jueves, 27 de septiembre de 2007

PERDÓN – 70 VECES 7 Ó 490 VECES


Varias forma de llamarlo... pero ¿se debe cumplir?
Hombres o mujeres que maltratan.

El Señor nos pide que perdonemos 70 veces 7”, lo que se entiende por: SIEMPRE. ¿Significa esto, que pase lo que pase, debemos perdonar siempre
?

Hay personas que se aprovechan de esta cita de 70 veces 7 para maltratar corazones nobles, que con toda su buena voluntad y siguiendo los mandatos de Dios, la siguen al pie de la letra.

Pero... ¿eso está bien? ¿Está bien que se aproveche el que se hace llamar católico porque tiene su partida de bautizo, pero de católico no tiene nada? ¿Qué es más semi-humano que humano?

Jesús, Nuestro señor, también dijo en su síntesis de los 10 Mandamientos, que amáramos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, y que en ese mandamiento estaban incluidos los restantes.

Eso significaría que la persona que ofende regularmente, no ama a Dios ni tampoco se ama a asimismo.

¿Qué hacer
?

Te cuento un caso: Una vez alguien robó mi billetera en la calle. Eso me enseñó que debo llevar mi billetera en un sitio no accesible para los ladrones, y me enseñó a recordar la cara del que me robó para tener cuidado la próxima vez que aparezca. Reconocí que el ladrón fue muy hábil y yo muy descuidado, pero reconocí también que, de ahora en adelante le iba a ser muy difícil que me vuelva a robar. ¡LO PERDONÉ! pero ¡APRENDÍ!

Todos podemos aprender a dosificar nuestro PERDONAR”.

Primero: Debo analizar qué tanto tengo de culpa para ser maltratado y tratando - si encuentro culpa en mi proceder - de corregir mi actitud para evitar seguir siéndolo.

Segundo: Si no encuentro culpa en mi, y las ofensas se repiten sin ninguna causa, la única culpa y la más grande que tengo es que me dejé tomar por ¡TONTO!, que están abusando de mí y que no he hecho nada por evitarlo. O sea, que ¡PERDONÉ! pero ¡NO APRENDÍ
!

El que pide perdón de corazón trata en lo posible no ofender nuevamente. El que pide perdón y vuelve a ofender constantemente, no lo hace de corazón. Por lo tanto es un abusador que merece una sanción, no solamente por ofensor, sino también por traidor.

En el caso de matrimonios, muchas veces, la parte ofendida trata de no romper su matrimonio perdonando siempre. Tiene culpa, quizás por ignorar cómo acabar con los maltratos físicos o psicológicos, adulterios, etc. Esta persona ofendida se pega ciegamente al 70 veces 7 y la parte ofensiva abusa de eso, sabiendo que la persona ofendida no va a reaccionar.

Estos OFENSORES HABITUALES piden perdón, te dicen que te aman, que nunca más lo volverán a hacer, lloran, etc... y a la primera que pueden se olvidaron de todo lo que prometieron.

La parte ofensora necesita ayuda psicológica, y la parte ofendida deberá pedirle que se someta a un tratamiento. Es muy posible que ambos, ofensor y ofendido necesiten de esta ayuda. En caso que tu ofensor no acepte, tendrás que apartarlo legalmente de tu vida, por tu bien y por el bien de tus hijos si los hubiera. Hoy te maltrata a ti... mañana lo hará con tus hijos, y es más que seguro que esa actitud también le traiga problemas con otras personas, en el trabajo, etc.

La Iglesia católica no admite el DIVORCIO, pero sí, la ANULACIÓN DEL MATRIMONIO. Para esto deberás acercarte a tu parroquia para que el encargado de esta, te dé los mecanismos a seguir y las pruebas que deberás aportar para la anulación. Es posible que te demore un tiempo, pero lo puedes lograr. Mientras tanto deberás vivir separado/a de tu pareja para evitar que los maltratos se acentúen por la actitud que tomaste, porque de hecho, te va a amenazar con maltratos más fuertes, y es posible hasta con matarte, matar a tus hijos o quitarte el sustento. Un juez te dará la custodia de tus hijos, le pedirá al ofensor que se aleje de tu hogar, y que siga aportando para todos los gastos que esta situación requiera.

