte y llevaros a Tribunal.
Me dices que si te deportan al desierto y allí te violan no crees que aguantarás el dolor, que aún estás recién parida.
Un policía se me acerca y me pregunta: ¿Por qué hacéis esto? ¿Por placer? Este amable policía llama esto a acompañar a unos padres sumidos en el dolor, a comprar algo de comida para una niña que lleva todo el día sin probar bocado y a intentar traer un poco de humanidad o al menos de buen trato a esa puñetera comisaría.
Entonces le miro, me horroriza su frialdad, y le contesto, lo hacemos por amor. Veo en él a esos seres que comen, cagan y hacen de policía para poder seguir comiendo y cagando. Siento lástima.
Detienen a tu pareja en comisaría y me dicen que como caso humanitario te dejan dormir en casa. Mañana tienes que pasar el Tribunal junto a tu marido.

Te hundes. Es la primera vez que te veo enderezar ese vientre que te duele. Gritas y lloras hasta que un policía te manda callar.
No lo soporto, me puede la escena y le pido por favor que entienda que tu hijo ha muerto hoy, que estás recién parida, que te duelen las entrañas.
Me responde con desprecio que en este reino hay unas leyes, que aquí se hace lo que dice el procurador del rey y que tú eres una NEGRA CLANDESTINA.
Mañana iremos al Tribunal, mañana un hombre de este reino decidirá si te tiran a ti y a tu niña al desierto de madrugada. A partir de ahí la suerte decidirá si serás violada, si tu hija será raptada o por qué no violada también.

Imagínate que todo eso te ha pasado hoy.
Imagínate que a todas nos duelen sus entrañas.
Imagínate que a todas nos duelen nuestras entrañas.
Helena Maleno Garzón

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

*Así lo he recibido. Así lo reenvío. Y seguiré arrodillándome, porque hoy he visto a Dios en negro y sin papeles.
+ Fr. Santiago Agrelo Martínez Arzobispo de Tánger

CÁTEDRA, TIARA, SEDIA, ETC. - CATOLICISMO Y SÍMBOLOS


El otro día, el lunes 22 de Febrero, que fue la Fiesta de la Cátedra de San Pedro (en el Misal Antiguo se celebra como Fiesta de la Cátedra de San Pedro en Antioquia (que no sé por qué el de Pablo VI no siguió con la fecha del 18 de Enero para la Fiesta de la Cátedra de San Pedro en Roma, tal y como se conserva en el Misal Tradicional, no me explico (una perplejidad más entre las muchas fruto de la "reforma" post-conciliar).
Pues a propósito de la fiesta hablaba con yo con un selecto compadre, sobre las vicisitudes de estas conmemoraciones, sobre la reliquia de la Cátedra y de cómo se han conservado en San Pedro del Vaticano ciertas costumbres anejas a la liturgia, de forma quasi-milagrosa, auténticas supervivencias luego del tsunami minimalista post-conciliar. Y me refería a la iluminación del Altar de la Cátedra, que todavía se sigue alumbrando para la fiesta del 22 de Febrero. Es digno de ver el efecto de los cirios encendidos rodeando la Cátedra, puestos en los cubillos de bronce originales de la estructura monumental del Bernini.
Desde la entrada de la Basílica ya se ven las luces parpadeantes, con la perspectiva de la nave y, a lo lejos, destacándose a través del espacio del Baldaquino, la Cátedra entre las velas blancas que la perfilan con temblorosos puntos de luz. Como la Basílica suele estar todo el día con muy poca iluminación artificial, el espectador puede imaginar cómo sería la vista en los tiempos en que la luz eléctrica no alteraba los contrastes de luces originales, tal y como se concibió el edificio y sus ornamentaciones. Repito que es digno de ver. La Cátedra conforma el centro de la idea que articuló el genio del Bernini para la Basílica, llena de "detalles" cargados de significación, de una "lectura" católica. Por ejemplo, la cúpula está sostenida por los cuatro machones donde se encuentran las capillas que contienen las reliquias mayores de la Basílica: El Lignum Crucis, el Paño de la Verónica, la Lanza de Longinos, y la cabeza de San Andrés Apóstol (esta ya no, porque Pablo VI, muy generoso y ecuménico, la entregó a la Jerarquía de la Iglesia Ortodoxa Griega, cuando el Concilio). El centro del espacio cúpula-crucero, es el Altar Mayor, cubierto con el baldaquino de bronce; debajo la "confessio" con la tumba de San Pedro; y al fondo, en el ábside, sostenida por las figuras colosales de cuatro Padres de la Iglesia, la Cátedra de San Pedro con la gloria rompiente de la vidriera del Espíritu Santo, focalizando con su luz dorada todo el conjunto.
Un conjunto admirable, insuperable, tanto formal como conceptualmente. La centralidad magnificente de la Cátedra, mucho más allá de la veneración de la reliquia de la cátedra petrina (hoy día fuera de su urna de bronce y expuesta en una vitrina de la Sacristía), es una proclamación, una exaltación de la fe de la Iglesia Romana. Ninguna sede del mundo cristiano se aproxima a ella, no por el arte ni el fasto, sino por la realidad histórica entroncada en el Misterio: El Tu Es Petrusdel mosaico dorado que circunda el anillo del tambor de la cúpula, es parte del Credo en tanto es parte fundamental de la Iglesia instituida por Cristo, el Señor, sobre su apóstol, singularmente destacado sobre los otros apóstoles. Roma es Pedro, y en Roma está su sede y en su sede se sienta su sucesor, cabeza visible de la Iglesia de Cristo en la Tierra.

La cabeza debe verse, destacarse. Para ello los símbolos petrinos han cumplido esa necesidad de representar, revestir de atributos propios y significativos al Sucesor de Pedro. Así tiene sentido la Cátedra y la sedia, el trono del Papa y su sede. Y la tiara, que es también su ornamento propio, desde hace tantos siglos.

Juan Pablo II, que pasó para las "vanguardias" des-catolizantes como un pontífice de perfil "tradicional" (¿se puede ser Papa sin ser tradicional? ¿se puede ser católico sin ser tradicional?), de hecho fue uno de los más efectivos demoledores de los símbolos católicos, empezando por él mismo, por la forma en que representó externamente su ministerio pontificio, tan alejado de la impronta de sus predecesores. Resultó chocante su insistencia en despojar al Papa de sus simbólicos atributos, ninguno "sustancialmente" unido al ministerio papal, pero todos ellos muy identificativos de la única y exclusiva dignidad del Romano Pontífice. Entre lo anecdótico y lo patético, especialmente, su insistencia en ponerse todos los sombreros, gorras, tocados y adornos de cabeza de todo el mundo, de todos los sitios que visitó y de cuántos le visitaron. Todos se los colocó en la cabeza, menos el suyo propio, la tiara que nunca quiso.

No fue el primero, sino que siguió el mal gusto del efímero Juan Pablo I, su predecesor, que no quiso ser coronado. Hubiera sido mucho más "escénico", si no les gustaba llevar tiara, hacer lo que hizo Pablo VI, que una vez coronado donó su tiara (o la vendió). No comment.

El último golpe a los símbolos pontificios ha sido el de Benedicto XVI, que ni siquiera quiso la tiara como timbre de su stemma pontificio, prefiriendo una mitra de extraño diseño como remate de su escudo. No sé, no me consta, si fue personal elección o si se trató de alguna "recomendación" de algún "consejero" vaticano. Desde luego no parece compaginar con el estilo "ratzingeriano", mucho más respetuoso con las formas tradicionales, y de muchísimo mejor gusto y "estilo" que su predecesor. Hablo de "formas" (aunque las formas trasluzcan tanto el fondo).

A estas alturas, si algunos supusieron que la "desnudez" de los símbolos iba a hacer más simpático o más querido o más popular al Papa, espero que esos ilusos se hayan desengañado: Los que odian, detestan, persiguen y atacan al Papa lo hacen lleve tiara o bonete de lana, se siente en trono o en banqueta de mimbre, vaya en gestatoria o en papamóvil, se vista con ornamentos barrocos o se revista de Ágata Ruiz de la Prada. Porque odian la esencia, no la apariencia (aunque la apariencia les remueva las bilis).

Un católico sabe que no hay poder más alto ni santo en este mundo, entre los hombres mortales, que el del Papa. Sic. Ninguno se le aproxima, sean realezas dinásticas, sean presidencias democráticas, potencias estatales o representantes internacionales. Nadie se compara al Papa. Y aunque ser lo que es basta y le basta, necesita su "cobertura" simbólica. En un mundo que vive en torno a la imagen y los símbolos, el Papado no puede perder los suyos, ni renunciar a ellos.