Una cosa es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mi mismo, y otra cosa es que yo acepte vivir o compartir con alguien que no ama a nadie... ni asimismo.

Perdonar es recordar sin rencor.

Este mensaje va para ambos sexos ¡A Dios rogando, pero... con el mazo dando!
José Miguel Pajares Clausen

ENVEJECIENDO


Señor, tú sabes mejor que yo, que estoy envejeciendo.

No permitas que me haga charlatán, y sobre todo, que no adquiera el hábito de creer que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en cada ocasión.

Libérame de las ansias de querer arreglar la vida de los demás.

Que sea pensativo pero no taciturno; solícito pero no mandón.

Con el vasto acopio de sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla toda,
pero tú sabes, Señor, que quiero que me queden algunos amigos al final...

Mantén mi mente libre de las recitaciones de infinitos detalles del pasado.

Dame las alas para ir derecho al grano.

Sella mis labios para que no hable de mis achaques y dolores... ellos van en aumento con el pasar de los años, como también mi gusto por recitarlos...

Pido la gracia de poder escuchar con paciencia el relato de los males ajenos.

Enséñame la gloriosa lección de que, a veces, es posible que esté equivocado...

Mantén en mí una razonable dulzura.

No quiero ser santo... pero un viejo amargado es una de las obras supremas del diablo.

Ayúdame a extraer de la vida toda diversión posible. Nos rodean tantas cosas divertidas que no quiero perderme ninguna.
Amén.

NIÑOS Y ANIMALITOS

Un safari en mi pasillo. Iglesia.org

Leo en el periódico que, en un reciente proceso de divorcio, el juez ha concedido a la esposa la custodia de los perros de la familia, y al marido, el derecho a visitarlos cada quince días para sacarlos a pasear por el parque. No teman mis sufridos lectores. No voy a burlarme del amor a los animales, que, como todo el mundo sabe, es signo inequívoco de cultura y sensibilidad.

A mí también me gustan los pájaros, y tal vez cuando sea viejo pueda tener un animal de compañía - un centollo por ejemplo - con el que compartir las largas veladas de invierno. Sin embargo me inquieta esa progresiva identificación animalito/niño, que empieza a alcanzar cotas grotescas en los civilizados cerebros de bastantes contribuyentes.

Pase que algunas ancianitas solitarias llamen mi pichurrín a su gato y le besen en el hociquito todas las noches antes de acostarse. Pase que otras, o las mismas, dejen al minino herencias de millones de libras esterlinas y que obliguen a un albacea de la especie humana a rendir cuentas al afortunado felino. Pase que, en determinados países, se publiquen enternecedoras esquelas cuando fallece el perro, el loro o el pez espada de la familia, dejando un vacío irreparable en el hogar. Pero, por favor, que no me metan a los jueces en esto. Bastantes problemas tiene ya la Audiencia Nacional.


Ocurre además que, a medida que los animalitos se nos van convirtiendo en personitas, da la impresión de que hay quien empieza a tratar a los niños como a entrañables animales domésticos. Es lógico: el acercamiento entre las especies es recíproco. De tanto mimar bichos, uno ya ni distingue.

Y nace el niño de compañía, el bebé gatito, el pichurrín humano, que disfruta de todos los privilegios de sus compañeros irracionales: campa a sus anchas como un pez tropical, es objeto de mil caricias como si de un gato persa se tratara, y engorda como una foquita monje. Me encantaría estar completamente equivocado, pero temo que cada día hay más padres que piensan en sus hijos, más como objetos de disfrute que como personas.

¿DESEADOS Y NO DESEADOS?: Ahora que tanto se habla - y con razón - de los niños maltratados, no olvidemos que hay formas de maltrato más sutiles que las palizas convencionales, pero igualmente perniciosas para el cuerpo y el espíritu.

¿Hay peor atropello, por ejemplo, que tratar a un niño como a un animalito de compañía?