Vuelvo, pues, a ser más papista que el Papa y reclamo desde este poyete, desde mi balconcillo, la Tiara para el Papa, y la Sedia Gestatoria, y el Trono; y las trompetas de plata de San Pedro, y los flabelos flanqueando la sedia, y el manto pontificio bordado con tiaras y llaves. Quiero al Papa Papa, señores míos. Y lo quiero porque me lo tomo en serio, muy en serio, tan en serio.

Protesto que sé que el Papa no es una tiara, ni un escudo, ni un trono en andas. Pero clamo que el Papa necesita sus símbolos para que el mundo vea y los católicos volvamos a nuestra conciencia católica, que se ha perdido tantísimo, lamentablemente. En un mundo aberrante con conciencia infatilóide y vicios de provecto degenerado, los símbolos no son un capricho prescindible, sino un medio inteligible. Si se trata de la fe y del misterio que es más de lo que se ve, su vuelta y restauración urgen más, mucho más.

El contenido sin continente se desparrama. En el centro tenemos algo tan simple como la madera de una Cruz, las tablas de un Pesebre, o la forma blanca de la Hostia. Para el fuerte en la fe, su sola aparición impone adoración ferviente; para el "débil", hay que usar relicario de oro o custodia de plata. Para el incrédulo, también. Para el impío, doblemente. Y el que me niegue la mayor, no entiende un comino del caso.

Y esto, un regalito, para amenizar:
Les destaco estos versos de la letra, en "romanaccio": "...vedo la maestá der Colosseo, vedo la santitá der Cupolone, e so´ piú vivo, e so´ piú bbono..." que yo cantaba en Roma (y canto en mi casa) tan apasionadamente como un romano di Roma (adoptado): "...Admiro la majestad del Coliseo, contemplo la santidad de la gran Cúpula (del Vaticano), y me siento más vivo, y más bueno..."

, ; ¡sic!: Más vivo y más bueno cuando veo la majestad y la santidad.

p.s. Si no lo entienden, no merece la pena explicarselo. Mi dispiace.
Dom Winfrid

MENSAJE DE DIOS PADRE A TRAVÉS DE NUESTRO GRUPO DE ORACIÓN DEL DÍA VIERNES 26 DE FEBRERO 2010


Esta es una de las pocas veces que el mismo Padre se hace presente para darnos su mensaje de amor.

El Padre Eterno: Buenas noches queridos hijos, soy Dios Padre Santo…
Todos: de rodillas.

El Padre Eterno: El frío de sus corazones es muy fuerte, no dejan entrar a la llama del Amor, ¿Qué están haciendo esta Cuaresma?, todo lo contrario que deberían hacer, ¿dónde está su penitencia, su oración, su limosna?, se han vuelto duros de corazón, ciegos ante las necesidades de los demás, tacaños con sus semejantes, sólo están viviendo o pensando en ustedes mismos, esa no es la Cuaresma que se Me debe ofrecer, ¿no se dan cuenta?, viven enceguecidos por este mundo, que ¿ya olvidaron cual es el sentido del amor?, pues no están preparados si ante Mi ustedes vinieran hoy en este instante, no están preparados y no hacen nada, se quedan dormidos, ¿que sucede con mis hijos? Cada día se odian más, se matan más, va a llegar el momento en que se coman unos a otros, van a perder todo el sentido que los hace humanos, pues Yo les pido, que sigan los consejos de Su Madre, y sigan el ejemplo de mi Hijo, esa es una verdadera Cuaresma, los estaré observando, y si estoy aquí y han venido todos ustedes aquí es por mi Voluntad, estoy aquí para escucharlos, oren con fuerza pidan por los demás, no pidan cosas materiales, pidan el milagro de la vida, del amor, el mañana es un día nuevo para ustedes y en vez de alejarse cada día más, se acerquen al Corazón de mi Hijo que es dado por ustedes.

Mis queridos hijos Yo les bendigo (lenguas) para ustedes y sus familias, por la señal de la Cruz, los espero en el Santísimo para hablar de Corazón a corazón.

El hno. José: Gracias Señor, que tu Santo Espíritu corra como río de agua viva, tocando sanando y liberando en el Nombre de Jesús.
Grupo Católico de Oración por los Enfermos "Sí Señor"
José Miguel Pajares Clausen

TRANSFIGURACIÓN, LO QUE CRISTO ES


Segundo domingo Cuaresma. ¿Sabemos nosotros llenar esos pozos de tristeza con la auténtica felicidad, que es Cristo?

La Transfiguración del Señor es particularmente importante para nosotros por lo que viene a significar. Por una parte, significa lo que Cristo es; Cristo que se manifiesta como lo que Él es ante sus discípulos: como Hijo de Dios. Pero, además, tiene para nosotros un significado muy importante, porque viene a indicar lo que somos nosotros, a lo que estamos llamados, cuál es nuestra vocación.

Cuando Pedro ve a Cristo transfigurado, resplandeciente como el sol, con sus vestiduras blancas como la nieve, lo que está viendo no es simplemente a Cristo, sino que, de alguna manera, se está viendo a sí mismo y a todos nosotros. Lo que San Pedro ve es el estado en el cual nosotros gloriosos viviremos por la eternidad.

Es un misterio el hecho de que nosotros vayamos a encontrarnos en la eternidad en cuerpo y alma. Y Cristo, con su verdadera humanidad, viene a darnos la explicación de este misterio. Cristo se convierte, por así decir, en la garantía, en la certeza de que, efectivamente, nuestra persona humana no desaparece, de que nuestro ser, nuestra identidad tal y como somos, no se acaba.

Está muy dentro del corazón del hombre el anhelo de felicidad, el anhelo de plenitud. Muchas de las cosas que hacemos, las hacemos precisamente para ser felices. Yo me pregunto si habremos pensado alguna vez que nuestra felicidad está unida a Jesucristo; más aún, que la Transfiguración de Cristo es una manifestación de la verdadera felicidad.

Si de alguna manera nosotros quisiéramos entender esta unión, podríamos tomar el Evangelio y considerar algunos de los aspectos que nos deja entrever. En primer lugar, la felicidad es tener a Cristo en el corazón como el único que llena el alma, como el único que da explicación a todas las obscuridades, como dice Pedro: “¡Qué bueno es estar aquí contigo!”. Pero, al mismo tiempo, tener a Cristo como el único que potencia al máximo nuestra felicidad.

Las personas humanas a veces pretendemos ser felices por nosotros mismos, con nosotros mismos, pero acabamos dándonos cuenta de que eso no se puede. Cuántas veces hay amarguras tremendas en nuestros corazones, cuántas veces hay pozos de tristeza que uno puede tocar cuando va caminando por la vida.

¿Sabemos nosotros llenar esos pozos de tristeza, de amargura o de ceguera con la auténtica felicidad, que es Cristo? Cuando tenemos en nuestra alma una decepción, un problema, una lucha, una inquietud, una frustración, ¿sabemos auténticamente meter a Jesucristo dentro de nuestro corazón diciéndole: «¡Qué bueno es estar aquí!»?

Hay una segunda parte de la felicidad, la cual se ve simbolizada en la presencia de Moisés y de Elías. Moisés y Elías, para la mentalidad judía, no son simplemente dos personaje históricos, sino que representan el primero la Ley, y el segundo a los Profetas. Ellos nos hablan de la plenitud que es Cristo como Palabra de Dios, como manifestación y revelación del Señor a su pueblo. La plenitud es parte de la felicidad. Cuando uno se siente triste es porque algo falta, es porque no tiene algo. Cuando una persona nos entristece, en el fondo, no es por otra cosa sino porque nos quitó algo de nuestro corazón y de nuestra alma. Cuando una persona nos defrauda y nos causa tristeza, es porque no nos dio todo lo que nosotros esperábamos que nos diera. Cuando una situación nos pone tristes o cuando pensamos en alguien y nos entristecemos es porque hay siempre una ausencia; no hay plenitud.

La Transfiguración del Señor nos habla de la plenitud, nos habla de que no existen carencias, de que no existen limitaciones, de que no existen ausencias. Cuántas veces las ausencias de los seres queridos son tremendos motivos de tristeza y de pena. Ausencias físicas unas veces, ausencias espirituales otras; ausencias producidas por una distancia que hay en kilómetros medibles, o ausencias producidas por una distancia afectiva.

Aprendamos a compartir con Cristo todo lo que Él ha venido a hacer a este mundo. El saber ofrecernos, ser capaces de entregarnos a nuestro Señor cada día para resucitar con Él cada día. Si con Él morimos - dice San Pablo - resucitaremos con Él. Si con Él sufrimos, gozaremos con Él. La Transfiguración viene a significar, de una forma muy particular, nuestra unión con Cristo.