Valga como síntoma esa peligrosa manía posmoderna de dividir a los bebés en deseados y no deseados. La terminología, que algunos aceptan como inocua, es simplemente estúpida; pero debajo hay algo más macabro. Los niños no son cachivaches de adorno ni de consumo; tampoco son ratones colorados. Por tanto, no se les desea, se les ama. De ahí que quienes clasifican en serio a sus hijos de esa extraña forma, deban ser catalogados como padres indeseables. (Bien sabe Dios lo que me ha costado escribir esta frase).

Tan peligrosa mentalidad ha creado un tipo de niño que cabría definir como «bebé valium». Me refiero a aquellas criaturas que vienen al mundo, o entran a formar parte de una familia, sólo para resolver los problemas afectivos o las neurosis de ansiedad de un miembro de la pareja (suponiendo que de una pareja se trate). Son los
nenes hiperapetecidos, histéricamente necesitados y conseguidos a cualquier precio.


Todas las patologías son respetables, pero a quien padezca un síndrome de este tipo hay que recetarle con urgencia una muñeca repollo o un gato persa. Y que haga experimentos con gaseosa, no con seres humanos.

UN MAL SERVICIO: Al niño valium los psicólogos y pedagogos suelen llamarlo «superprotegido». ¿Protegido, de qué? Se trata de niños realmente secuestrados. Al niño/valium no se le educa, se le domestica. Se le guarda en un estuche envuelto en algodones para que no sienta la tentación de rebelarse. Se le anestesia con la tele para que no moleste (el niño es buenísimo; no nos da ninguna guerra). Se le conceden todos los caprichos; se cuida de su salud hasta convertirlo en un hipocondríaco como papá, y se le alimenta a la carta como a un gato caprichoso.

El niño/valium, cuando se convierte en adulto, no se va de casa ni a rastras. Víctima del síndrome de Estocolmo, suele convertirse en un egoísta incurable que besa la mano de quien le alimenta y no se despega de ella ni con agua caliente.

¿NO SE ESTARÁ PASANDO UN POCO?: Me temo que sí. Es más, quizá alguien se me haya enfadado por llevar demasiado lejos la ironía. Pero es que me falta espacio para matizar.

Y yo debería explicar ahora en tres líneas que hay que mirar a los niños como Dios mismo los mira, con amor generoso y despegado. Y enseñarles a sufrir, a luchar, a vencer, esforzarse, a ser sinceros, a tratar a Dios, a trabajar, a ser generosos, a pensar... Materias éstas que no figuran en los manuales para la cría del canario.

lunes, 24 de septiembre de 2007

CARTA DE SOR MÓNICA

Sor Mónica es una hermana colombiana consagrada al grupo de “Las Lauritas”, congregación fundada por la beata Laura Montoya.
Sor Mónica nos acompañó en nuestro ministerio de sanación mientras estuvo como misionera en el Perú. De sus experiencias con nuestro grupo es que trata esta carta que pongo a tu disposición
. JP.

Popayán, Colombia, Mayo 2000.

Muy recordado y apreciado Pepe y todos del Grupo de Oración Sí Señor”.

En nombre de Jesús y María, reciban mi más cariñoso saludo, deseando que todos y cada uno gocen de las bendiciones de Dios Padre, Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo.


Pues les cuento, no es nada fácil alejarse de personas tan queridas y acogedoras como fueron ustedes conmigo, a diario en mis oraciones los recuerdo y más aún porque en la pared de mi cuarto, al entrar lo primero que veo es el cuadro de María embarazada (imagen que mandé hacer especialmente con barriga para tiempo de adviento; me parecía ilógico poner a una Virgen sin barriga, cuando estaba pronto a dar a luz al Mesías. JP) y a sus pies una fotografía donde están todos ustedes.

Es maravilloso como aprendí tantas cosas estando en el grupo, veo con mucha claridad como la misericordia de Dios actúa tan palpable; siento mucha fortaleza y entusiasmo para desarrollar el trabajo, solamente le digo al Señor: Amor mío, esposo mío, aquí está tu instrumento, tu esposa, sólo quiero que las cosas salgan según tu querer; y que paz, que tranquilidad, confianza y esperanza siento... verdaderamente Él está conmigo.