Ojalá que en este día no nos quedemos simplemente a ver la Transfiguración como un milagro más, tal vez un poquito más espectacular por parte de Cristo, sino que, viendo a Cristo Transfigurado, nos demos cuenta de que ésa es nuestra identidad, de que ahí está nuestra felicidad. Una felicidad que vamos a ser capaces de tener sola y únicamente a través de la comunión con los demás, a través de la comunión con Dios. Una felicidad que no va a significar otra cosa sino la plenitud absoluta de Dios y de todo lo que nosotros somos en nuestra vida; una felicidad a la que vamos a llegar a través de ese estar con Cristo todos los días, muriendo con Él, resucitando con Él, identificándonos con Él en todas las cosas que hagamos.

Pidamos para nosotros la gracia de identificarnos con Cristo como fuente de felicidad. Pidámosla también para los que están dentro de nuestro corazón y para aquellas personas que no son capaces de encontrar que estar con Cristo es lo mejor que un hombre o que una mujer pueden tener en su vida.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC

sábado, 27 de febrero de 2010

DESEOS HUMANOS


Nada ocurre en el mundo, ni existe obra de realización humana, que antes no se haya forjado en la mente de una persona, y esta haya transformado su deseo en un acto para su realización, poniendo su voluntad en marcha.

Nosotros tenemos tres potencias: memoria, inteligencia y voluntad y las tres intervienen en la formación del acto humano, cuyo antecedente inmediato es el deseo. El deseo de obtener algo, sea un bien material o un bien espiritual, es el que pone en funcionamiento nuestra voluntad de actuación, para que se lleve a cabo la realización de un acto o los actos que sean necesarios ejecutar, para llegar a obtener el bien o lo que se desea.

El hombre es el auténtico rey de los deseos. El ser humano es un manojo de deseos, además de los deseos básicos que su instinto natural le determina, como a todo animal de la creación, la mente de hombre es una fábrica de deseos. Desde que nace e inclusive sin tener uso de razón, ya empieza a desear. En el ser humano recién nacido, sus deseos son siempre de carácter instintivo, pero en la medida en que su mente se va desarrollando, también se desarrolla su imaginación y sus pensamientos y estos son siempre la fuente de alimentación de los otros deseos, los no instintivos y más generalizado que llenarán toda su vida. Su actividad estará siempre orientada a conseguir la transformación de sus deseos, sean estos instintivos o elaborados, en realidades tangibles.

Dice el aforismo: Ser es desear. Podemos asegurar, aunque sea una redundancia, que el principal deseo de todo ser humano, es que se realicen todos sus deseos. El hombre nace vive y muere por sus deseos, por la transformación de todos sus deseos en realidades. Por supuesto que esto no lo logra nadie, nadie ha conseguido jamás ver satisfechos a lo largo de su vida todos sus deseos, entre otras razones porque la generación de deseos en el ser humano no tiene límites. El hombre en este mundo, es un ser insaciable. Un deseo satisfecho generará siempre a continuación el nacimiento de dos o tres deseos más. Esto se ve claramente sobre todo en el orden material, cuando en este orden, la persona humana logra realizar alguno de sus deseos, este deseo realizado siempre le crea una nueva necesidad a esta persona.

Dice también el aforismo, que: Poseer bienes es tener problemas. En el orden material, solo prescindiendo de deseos y necesidades, puede uno llegar a negarse a sí mismo y seguir a Cristo. No hay otro camino ni atajo posible. El apego humano a los bienes materiales o inmateriales no espirituales, que existen en esta vida, nos atan a este mundo y nos despegan del amor a Dios, que es el único camino sensatamente posible y realizable para todo ser humano.

La formación del deseo se realiza en la mente de la persona, la cual pone en marcha los recursos de que dispone, y que se los suministra la memoria, que es el almacén donde se guardan las percepciones ya obtenidas con anterioridad por medio de los sentidos. La imaginación, la fantasía y las ilusiones, son los productos que la mente elabora con los materiales que tiene en su memoria. Todo lo anterior es la base que le sirve a la mente, primeramente para la elaboración de los pensamientos y después para pasar desde estos a la fase del deseo.

Los deseos en atención a su naturaleza, pueden ser generados en la mente humana de cuatro distintas formas: con claras e inmediatas posibilidades de realización, con claras posibilidades de realización en el futuro, con dudosas posibilidades de realización ahora o en el futuro y por último, sin ninguna posibilidad de realización. En este último supuesto, estamos frente a la figura de un sueño o fantasía de la mente, creada por el trabajo de la imaginación. Realmente lo que nos interesa aquí son los tres primeros supuestos. En el primero de ellos, si se ha generado un deseo con la absoluta convicción de que este es plenamente realizable de inmediato y si luego resulta que la realización no se lleva a cabo, nace la figura del la frustración, la cual merece una glosa aparte.

En el supuesto de que el deseo nazca con claras posibilidades de realización en el futuro, el deseo quedará archivado en situación de espera y puede ocurrir que cuando ese futuro llegue, la realización del deseo carezca ya de interés para la persona, en cuya mente se generó. Si por el contrario, resulta que esta persona sigue interesada en la realización de este deseo y este no se realiza por las razones que sean, estaremos también frente a un caso de frustración. Por último si el deseo generado es de dudosa posibilidad de realización, si esta no se realiza en general no se crea frustración, pues esta persona ya preveía la posibilidad de que su deseo no se pudiese realizar.

Hay quienes aseguran que el deseo es la fuente del sufrimiento. Pero esta afirmación, no es exactamente cierta, si es que se enuncia con carácter rotundo, pues no todos los deseos son irrealizables, ni la no realización de muchos de ellos, produce sufrimiento, frustración o dolor. Por otro lado, hay que tener presente que los deseos no son todos de la misma categoría. Esencialmente, los hay lícitos e ilícitos, materiales y espirituales y de otras categorías que aquí no son de caso. La diferencia esencial entre los deseos de carácter espiritual en relación a los de carácter material, es que los espirituales siempre conllevan la idea de eternidad, mientras que los materiales, no pueden durar más allá del término de la vida del sujeto que desea, así que más que de deseos de orden material, podríamos hablar de deseos temporales, porque los materiales son siempre temporales.

La no obtención de deseos en la mayoría, es una circunstancia que se da en los deseos de orden material, puesto que cuando se trata de deseos de orden espiritual y concretamente aquellos que nacen engendrados por el amor a Dios, podemos asegurar categóricamente, que podrá ser cuestión de tiempo, pero siempre se realizan. Esta última clase de deseos, nacen en la persona, cuando son infundidos por Dios en el corazón del hombre. Y como asegura San Juan de la Cruz: Cuando Dios infunde un deseo en el corazón del hombre, es señal de que quiere otorgarle esta gracia, porque Dios no hace desear nada que no quiera darnos. Este será siempre el mejor motor que nos empujará a la realización de nuestros deseos, si es que estos están de acuerdo con la divina voluntad: las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo.

Dentro del tema de los deseos de orden espiritual, no podemos pasar de decir que la actividad demoníaca es siempre muy intensa. El enemigo, nos procura muchas veces grandes deseos; de objetivos ausentes y que no se presentarán jamás, para divertir o tratar de desviar nuestro espíritu de los objetos presentes, en los cuales por pequeños que sean, nos podríamos aprovechar mucho. Es decir, dicho en términos más vulgares, cuando el demonio ve que un alma paulatinamente y sin grandes acciones, a través de los pequeños sucesos y contradicciones del día, pasa a paso se está santificando y se va acercando más a Dios, excita el afán de protagonismo, la vanidad y en definitiva el orgullo humano, proponiéndole la ejecución de grandes obras, que más directamente la lleven a ella una mayor gloria en Dios - y decimos en Dios, no de Dios - ya que el maligno sabe, que lo que propone es irrealizable para esa alma, pero así él, la aparta del camino de perseverancia y humildad que esta alma estaba llevando para acercarse a Dios.

Creo que dentro de unos dos meses, podrá salir publicado un libro mío que estoy terminando y que lleva por título precisamente Los deseos humanos. Alguno de los pensamientos y párrafos de esta glosa están sacados de este libro.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

LA DUREZA DE UNA MADRE EN UN ABORTO EN DIRECTO VÍA TWITTER CAUSA PAVOR EN LA RED SOCIAL


MULTITUD DE REACCIONES

Angie Jackson decidió contar, minuto a minuto, lo que experimentaba al ingerir la píldora RU 486. Lo que ha sorprendido a sus seguidores y a quienes han tenido acceso a los mensajes no es solamente la decisión de contar a todos una experiencia tan íntima, sino algunas de las expresiones empleadas por ella respecto al hijo que moría.

Angie Jackson vive en Florida, está sin empleo y tiene un hijo que nació con deficiencias tras un embarazo de riesgo. Los médicos le dijeron que corría peligro su vida si volvía a quedar encinta, y cuando supo que así había sucedido, decidió abortar.Recurrió a la píldora RU 486, pero, aficionada como es a la red social Twitter, quiso compartir su experiencia en directo con todos sus seguidores. Quienes, como cuenta este sábado el diario italiano L´Avvenire, comenzaron a recibir mensajes inquietantes.

«Ya no veo la hora de que llegue la expulsión. Este inquilino abusivo que ocupa mi útero debe irse» es uno de ellos, que expresa con una insólita sinceridad el desapego de Angie respecto a su hijo, una vez resuelta a eliminarlo. «Me siento infectada», afirma, tras reconocer su irritación por el fallo del dispositivo intrauterino (ya en sí mismo abortivo) que utilizaba. La mujer explica a sus lectores las razones de su acto: «Lo único que quiero es seguir viva, y el mejor modo de hacerlo es abortar». Pero en otro momento, Jackson va más allá de su caso personal y explica que, dando publicidad al aborto, quiere servir de ejemplo para «desdramatizarlo». A su juicio, «no querer estar embarazada» es motivo suficiente para suprimir un embarazo.

Lo que le ha espantado a ella misma, según confesó, y también a los usuarios de Twitter que recibían sus mensajes, es la frialdad con la que contaba lo que estaba experimentando su cuerpo. «Los calambres son cada vez más persistentes» o «ahora estoy sangrando de verdad» fueron expresiones usadas por Angie que causaron gran revuelo.

Apoyos y críticas.
La joven recibió apoyo de grupos abortistas por su acción, pero también ofertas de grupos pro-vida para adoptar el niño e incluso, según cuenta, amenazas de muerte. Ella había anunciado su segundo embarazo en Twitter, comentando su resolución, y por eso el caso fue ganando notoriedad hasta el día en que tomó la píldora y relató las consecuencias.

«Estoy asustada», había advertido antes: «No sé cómo será ni cuánto tiempo estaré mala ni si dispondré de alguna ayuda. Querría tener conmigo una familia»
E.R./ReL

OREMOS POR NUESTROS HERMANOS CHILENOS


Terremoto en Chile

A las 3:34 a.m. del día de hoy 27 de febrero 2010, Chile sufrió un fuerte terremoto de 8,8 grados. Desde 1960, Chile no sufría una catástrofe como esta.

Como nos anunció la Virgen María, mensaje que fue publicado en este blog hace pocos días, ya comenzó el final y no hay retroceso. Estemos preparados.

Unámonos en oración por nuestros hermanos.
José Miguel Pajares Clausen

AMAR COMO CRISTO NOS AMA


Sábado primera semana Cuaresma. Amar a costa de uno mismo, el auténtico amor es capaz de romper los propios egoísmos.

La generosidad es una de las virtudes fundamentales del cristiano. La generosidad es la virtud que nos caracteriza en nuestra imitación de Cristo, en nuestro camino de identificación con Él. Esto es porque la generosidad no es simplemente una virtud que nace del corazón que quiere dar a los demás, sino la auténtica generosidad nace de un corazón que quiere amar a los demás. No puede haber generosidad sin amor, como tampoco puede haber amor sin generosidad. Es imposible deslindar, es imposible separar estas dos virtudes.

¿Qué amor puede existir en quien no quiera darse? ¿Y qué don auténtico puede existir sin amor? Esta unión, esta intimidad tan estrecha entre la generosidad y la misericordia, entre la generosidad y el amor, la vemos clarísimamente reflejada en el corazón de nuestro Señor, en el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros, y en la forma en que Jesucristo se vuelca sobre cada una de nuestras vidas dándonos a cada uno todo lo que necesitamos, todo lo que nos es conveniente para nuestro crecimiento espiritual.

Este darse de Cristo lo hace nuestro Señor a costa de Él mismo. Como diría San Pablo: Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hiciesen ricos con su pobreza. Ésta es la clave verdadera del auténtico amor y de la auténtica generosidad: el hacerlo a costa de uno.

En el fondo, podríamos pensar que esto es algo negativo o que es algo que no nos conviene. ¡Cómo voy yo a entregarme a costa mía! ¡Cómo voy yo a darme o a amar a costa mía! Sin embargo, es imposible amar si no es a costa de uno, porque el auténtico amor es el amor que es capaz de ir quebrando los propios egoísmos, de ir rompiendo la búsqueda de sí mismo, de ir disgregando aquellas estructuras que únicamente se preocupan por uno mismo. ¡Qué diferente es la vida, qué diferente se ve todo cuando en nuestra existencia no nos buscamos a nosotros y cuando buscamos verdadera y únicamente a Dios nuestro Señor! ¡Cómo cambian las prioridades, cómo cambia el entendimiento que tenemos de toda la realidad y, sobre todo, cómo aprendemos a no conformarnos con amar poquito!

Esto es lo que nuestro Señor nos dice en el Evangelio: Antiguamente se decía: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Esto es amar poquito, amar con medida, amar sin darse totalmente a todos los demás. Podríamos nosotros también ser así: personas que aman no según el amor, sino según sus conveniencias; no según la entrega, sino según los propios intereses. Cuando Cristo dice: Si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso también los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso también los paganos?”, lo que nos está diciendo: ¿no hacen eso también aquellos a los que solamente les interesa la conveniencia o el dinero? Te doy, porque me diste; te amo porque me amaste.

El cristiano tiene que aprender a abrir su corazón verdaderamente a todos los que lo rodean, y entonces, las prioridades cambian: ya no me preocupo si esto me interesa o no; la única preocupación que acabo por tener es si me estoy entregando totalmente o me estoy entregando a medias; si estoy dándome, incluso a costa de mí mismo, o estoy dándome calculándome a mí mismo. En el fondo, estos dos modelos que aparecen son aquellos que, o siguen a Cristo, o se siguen a sí mismos. Ser perfectos no es, necesariamente, ser perfeccionistas. Ser perfectos significa ser capaces de llevar hasta el final, hasta todas las consecuencias el amor que Dios ha depositado en nuestro corazón. Ser perfecto no es terminar todas las cosas hasta el último detalle; ser perfecto es amar sin ninguna medida, sin ningún límite, llegar hasta el final consigo mismo en el amor.
Para todos nosotros, que tenemos una vocación cristiana dentro de la Iglesia, se nos presenta el interrogante de si estamos siendo perfeccionistas o perfectos; si estamos llegando hasta el final o estamos calculando; si estamos amando a los que nos aman o estamos entregándonos a costa de nosotros mismos.

Estas preguntas, que en nuestro corazón tenemos que atrevernos a hacer, son las preguntas que nos llevan a la felicidad y a corresponder a Dios como Padre nuestro, y, por el contrario, son preguntas que, si no las respondemos adecuadamente, nos llevan a la frustración interior, a la amargura interior; nos llevan a un amor partido y, por lo tanto, a un amor que no satisface el alma.

Pidámosle a Jesucristo que nos ayude a no fragmentar nuestro corazón, que nos ayude a no calcular nuestra entrega, que nos ayude a no ponernos a nosotros mismos como prioridad fundamental de nuestro don a los demás. Que nuestra única meta sea la de ser perfectos, es decir, la de amar como Cristo nos ama a nosotros.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC

viernes, 26 de febrero de 2010

AMAR LA VOLUNTAD DE DIOS


Hay que partir de una realidad incontestable, nos guste o no nos guste, tanto a creyentes como a no creyentes y es la de que en este mundo y en todo lo creado siempre se realiza la voluntad de Dios.

Y esta se realiza siempre, tal como aseguran los autores norteamericanos de libros espirituales Nemeck y María Teresa Coombs, independientemente de cualquiera que sea nuestra actitud frente a ella. Él, como Ser omnisciente absoluto tiene la facultad de imponer su voluntad conduciéndonos por nuestro bien, hacia su amor, sin mermar por ello nuestro libre albedrío. La voluntad de Dios se lleva a cabo en nosotros con la misma facilidad por su parte, tanto si le decimos sí como no.