Los miércoles y los sábados son muy especiales (eran los días en que nos reuníamos; ahora son los lunes y viernes. JP), me uno en corazón con ustedes y parece que los sintiera acá conmigo. En estos momentos difíciles miro mi anillo (un denario que le obsequiamos. JP), a María y a ustedes y siento mucha consolación. Les he pedido que oren por mí y así lo siento.

Les comparto además, que en el Nombre de Jesús van sucediendo cosas maravillosas: paz en muchos corazones, alegría, salud, y como si fuera poco, hasta la lluvia y el viento obedecen, pues últimamente está lloviendo mucho y cuando voy a visitar los hogares y veo que viene el aguacero, le digo: En el Nombre de Jesús te ordeno te detengas, y muy obediente, el panorama cambia totalmente.

Un día había una fiesta cerca de la casa en la ciudad, en un momento colocaron estruendosamente música metálica o diabólica y levantando mi mano derecha con el anillo en mi dedo y la crucecita hacia donde estaba el ruido dije: En El Nombre de Jesús ¡Cállate!e inmediatamente se apagó la bulla. Bueno, cosas como estas y muchísimas otras han sucedido. ¡Qué grande y maravilloso es nuestro Dios!

De otra parte, les confieso que en el momento de escribir esta carta no tengo en mis manos la hoja de cumpleaños, ya que mi salida a la ciudad fue como un rayo (disculpen el término, sé que allá nunca caen rayos) quiero decir: muy rápido; pero aunque sea sin lista en mano sé que varios han cumplido años, para ellos un abrazo fuerte y que Dios les bendiga, les dé salud que todo marche bien, pues Él así los quiere.

Las oraciones en que más confío son las de ustedes, espero nos continuemos uniendo de corazón a corazón en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Siempre guardo la esperanza de volver a vernos algún día.

Los quiero muchísimo, los extraño. Con todo mi amor un abrazo.

Sor Mónica.


Nota: Agradezco a Dios que Sor Mónica pasara por nuestro Grupo y que obtuviera algo que le faltaba: primeramente darse cuenta que es esposa de Dios, y que eso es una gran diferencia con los comunes mortales, instrumento activo (no lo era: la fe sin acción no vale) y con talentos o dones que ella desconocía y que era capaz de desarrollar en el Nombre de Jesús. JP.

GRABADO EN PIEDRA


Cuenta una historia que dos amigos iban caminando por el desierto.

En algún punto del viaje comenzaron a discutir, y un amigo le dio una bofetada al otro.

Lastimado, pero sin decir nada, escribió en la arena: “MI MEJOR AMIGO ME DIO HOY UNA BOFETADA
”.

Siguieron caminando hasta que encontraron un Oasis, donde decidieron, bañarse.

El amigo que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, pero su amigo lo salvó.

Después de recuperase, escribió en una piedra: MI MEJOR AMIGO... HOY SALVÓ MI VIDA”.


El amigo que había abofeteado y salvado a su mejor amigo preguntó:
CUANDO TE LASTIMÉ ESCRIBISTE EN LA ARENA Y AHORA LO HACES EN PIEDRA... ¿POR QUÉ?

El, otro amigo respondió: CUANDO ALGUIEN TE LASTIME DEBEMOS ESCRIBIRLO EN LA ARENA DONDE LOS VIENTOS DEL PERDÓN PUEDAN BORRARLOS. PERO CUANDO ALGUIEN HACE ALGO BUENO POR NOSOTROS, DEBEMOS GRABARLO EN PIEDRA DONDE NINGÚN VIENTO PUEDA BORRARLO.

APRENDE A ESCRIBIR TUS HERIDAS EN LA ARENA
Y GRABAR EN PIEDRA TUS VENTURAS.

Nota: Dedicado a mi compadre espiritual “Tito”.

EL HOMBRE MÁS FELIZ DEL MUNDO


¡De plano nos rompieron los paradigmas!