De acuerdo con lo anterior, inicialmente dos son las actitudes que podemos adoptar: Una la de aceptar plenamente su voluntad con total alegría, en la confianza que aunque no lo entendamos, ésa es la solución que más nos conviene. La otra es la de pedirle a Dios que modifique su voluntad. A la vista del resultado, si Dios no ha aceptado nuestra petición de modificación, caben tres posturas: La primera la más perfecta, que coincide con la anteriormente expuesta y que es la de aceptar plenamente y con alegría el cumplimiento de la divina voluntad. La segunda que es la más extendida, y que consiste en aceptar, refunfuñando. Es ésta la que se conoce con el nombre de resignación cristiana. La tercera la menos inteligente, y dan ganas de escribir; la más estúpida, que consiste en rebelarse.

Aceptar la voluntad de Dios, es fácil cuando ella coincide con nuestros deseos, pero si no coincide entonces estamos ante harina de otro costal. En este segundo supuesto, no caigamos en el error de creer que la voluntad de Dios se puede negociar, aceptemos siempre con alegría la divina voluntad sobre nosotros y tengamos siempre la seguridad, de que lo que Él quiere, es siempre mejor que lo que nosotros creemos que es lo mejor. El planteamiento de una negociación con Dios, es una práctica muy extendida: Señor si alcanzo esto, haré por Ti aquello. Es este un tema delicado ya que en determinados casos y mediando un ingenuo planteamiento de buena fe, puede no ser reprobable esta actitud, pero es el caso, que la mayoría de las veces hay personas que se creen que Dios es un tratante, al que se le puede dominar con las promesas de cumplimiento, de determinados sacrificios. No, a Dios no se le puede comprar. Para Dios es mucho más importante las demostraciones de amor, que el número de horas empleados en soportar cilicios, sin que ello no quiera decir que el empleo del los cilicios o de sacrificio por amor a Dios, sea esta una mala práctica sino todo lo contrario. En el salmo 50 puede leerse:

Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias. (Sal 50,18-19).

Amar la voluntad de Dios sea ésta cual sea, es el único camino que nos llevará a Dios. Nuestro Señor a su paso por esta tierra, dio sobradas muestras de la tremenda importancia que tiene aceptar debidamente la divina voluntad. Ya desde niño, remarca la importancia, que para Él tiene la voluntad de su Padre celestial, en el episodio de la pérdida de Él en Jerusalén.

"Cuando sus padres le vieron, quedaron sorprendidos, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados andábamos buscándote. Y El les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?”. (Mt 10,29). Cuando después del encuentro con la samaritana, los discípulos encontraron al Señor y le instaron a comer, este les respondió: “…, mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra (Jn 4,34). Según nos relata San Mateo, en el Monte de las bienaventuranzas, entre otra muchas afirmaciones dijo: No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. (Mt 7,21). También San Mateo nos da medida de la voluntad del Padre poniendo en boca de Nuestro Señor, las siguientes palabras: "¿No se venden dos pajaritos por un as?. Sin embargo ni uno de ellos cae en tierra sin la voluntad de vuestro Padre (Mt 10,29). Otra vez hablando con sus discípulos a orillas del lago, les dijo: “…, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envío (Jn 6,38). Cuando le visitan sus familiares y le anuncian a Él su presencia, Él responde: “¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?. Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre(Mt 12,48-50). Pero la total muestra de la entrega de su voluntad a la del Padre, la da en el Huerto de Getsemaní, cuando a la vista de los terribles sufrimientos que le esperaban, sudando sangre por el dolor, puesto de rodillas dijo: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22,41-42).

Si nosotros queremos buscar a Dios, y seguir su camino, hemos de imitar siempre al Redentor, y estas son las directrices que Él nos marca con respecto al cumplimiento de la divina voluntad. La perfección que Él postula para todos nosotros, pasa inevitablemente por el cumplimiento de la divina voluntad. En el proceso de santificación de un alma, cuando éste proceso alcanza su culminación, es precisamente cuando el alma llega a identificarse plenamente con la divina voluntad. Según el Santo cura de Ars: Dios, está tan unido a los santos que parece hacer más la voluntad de estos que la propia. Lo que realmente ocurre, es que cuando un alma llega a la unión con Cristo, la voluntad del alma está ya tan totalmente identificada con la de Dios, que es imposible encontrar diferencia alguna entre las dos voluntades.

Santa Teresa de Jesús, que como todo o toda gran alma santificada disponía de una especial clarividencia para conocer y comprender las cosas de Dios, tenía una especial preocupación por el cumplimiento de la divina voluntad, y a tal respecto escribía en su libro principal: Y creedme que no está el negocio en tener hábito de religión o no, sino en procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo, y que el concierto de nuestra vida sea lo que Su Majestad ordenare en ella, y no queramos nosotras que se haga nuestra voluntad, sino la suya”.

Sólo haciendo en cada momento, lo que Dios quiere que hagamos, e interrogándonos continuamente acerca de cuál es la divina voluntad con respecto a nosotros, llegaremos a desear amarle más cada día, signo inequívoco de progreso espiritual. Y así alcanzaremos la santidad, porque ella sólo consiste en hacer lo que Dios quiere que hagamos, y estar en lugar en que Dios quiere que estemos.

Hagamos la voluntad de Dios, escribe el abad Lehodey, y Él hará la nuestra; hagamos todo lo que Él quiere, que Él hará todo lo que nosotros queramos. Modificando a San Agustín podríamos decir: Señor, aumenta más mi deseo de amarte, y pídeme lo que quieras.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

DEL NEW AGE A LA IGLESIA CATÓLICA


No es extraño encontrar hoy día entre los católicos muchos que afirman que ciertos aspectos de la New Age no son malos, e incluso son buenos para el hombre. De hecho se nos envían mensajes de esta pseudo-religión de muchas maneras, sobre todo con el cine, la moderna filosofía, la literatura de éxito, etc.

No son pocos los que en cierto momento de su vida se han visto atraídos por la religión hindú, por el budismo y demás formas de religión orientales. Pero viene a mi memoria una anécdota que contaba en una ocasión un fraile dominico sobre el budismo. En cierta ocasión que él acudió a la India se quedó prendado al ver a un grupo de monjes budistas que paseaban plácidamente en completa paz, e hizo un comentario a uno de sus compañeros admirando el nivel de equilibrio alcanzado por aquellos monjes. La respuesta de su compañero fraile, que llevaba varios años en la India fue la siguiente: Si hablaras con ellos te darías cuenta de que todo es fachada, por dentro están vacíos.

Cuando uno se limita a buscar a Dios en su interior contando únicamente consigo mismo acaba encontrando eso, vacío. Se busca a sí mismo, se hace dios de sí mismo.

Esta es la conclusión a la que llegó Moira Noolan en su experiencia en la New Age, y es la parte que más me ha impresionado de su testimonio: la New Age niega el pecado original, hace con sus seguidores lo mismo que hizo Satanás en el Paraíso con Adán y Eva, intenta convencerlos de que son dioses. Les lleva a pensar que la solución de todos los problemas reside en nuestro interior, en nuestro yo.

A esto añade un max-mix de todas las religiones existentes, tomando dioses del paganismo y añadiendo las figuras de Cristo y de su Madre, María. En este punto es interesante la experiencia que cuenta de Medjugore.

Si leemos con detenimiento encontraremos que en nuestra propia vida espiritual muchas veces nos hemos dejado contaminar por determinados aspectos de la New Age, y que en definitiva es una estructura de creencias que se hace muy atractiva para muchos jóvenes de hoy.

Abramos ojos, oídos, mente y corazón para evitar caer en sus redes.

Espero, como siempre, que sea de vuestro agrado.
A HISTORIA DE MI CONVERSIÓN, DE MOIRA NOONAN
Mis primeros recuerdos del catolicismo son los de mi madre diciéndonos que nos enviaba (a mi junto con mis hermanos y hermanas) a una Escuela Católica porque las monjas podían educarnos mejor de lo que ella podía hacerlo. La primera escuela a la que fui estaba en Detroit se trataba de un jardín de infancia de la orden del Sagrado Corazón, Escuela Convento de la orden de Santa Magdalena Sofía Barat. Cuando me encontraba en el tercer grado nos mudamos de Detroit a Nueva Jersey, donde asistí a la escuela pública debido a la falta de una escuela católica en esa zona. En el octavo grado fui enviada a un internado en Filadelfia llamado Eden Hall, era el Convento del Sagrado Corazón, pero estando en décimo grado la escuela sufrió un incendio y se quemó. Entonces me trasladaron a un internado laico llamado MacDuffie, que era una escuela preparatoria para niñas. Esta transición supuso un amortiguador en mi camino hacia la fe.

En este entorno no católico comenzó mi peligroso camino hacia el Mundo de la Nueva Era (New Age). Una de mis profesoras, que mediaba la veintena, me había atraído a su círculo al igual que a muchas de las niñas de la escuela, tanto durante como después del horario escolar. Había estudiado en la India y tenía una fuerte creencia en la religión hindú, también estaba prometida con un hindú que era profesor en la Universidad de Princeton. Su novio llevaba el traje tradicional con el turbante, e iba a visitarla a nuestro internado de forma regular. Acudimos a muchos conciertos Indios incluyendo los de Ravi Shankar y se nos hizo cada día más fascinante el misterio de la cultura y la religión Indias.

En el momento en que me gradué en la escuela secundaria (1970) estaba convencida que tenía que llegar a la iluminación, ir a la India y encontrar a mi Gurú, "mi maestro de vida que me enseñara el camino hacia Dios". Después de la graduación, decidí asistir a la universidad de Colorado, y asistir a dos Universidades al tiempo, la de Denver y la de Colorado. Siempre tuve la idea de que un día iba a ir a la India, la semilla de este nuevo sistema de creencias se habían plantado en mí.

Es una creencia común en la New Age que sigue a un Gurú que los Gurús necesitan estar cerca para poder ayudarte. Así que en el campus de la universidad la que asistí fui muy influenciada por el movimiento Rashneesh. Este movimiento realmente tenía éxito y su Gurú se mudó de la India a la Costa Oeste en los EE.UU. para estar cerca de todos sus jóvenes seguidores. En el campus de la universidad había clases de meditación y grupos que siempre sostuvieron al gurú.

En mi penúltimo año de universidad me transfirieron a la Universidad de Washington en Seattle, y decidí hacer un semestre en el extranjero asistiendo a la universidad en Avignon, Francia. Mientras estaba en Francia, viajé a Grecia y Turquía, y pensé en tomar un tren a la India porque no sentía la necesidad de terminar la universidad. El concepto de ser iluminado se había apoderado de mi opacando la necesidad de completar mi educación. El Señor tenía otros planes para mi vida, y utilizó a mi abuela para cambiar mi opinión. Ella me convenció de volver a casa y terminar la escuela graduándome en 1974 en la Universidad de Washington.

Durante este tiempo los medios de comunicación y celebridades como los Beatles, ponían de moda la influencia de los Gurús, así que mi atracción hacia la religión hindú y oriental continuó. La semilla de este nuevo sistema de creencias que había recibido durante la escuela secundaria estaba lo suficientemente desarrollada en mí como para lavarme el cerebro haciéndome creer que necesitaba adquirir un Gurú para encontrar la iluminación.

Otro aspecto de mi viaje por la New Age fue entrar en el movimiento feminista y defender que la mujer no era nada sin una carrera. Así que dejé otra vez a la India apartada para poder iniciar mi carrera profesional, para convertirme en una editora de éxito. Me centré en mi trabajo, no tenía tiempo para asuntos espirituales. A la edad de veintiocho había logrado mi objetivo de ser un editora y estaba trabajando en Hawai en Visitor Publication Inc. A los treinta años tuve un grave accidente de tráfico con el coche de la empresa. El accidente me dejó con una discapacidad grave y no podía trabajar, ni conducir, y sufría un dolor constante.

Buscando una manera de aliviar el dolor volví a la religión hindú y, sin darse cuenta hasta más tarde -como me gusta decir-, mi compañía de seguros pagó para que me realizaran un lavado de cerebro en la New Age. Mi compañía de seguros en el estado de Hawaii me envió a la Clínica La Crosse del Dr. Norman Shelly contra el Dolor y para la Rehabilitación, en Wisconsin, que era una de las primeras clínicas paliativas, primer modelo en el país.

Por aquel entonces la sección de tratamiento del dolor se trasladó a la Clínica Menninger en el Medio Oeste. El tratamiento en ésta clínica era autógeno, una combinación de la hipnosis y las creencias filosóficas del Nuevo Pensamiento. Las bases del Nuevo Pensamiento provienen de la Ciencia de la Mente creada por el Dr. Ernest Holmes, de la Sociedad Teosófica y de Mary Baker Eddy que fue la fundadora de la religión de la Ciencia Cristiana.

Durante mi estancia en la clínica del dolor, los pacientes éramos llevados a un estado subliminal para alterar nuestras ondas cerebrales de pensamiento, mientras enviaban mensajes y alimentaban nuestro cerebro con nuevos valores y sistemas de creencias. La mente sobre la materia para ser libre del dolor, "Si usted cree que no existe el dolor, entonces no tiene dolor". El personal de la clínica reprimía verbalmente cualquier forma de sufrimiento, y denostaba la virtud en el sufrimiento. Decían que no hay sufrimiento redentor negando que el sufrimiento que estábamos experimentando podría ser permitido por Dios, sino que se producía por culpa nuestra. El concepto de la salvación era algo creado por uno mismo, "Si quieres ser salvo, curado o sin dolor es mejor que lo hagas tú mismo". No había espacio para los valores o conceptos cristianos. Esto describe la trinidad de la Nueva Era: Yo, me y conmigo.

Estas auto-sugestiones eran continuas cada día, cada hora durante el período de mi estancia. Permanecí en la clínica del dolor durante un mes. Cuando por fin dejé la clínica me dieron libros y cintas para llevar a casa y poder continuar con el sistema autógeno que me mantendría libre de dolor, y para afianzar este "nuevo pensamiento" en mi mente que sostenía mi nueva manera de pensar. Después de mis experiencias dentro de la clínica, decidí unirme a las Iglesias de la New Age.

El principal objetivo de la New Age en ese momento era crear la Iglesia de Ciencias Religiosas y las Iglesias Unidas que ahora encontramos en la mayoría de las ciudades de los Estados Unidos. Terminé por participar en el programa de formación del ministerio en la Iglesia de Ciencias Religiosas del Norte del Condado en Encinitas, California, y pasé cuatro años de aprendizaje en virtud de un ex ministro católico que continuó el lavado de cerebro en profundidad hasta que realmente tuve un nuevo sistema de creencias.

Habiendo sufrido el dolor me sentí atraída por las artes curativas de la Nueva Era y me convertí en una curandera certificada como entrenadora y maestra de Reiki y recibí el certificado de experta en "Manos de Luz" de la Escuela de Sanación de Barbara Brennar. Esto me llevó al deseo de aprender más sobre el mundo psíquico - el arte de la curación no tiene nada que ver con el Espíritu Santo. Así que fui a recibir clases de formación psíquica en la Escuela del Cristo Interior en Lemon Grove, CA, para obtener los falsos dones de clarividencia, clarisensibilidad y clariaudiecia y estar más conectada con los espíritus caídos y los guías espirituales.

Durante el trabajo profesional de la oración en las iglesias, ayudábamos a la gente a "manifestar" sus deseos, utilizando más a Dios como un genio que concede deseos que mostrándolo como creador amoroso, definitivamente era alguien a quien debemos someter a nuestra voluntad. La esencia de las enseñanzas de la New Age es manifestar en la experiencia humana lo que se considera divino, porque piensan que todos somos "dioses". Es la negación de base del pecado original y el uso de la misma mentira que Satanás utilizó con Eva en el Jardín del Edén. Sólo que ahora la idea es implantarlo con los más sofisticados programas de lavado de cerebro.

El trabajo profesional de oración me dirigía a trabajar en la sanación y me formaba en el asesoramiento. En 1989 conseguí el Certificado Ericksonian de Hipnosis. El énfasis se ponía en la terapia de regresión a vidas pasadas y a la vida futura. Una de las creencias más atractivas de la Nueva Era es la creencia en la reencarnación. Hay una gran esclavitud a este sistema de creencias. El Dr. Milton Erickson diseñó este tipo de terapia llamada PNL (programación neurolingüística). Recibí mi formación en PNL en la Robbins Research Int. en San Diego de manos de Anthony (Tony) Robbins, Tony Robbins es un maestro en hipnosis. Me encontré inmersa en el mundo de la hipnosis y se convirtió para mí una reprogramación completa de mi mente y una grave pérdida la voluntad personal.

El comienzo de mi conversión se inició en 1990. Yo estaba en Hawai, en un seminario de terapia Ericksoniana y en un momento de descanso leí un artículo sobre una líder de la New Age y profesora, Sandra Ray, y su viaje a Medjugorje, en Bosnia y Herzegovina. El objetivo de Sandra con dicho viaje era visitar a la "Madre María". Contaba que fue invitada por un sacerdote de la iglesia de St. James para estar en la habitación con los videntes mientras se producía una de las apariciones. Su experiencia allí le dio la idea para iniciar el "movimiento de la Diosa" que es muy importante hoy día dentro de la Nueva Era. Creía haber visto a la diosa de los cielos, "Mother Mary", que bajaba para satisfacer a la diosa de la Tierra, Gaia. Mientras estaba allí sentada leyendo este artículo lo que realmente me impresionó fue que yo sabía que la Virgen no era, definitivamente, una diosa. Así que gracias a las religiosas del Sagrado Corazón de mi primera infancia, algo de verdad había quedado en mí.