… ahora los científicos del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin nos salen con que el hombre más feliz del planeta es un tipo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo de ninguna de las compañías del Fortune 500, no tiene relaciones sexuales desde hace más de 30 años, no vive pendiente del celular ni tiene Blackberry, no va al gym ni maneja un BMW, no viste Armani ni Boss, desconoce tanto el Prozac como el Viagra o el éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola.

En suma: el tipo más feliz del planeta es un pobre diablo sin dinero, éxito profesional, vida sexual, ni popularidad. Su nombre es Matthieu Ricard, occidental por nacimiento, budista por convicción y el único de cientos de voluntarios cuyo cerebro no sólo alcanzó la máxima calificación de felicidad prevista por los científicos (- 0.3), sino que se salió del felizómetro por completo (-0.45).

Los 256 sensores y decenas de resonancias magnéticas a las que Ricard se sometió a lo largo de varios años para validar el experimento no mienten:
ahí donde los niveles de estrés, coraje y frustración en los meros mortales es muy alto, en la mente de Ricard estas sensaciones negativas no existen.

Por el contrario, ahí donde la mayoría de voluntarios mostró bajísimos niveles de satisfacción y plenitud existencial, Ricard se voló la barda en todas y cada una de las sensaciones positivas, dando origen al título de "el hombre más feliz del planeta" (
http://www.elmundo.es/ - 22 de abril).

Lo paradójico del caso no es que haya un hombre tan feliz, sino que llegó a serlo desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad:
fe en un Dios salvador, éxito profesional, pericia científica, dinero, posesiones, relaciones humanas y consumo, consumo, consumo.

Y es que Matthieu Ricard no es ajeno a nada de esto: hijo del miembro emérito de la academia francesa
Jean François Revel, Ricard no se dejó deslumbrar por el ateísmo ilustrado de su padre, ni por su fe de nacimiento; tampoco sus estudios de genética celular en el Instituto Pasteur le trajeron la satisfacción deseada.

Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una eminencia científica decidió que por ahí no iba la cosa. Se fue al Himalaya, adoptó el celibato y la pobreza de los monjes, aprendió a leer el tibetano clásico e inició una nueva vida desde cero.

Hoy es la mano derecha del Dalai Lama y ha donado millones de euros producto de la venta de sus libros a monasterios y obras de caridad.

Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de su felicidad.

La causa hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio,
Richard J. Davidson, y no es ningún misterio ni gracia divina: se llama plasticidad de la mente, es la capacidad humana de modificar físicamente el cerebro por medio de los pensamientos que elegimos entretener.

Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que más utilizamos. A más pensamientos negativos mayor actividad en el córtex derecho del cerebro y en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad hacia los demás. O, como quien dice, más infelicidad autogenerada. Por el contrario, quien trabaja por pensar bien de los demás y ver el lado amable de la vida ejercita el córtex izquierdo elevando las emociones placenteras y la felicidad.

Ricard advierte que no se trata de decidir ver la vida en rosa de un día para otro, si no de trabajar sistemáticamente en debilitar esos músculos de infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos víctimas del pasado, de los padres o del entorno y, en paralelo, comenzar a ejercitar los músculos mentales que nos hacen absolutamente responsables de nuestra propia felicidad (M. Ricard, En defensa de la felicidad, Ed.Urano).

Al final, los resultados del estudio vienen a cimbrar los pilares de nuestra civilización consumista - donde el Prozac se vende cuatro veces más que el Viagra - porque confirman, ahora sí con pruebas científicas en mano, lo que humanistas y profetas de todas las épocas han venido diciendo sin que los científicos materialistas les dieran ni poquito crédito.

A saber: que la felicidad es
un asunto del espíritu que no depende de nada ni de nadie externo a la persona (Buda), que la clave para ser feliz mora en el interior de cada quien (Cristo) y que la felicidad o es un hábito o es el resultado de varios de ellos (Aristóteles).

Y si bien Ricard admite que su camino no es más que uno de muchos, advierte que ser feliz necesariamente pasa por dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad y buscar la causa en nuestra propia mente. O, como dice un adagio: "envejecer es obligatorio, madurar es opcional
”.

Nota: Este articulo es un rompecerebro.... en lo único en que no estoy de acuerdo es en no tener fe en un Dios salvador, lo demás se puede lograr... ¿Cómo poder vivir sin fe en un Dios salvador? Un gran filósofo dijo: Si Dios no existiera... el hombre lo inventaría... porque no se puede vivir sin Dios. La mente es poderosa pero... fue creada por Dios... no lo podemos excluir, a menos que seamos dioses... ¿lo somos? Algunos se creen los inventores de la pólvora... para lograr lo que Ricard logró, sólo tienes que sintetizar los Diez Mandamientos en uno, como nos enseño Jesucristo cuando le preguntaron cual de los Diez Mandamientos era el más importante... Él respondió: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Creo que a Ricard le falta inventarse un dios... a menos que el se crea Dios.
José Miguel Pajares Clausen

miércoles, 19 de septiembre de 2007

CUANDO ME AMÉ DE VERDAD - Charles Chaplin


Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta, y en el momento exacto. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre... Auto-estima.

Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no es sino una señal de que voy contra de mis propias verdades. Hoy sé que eso es... Autenticidad.

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente y comencé a ver que todo lo que acontece, contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama... Madurez.

Cuando me amé de verdad, comencé a percibir como es ofensivo tratar de forzar alguna situación, o persona, solo para realizar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o la persona no está preparada... inclusive yo mismo. Hoy sé que el nombre de eso es... Respeto.

Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable... Personas, situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. De inicio mi razón llamó esa actitud egoísmo. Hoy sé que se llama
...
Amor Propio.

Cuando me amé de verdad, dejé de temer tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los Mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé que eso es... Simplicidad.

Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré mucho menos veces. Hoy descubrí la
... Humildad.

Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme con el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama... Plenitud.

Cuando me amé de verdad, percibí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando la coloco al servicio de mi corazón, ella tiene una gran y valiosa aliada. Todo eso es... ¡Saber vivir!

No debemos tener miedo de confrontarnos... Hasta los planetas chocan... y del caos nacen las estrellas”.

LAS COSAS NO SON SIEMPRE LO QUE PARECEN


Dos Ángeles viajeros se pararon para pasar la noche en el hogar de una familia muy adinerada.
La familia era ruda y no quiso permitirle a los Ángeles que se quedaran en la habitación de huéspedes de la mansión. En vez de eso, a los Ángeles les dieron un espacio pequeño en el frío sótano de la casa. A medida que ellos preparaban sus camas en el duro piso, el Ángel más viejo vio un hueco en la pared y lo reparó. Cuando el Ángel más joven preguntó ¿por qué?, el Ángel más viejo le respondió: "Las Cosas no siempre son lo que parecen".

La siguiente noche, el par de Ángeles llegaron a descansar en la casa de un señor y una señora, muy pobres, pero el señor y su esposa eran muy hospitalarios. Después de compartir la poca comida que la familia pobre tenía, la pareja les permitió a los Ángeles que durmieran en su cama donde ellos podrían tener una buena noche de descanso. Cuando amaneció, al siguiente día, los Ángeles encontraron bañados en lágrimas al Señor y a su Esposa. La única vaca que tenían, cuya leche había sido su única entrada de dinero, yacía muerta en el campo. El Ángel más joven estaba furioso y preguntó al Ángel más viejo:
-"¿Cómo pudiste permitir que esto sucediera? El primer hombre lo tenía todo, sin embargo tú lo ayudaste"
El Ángel más joven le acusaba.
-"La segunda familia tenía muy poco, pero estaba dispuesta a compartirlo todo, y tú permitiste que la vaca muriera"

-"Las Cosas no siempre son lo que parecen - le replicó el Ángel más vi
ejo - Cuando estábamos en aquel sótano de la inmensa mansión, yo noté que había oro almacenado en aquel hueco de la pared. Debido a que el propietario estaba tan obsesionado con su avaricia y no dispuesto a compartir su buena fortuna, yo sellé el hueco, de manera tal que nunca lo encuentre. Luego, anoche mientras dormíamos en la cama de la familia pobre, el ángel de la muerte vino en busca de la esposa del agricultor. Y yo le di la vaca en su lugar.