Cuando volví a mi casa en San Diego un día estaba en un supermercado y vi la portada de la revista Life con la foto de una estatua de la Virgen y el título “¿Crees en los milagros?”. Así que la compré para completar la información de la revista New Age que había estado leyendo mientras me encontraba en Hawai. Life Magazine tenía una versión más real de María y me animó mirar más profundamente en ella.

La persona clave que el Señor puso en mi vida y que me ayudó a entregar completamente mi vida a Cristo y a la Virgen fue Beverly Nelson, una laica de las Misioneras de la Caridad, la orden de la Madre Teresa. Como resultado del estímulo de Beverly también me he unido como laica a las Misioneras de la Caridad y me he convertido en un miembro activo dentro de la orden. Me uní a la Iglesia Católica en la Parroquia San Francisco en Vista, CA. y me he convertido en madrina de muchos de mis amigos de la New Age que decidieron convertirse en católicos. Entre ellos un ex médico de la New Age, mi ex profesor, un famoso músico New Age, amigos personales que han estado en la New Age por más de treinta años y mi ex-marido, todas estas personas eran adultos de edades comprendidas entre treinta y cinco y cincuenta años. Todos ellos están felices con su nueva fe en Cristo. Mi hija, también ha recibido todos los sacramentos dentro de la fe católica, y trabaja activamente para los "jóvenes adultos".
Isabel Warleta

CUARESMA, UN RECORDATORIO DE CÓMO DIOS NOS QUIERE


Viernes primera semana Cuaresma. Nuestro amor a los demás será la mejor ofrenda a Dios.

Toda la Cuaresma, con su constante invitación a la conversión, es un hermoso recordatorio de cómo Dios nuestro Señor nos quiere, a todos y cada uno de nosotros, plenamente santos, absolutamente santos. Purifíquense de todas sus iniquidades, renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor.

La ley de santidad, que nos exige y que nos obliga a todos, se convierte en un imperativo al que nosotros no podemos renunciar. Pero seríamos bastante ingenuos si esta ley de santidad pretendiéramos vivirla alejados de lo que somos, de nuestra realidad concreta, de los elementos que nos constituyen, de las fibras más interiores de nuestro ser. Seríamos ingenuos si no nos atreviéramos a discernir en nuestra alma aquellas situaciones que pueden estar verdaderamente impidiendo una auténtica conversión. La conversión no es solamente ponerse ceniza, la conversión no es guardar abstinencia de carne, no es sólo hacer penitencias o dar limosnas. La conversión es una transformación absoluta del propio ser.

Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud de la justicia, él mismo salva su vida si recapacita y se aparta de los delitos cometidos; ciertamente vivirá y no morirá.

Esta frase del profeta Ezequiel nos habla de la necesidad de llegar hasta los últimos rincones de nuestra personalidad en el camino de conversión. Nos habla de la importancia de que no quede nada de nosotros apartado de la exigencia de conversión. Y si nosotros quisiéramos preguntarnos cuál es el primer elemento que tenemos que atrevernos a purificar en nuestra vida, el elemento fundamental sin el cual nuestra existencia puede ver truncada su búsqueda de santidad, creo que tendríamos que entrar y atrevernos a examinar nuestros sentimientos.

¡Cuántas veces son nuestros sentimientos los que nos traicionan! ¡Cuántas veces es nuestra afectividad la que nos impide lograr una real conversión! ¡Cuántos de nosotros, en el camino de santidad, nos hemos visto obstaculizados por algo que sentimos escapársenos de nuestras manos, que sentimos írsenos de nuestra libertad, que son nuestros sentimientos! Los sentimientos, que son una riqueza que Dios pone en nuestra alma, se acaban convirtiendo en una cadena que nos atrapa, que nos impide razonar y reaccionar; nos impiden tomar decisiones y afirmarnos en el propósito de conversión. La penitencia de los sentimientos es el camino que nos tiene que acabar llevando en todas las Cuaresmas, más aún, en la Cuaresma continua que tiene que ser nuestra existencia, hacia el encuentro auténtico con Dios nuestro Señor.

Jesucristo, en el Evangelio, nos habla de la importancia que tiene el ser capaces de dominar nuestros sentimientos para poder lograr una auténtica conversión. La Antigua Ley hablaba de que el que mataba cometía pecado y era llevado ante el tribunal, pero Cristo no se conforma simplemente con esto; Cristo va más allá en lo que tiene que ir haciendo plena a la persona. Jesucristo nos invita, como parte de este camino de conversión, a la purificación de nuestros sentimientos, a la penitencia interior cuando nos dice: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado hasta el tribunal.

En cuántas ocasiones nosotros buscamos quién sabe qué mortificaciones raras y andamos pensando qué le podríamos ofrecer al Señor, y no nos damos cuenta de que llevamos una penitencia incorporada en nosotros mismos a través de nuestros sentimientos. No nos damos cuenta de que nuestros sentimientos se convierten en un campo en el que nuestra vida espiritual muchas veces naufraga.

¡Cuántas veces nuestros anhelos de perfección se han visto carcomidos por los sentimientos! ¡Cuántas veces el interés por los demás, porque los demás crezcan, por ayudar a los demás, se ha visto arruinado por los sentimientos! ¡Cuántas veces un deseo de una mayor entrega, un interés por decirle a Cristo «sí» con más profundidad, se ha visto totalmente apartado del camino por culpa de los sentimientos! No porque ellos sean malos, porque son un don de Dios, y como don de Dios, tenemos que hacerlos crecer y enriquecernos con ellos. Pero, tristemente, cuántas veces esos sentimientos nos traicionan. Nuestra conversión, para que sea verdadera, para que sea plena, tiene que aprender a pasar por el dominio de nuestros sentimientos. Y para lograrlo, la gracia tiene que llegar tan hondo a nuestro interior, que incluso nuestros sentimientos se vean transfigurados por ella.

¿Cuál es el camino para esto? El camino es el examen: Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene una queja contra ti [...]. Entrar constantemente dentro de nosotros mismos y vigilar nuestra alma es el camino necesario, ineludible para poder llegar a vivir esta penitencia de los sentimientos. Es el camino del cual no podemos prescindir para tener bien dominada toda esa corriente que son los sentimientos, de manera que no perdamos nada de la riqueza que ella nos pueda aportar, pero tampoco nos dejemos arrastrar por la corriente, que a veces puede llevarnos lejos de Dios nuestro Señor.

Para entrar en nosotros es necesario que la memoria y el recuerdo se transformen como en un espejo en el cual nuestra alma está siendo examinada, percibida constantemente por nuestra conciencia, para ver hasta qué punto el sentimiento está enriqueciéndome o hasta qué punto está traicionándome. Hasta qué punto el sentimiento está dándome plenitud o hasta qué punto el sentimiento me está atando a mí mismo, a mi egoísmo, a mis pasiones, a mis conveniencias.

Vigilar, estar atentos, recordar, pero al mismo tiempo, es fundamental que el camino de conversión no simplemente pase por una vigilancia, que nos podría resultar obscura y represiva, sino es necesario, también, que el camino de conversión pase por un enriquecimiento. Si alguien tendría que tener unos sentimientos ricos, muy fecundos, ése tendría que ser un cristiano, tendría que ser un santo, porque solamente el santo - el auténtico cristiano - potencia toda su personalidad impulsado por la gracia, para que no haya nada de él que quede sin redimir, sin ser tocado por la Cruz de Cristo.

Cristo, cuando está hablando a los fariseos les dice: Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos. No podemos quedarnos con una justicia del «no harás», tenemos que buscar una justicia del «hacer», del llevar a plenitud, del enriquecimiento, que es parte de nuestra conversión. Y en este sentido, tenemos que estar constantemente preguntándonos si ya hemos enriquecido todos nuestros sentimientos: el cariño, el afecto, la ternura, la compasión, la sensibilidad; todos los sentimientos que nosotros podemos tener de justicia, de interés, de preocupación; todos los sentimientos que podemos tener de acercamiento a los demás, de percepción de las situaciones de los otros. ¿Hasta qué punto nos estamos enriqueciendo buscando cada día darle más cercanía a la gracia de Cristo?