Las Cosas no siempre son lo que parecen".

Algunas veces, eso es exactamente lo que pasa cuando las cosas no salen como uno espera que salgan. Si tienes fe, solamente necesitas confiar en que cualesquiera que fueran las cosas que vengan, serán siempre para tu ventaja. Y podrías no saber esto hasta un poco más tarde…

LA AMABLE ULTIMA VISITA


Ocurrió hace pocos años con una hermosa niña de cinco años.

Una señora ligada a un miembro de nuestro grupo de oración me pidió que visite su hogar porque su hijita había sido desahuciada por los médicos y estaba mal.

¡Qué difícil debe ser, sin la ayuda de Dios, explicarle a una niña o a cualquier persona... que se va a morir!

Como siempre en estos casos, me preparé antes de ir y le pedí al Espíritu Santo que sea Él el que hable por mí, y a María Santísima que intercediera para que así fuera. De hecho sabía que iba a ser muy difícil, pero confiado en que Dios hablaría por mí, me dirigí a las seis de la tarde a su hogar.

Esta niña tuvo problemas para nacer, ya que sus padres no podían tener hijos y para ellos fue una bendición que naciera después de muchos intentos.

La madre me explicó a grandes rasgos sobre el cáncer de la niña... la niña todavía estaba conciente y a pedido de su madre me quedé solo con ella para conversar, aunque ella se mantuvo cerca escuchando lo que le decía.

Empecé preguntándole si sabía quién era Jesús, quién era María, y otras preguntas como tanteo de cómo iba a llegar al punto en que hablaríamos sobre su enfermedad.

Para suerte mía, la niña vivía en un hogar muy católico, había aprendido a rezar y sabía, de acuerdo con su edad, mucho más que muchos cristianos que no se acuerdan ni siquiera del Padrenuestro... de hecho, oramos juntos.

Le expliqué que Dios nos enviaba al mundo con una misión y que la de ella ya había terminado, que su misión había sido hacer feliz a sus padres y que ya lo había logrado. Le dije que Jesús vendría en cualquier momento para llevarla al cielo con Él, y que después de un tiempo, su mamá y papá también se irían a reunirse con ella.... esa conversación fue a eso de las siete de la noche.

Me retiré, no sin antes bendecirla en el Nombre de Jesús y pedirle a su mamá que me tuviera al tanto de la salud de su hija... algo me decía que le faltaba muy poco para partir.

A las diez de la noche me llama su mamá para decirme que volviera a la casa, que tenía algo que contarme.

-“Hermano – me dijo – a las nueve de la noche, me pidió mi hija que me acercara, estaba muy contenta y me preguntó”: Mamá, ¿ese señor que está en la puerta de mi cuarto es Jesús?... me está sonriendo, creo que viene por mí como me dijo el hno. Pepe.

La mamá viró para ver hacia el punto donde su hija señalaba y no vio a nadie, pero le contestó disimulando sus lágrimas...
-... hijita, Él es y viene por ti para llevarte al cielo.
Al poco rato la niña cerró sus ojos y con una sonrisa llena de paz, partió de la mano de Jesús a la gloria eterna.

¿Coincidencia con lo que le dije? En Dios no existen las coincidencias... Él me pidió que le diga a la niña que Jesús vendría por ella y así sucedió... ¡Gloria a Dios
!

¡Gracias Señor por todo el tiempo que nos la regalaste... Tú nos la diste... Tú te la llevaste! ¡Bendito y adorado seas Señor
!
José Miguel Pajares Clausen

lunes, 17 de septiembre de 2007

PAVORREAL


TRES EJEMPLOS:

PRIMERO: Sentado en su nueva oficina, un abogado recién graduado esperaba a su primer cliente. Al escuchar que la puerta se abría, rápidamente levantó el teléfono para hacer creer que estaba muy ocupado. El visitante pudo escuchar al joven abogado decir:
-Manuel, volaré a Nueva York para ver si resuelvo el caso del cliente aquel. Parece que esto va a ser algo grande y más difícil de lo que pensábamos. También necesitamos traer al experto americano, Mr. Craig, para que nos dé su opinión sobre este asunto tan importante.
Y, de pronto, interrumpió su presunta conversación con estas palabras:
-“Manuel, perdona, espera un momentito porque alguien acaba de llegar”. Y cortó.
Dirigiéndose entonces al hombre que acababa de entrar, preguntó el abogado:
-“Bien, ¿en qué puedo ayudarle
?”.
Con una gran sonrisa, entre pícara y maliciosa, el hombre contestó:
-Yo sólo he venido a instalar el servicio a su teléfono, señor.