Dice el salmo: Perdónanos Señor y viviremos. En estas tres palabras podríamos encerrar esta penitencia de los sentimientos. Que el Señor nos perdone, es decir, que nos purifique. Llegar a limpiar los sentimientos de todo egoísmo, de toda preocupación por nosotros mismos, de toda búsqueda interesada de nosotros. Pero no basta, hay que vivir de ese perdón; de esa purificación tiene que nacer la vida y tiene que nacer un enriquecimiento nuestro y de los demás.

El camino de conversión es difícil, exige una gran apertura del corazón, exige estar dispuestos, en todo momento, a cuestionarnos y a enriquecernos. Hagamos de la Cuaresma un camino de enriquecimiento, un camino de encuentro más profundo con Cristo, un camino en el que al final, la Cruz de Cristo haya tocado todos los resortes de nuestra personalidad.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC

LA MORTIFICACIÓN


Se puede sufrir por banalidades, pero no se tolera que se sufra por Él.

Cuando se tienen las cosas claras es más fácil meditar sobre ellas, pues lo difícil está hecho. Nunca había opinado sobre la mortificación porque no entendía que a Jesús le pudiera ser grato el sufrimiento de sus hijos y a la vez veía en la mortificación una violencia física que me chocaba en la doctrina del Amor. Pero me dejaba matices.

Rumiando sobre el asunto, he llegado a la conclusión de que nada tiene de extraño la mortificación física como complemento de la oración espiritual. De hecho, infligirse dolor físico es una práctica cotidiana en la mayor parte de la población, no ya para acompañar una oración a nuestro Creador, sino para acompañar los objetivos más prosaicos. Por ejemplo, sufren algunos estudiantes cuando recurren a los estimulantes para mantenerse despiertos y poder estudiar más horas para aprobar un examen; también sufren algunos trabajadores que prolongan su jornada laboral para mejorar sus economías; sufren la inclemencia del frío o del calor los que hacen cola para alcanzar una entrada para ver jugar a su equipo o escuchar a sus ídolos de la canción; sufren una barbaridad quienes se someten a intervenciones de cirugía estética, simplemente para mejorar la imagen…

En otro orden de cosas, sufren voluntaria y conscientemente, a veces hasta morir, quienes escalan montañas, quienes navegan por los océanos, quienes practican deportes… en el mejor de los casos, para superarse físicamente a sí mismos: en muchos casos, por la suprema estupidez de ganar una competición o batir un récord. ¿Y con todo ese sufrimiento por motivos tan materiales - físicos o psicológicos - y al fin intrascendentes, alguien puede negar el valor del sufrimiento cuando la causa es ofrecérselo a Dios? Muy al contrario, si el sufrimiento es una parte consustancial a la actividad humana más banal, ¿no lo va a ser con verdadero motivo en la actividad más sublime, que es la oración? Parece que queda diáfano que la oración adquiere su plenitud cuando va acompañada de sufrimiento en función de nuestras posibilidades, que van desde la pequeña renuncia temporal a pequeñas cosas que nos satisfacen, hasta sacrificios mayores.

No nos engañemos. Para esta sociedad el problema no es infligirse dolor, pues hay infelices que pasan hambre por tener un buen coche ¡y eso se justifica!, sino que el problema es Dios. Se puede sufrir por banalidades, pero no se tolera que se sufra por Él.
Autor: José Cepero

jueves, 25 de febrero de 2010

LA FE EN DIOS REDUCE LOS SÍNTOMAS DE LA DEPRESIÓN CLÍNICA, SEGÚN UN ESTUDIO


LOS CREYENTES RESPONDEN MEJOR A LA MEDICACIÓN

La fe en un Dios compasivo refuerza el poder curativo de los antidepresivos, sugiere un estudio realizado con 136 personas diagnosticadas con depresión, a las que se les suministraron medicamentos, al tiempo que se evaluó su grado de religiosidad. Aquéllos que tenían fe en Dios respondieron mucho mejor al tratamiento que el resto de los pacientes.


Creer en Dios ayuda a curar la depresión, sugiere un estudio reciente realizado por investigadores del Rush University Medical Center de Chicago, en Estados Unidos.

La depresión es un trastorno del estado de ánimo que se presenta como abatimiento e infelicidad transitorios o permanentes. Los síntomas de esta enfermedad afectan principalmente a la esfera afectiva: la tristeza patológica, el decaimiento, la irritabilidad o un trastorno del humor que puede disminuir el rendimiento en el trabajo o limitar la actividad vital habitual, con independencia de que su causa sea conocida o desconocida. Asimismo, la depresión también puede expresarse a través de afecciones de tipo cognitivo, volitivo e incluso somático.

Evaluación de la enfermedad.
El estudio realizado ha revelado que las creencias religiosas protegen contra estos síntomas, y también que mejoran la respuesta de las personas depresivas a los tratamientos médicos contra la enfermedad.

La investigación fue realizada con pacientes diagnosticados de depresión clínica, es decir, con personas que padecían un estado extremo de la depresión, caracterizado por una tristeza, una melancolía y un sentimiento de vacío tan intensos que pueden llegar a ser destructivos para el enfermo.

Según publica el Rush University Medical Center en un comunicado, en total fueron estudiados 136 adultos. Algunos de ellos estaban recibiendo atención psiquiátrica externa, mientras que otros permanecían ingresados en el hospital para su cuidado. Estos pacientes fueron evaluados poco después de ser admitidos para su tratamiento y ocho semanas después de que dicho tratamiento empezase.

Para esta evaluación se emplearon el Inventario de Depresión de Beck (cuestionario que calcula el grado de depresión que pueda tener una persona), la Escala de Desesperanza de Beck (con el que se valora el grado de desesperanza de los individuos, es decir, su actitud hacia las expectativas futuras) y una Escala de Bienestar Religioso.

Estas tres pruebas son herramientas estándar de las ciencias sociales para evaluar la intensidad, la severidad y la profundidad de la depresión y los sentimientos de desesperanza y de satisfacción espiritual.

Mejoras en el tratamiento.
La respuesta de los pacientes a la medicación que se utiliza para tratar la depresión, definida como la reducción en un 50% de los síntomas iniciales, puede variar en los pacientes psiquiátricos.

Algunos de éstos no responden en absoluto a los medicamentos. Sin embargo, el estudio realizado demostró que, entre los sujetos estudiados, aquéllos que creían con más fuerza en un Dios personal y atento a sus necesidades tendieron a mejorar más que los demás participantes en las ocho semanas de tratamiento analizadas.

Concretamente, los participantes en el estudio cuya puntuación en la Escala de Bienestar Religioso estuvo entre las tres primeras fueron un 75% más propicios que el resto a mejorar, a partir del momento en que empezaron a tomar sus medicinas. Los investigadores analizaron si la explicación para semejante mejora podía relacionarse con el sentimiento de esperanza que caracteriza a la fe religiosa. Pero el grado de esperanza, definido por los sentimientos y las expectativas en el futuro y el nivel de motivación de cada individuo, no sirvió para predecir la mejora que los pacientes sufrieron.

La misericordia cura.
Según declaró la investigadora Patricia Murphy, una de las autoras del estudio, la respuesta positiva a los medicamentos para la depresión tiene poco que ver con el sentimiento de esperanza asociado típicamente a las creencias religiosas.

En realidad, para la superación de esta enfermedad, lo que parece ayudar realmente es la fe en un ser supremo compasivo, asegura Murphy.

La investigadora añade que, aunque para la gente diagnosticada con depresión clínica, la medicación juega un papel clave en la reducción de los síntomas, los especialistas deben tener en cuenta el papel de la religión en las vidas de sus pacientes. Los resultados de este estudio, que han sido publicados en la revista Journal of Clinical Psychology sugieren que las creencias religiosas podrían resultar de gran importancia como recurso en la planificación de una atención más efectiva de la depresión. Religión y psicología.

Éste no es el primer estudio que analiza la relación entre la religiosidad y ciertos aspectos de la psicología humana. A principios de 2009, otra investigación, realizada por científicos de la Universidad de Miami, reveló que las personas religiosas tienen mayor capacidad de autocontrol que las no religiosas y regulan de manera más eficiente sus actitudes y emociones, con la finalidad de conseguir objetivos para ellos valiosos.

Según los científicos, esto se debe a que ciertos rituales religiosos - como la oración o la meditación - afectan a partes de la corteza del cerebro humano que resultan claves en la autorregulación y el autocontrol. Por otro lado, las religiones contribuyen al autocontrol porque proporcionan a los individuos modelos claros de comportamiento.

Otras investigaciones realizadas en distintas partes del mundo han demostrado que las personas más devotas tienden a tener un mejor rendimiento escolar, a vivir durante más tiempo y, en general, a ser más felices.
Yaiza Martínez/Tendencias21