SEGUNDO: En el año 1807 ó 1808, Beethoven y Goethe se encontraron en Karlsbad, e hicieron un paseo en carroza juntos. Toda la gente, al verlos pasar por la calle, se inclinaban haciendo profundas reverencias.
- Es aburrido - dijo entonces Goethe - ser tan famoso. ¡Todos me saludan!”.
A lo cual, Beethoven respondió, no sin cierta picardía:
- No les haga caso, Excelencia. ¡A lo mejor me están saludando a mí!”.

TERCERO: Esopo, el gran fabulista griego, cuenta que en una ocasión una zorra - animal sumamente curioso y astuto por naturaleza - entró al taller de un orfebre y comenzó a observar, con gran maravilla, todas las obras de arte de su autor. De pronto, reparó en una máscara de teatro bellamente pintada, y la estuvo examinando cuidadosamente. Y, después de unos minutos, decepcionada, exclamó:
-“¡Oh, qué cabeza tan hermosa, pero no tiene cerebro!”.

¡Vaya chasco, amigo! Quiso ser como el pavorreal y se quedó haciendo el oso”. ¡Qué estúpida es la vanagloria y cuán necio el deseo de impresionar a los demás!

Muchas gentes del mundo tratan de apantallar a sus semejantes con supuestas obras grandiosas y fingen ser lo que no son; se cubren el rostro con una máscara de cartón y pretenden pasar por gente importante”. Pero, en realidad, sólo se engañan a sí mismos y terminan haciendo el ridículo, como los comediantes o los actores de una pantomima.

Así son muchos hombres de nuestro tiempo que aparentan ser grandes e importantes a los ojos de los demás, pero que están vacíos por dentro. Como los fariseos. Y es que el corazón del ser humano tiene una profunda enfermedad existencial. Nos encantan las apariencias, la fachada, la pose - como se dice -: que los demás hablen bien de nosotros, nos alaben y nos consideren grandes señores.

También a nosotros nos acecha la eterna tentación, como a los fariseos del tiempo de Jesús, de ser tenidos en cuenta y apreciados por los demás para sentirnos realizados. Nos gusta impresionar para que la gente nos tenga sobre un pedestal. Y muchas veces nos contentamos con eso para creernos dichosos.

La vanagloria es, en efecto, una gloria vana”, falsa, postiza, caduca. Y, además, tremendamente subjetiva. Por eso es tan engañosa. Es obrar delante de los hombres, buscando el aplauso y el aprecio ajeno, y no a los ojos de Dios. Es rechazar la única gloria verdadera, que procede de Dios, y cambiarla por las plumas de un pavorreal.

Pero con la vanagloria, lo perdemos todo. No somos más porque los otros nos alaben, ni somos menos porque nos vituperen. Y, en última instancia, quien nos va a juzgar - y aprobar o condenar - al fin de nuestra vida es Dios y no los hombres.

Por eso, lo único que debe importarnos siempre es el juicio verdadero de Dios y de nuestra conciencia, y no la opinión ajena.

¡Hagamos siempre el bien sólo por Dios y por los demás, sin buscar la alabanza ni temer el vituperio!


Jesús mismo llamó al diablo padre de la mentira. Y la vanagloria es ya, en sí misma, una forma de mentira sutil y perniciosa. Es tratar de aparentar lo que no se es y ser alabado por la belleza de la propia máscara que se lleva encima.

¡La gloria de Dios es nuestra mayor gloria!

jueves, 13 de septiembre de 2007

LAS MANOS DEL ABUELO


¡Nunca volveré a ver mis manos de la misma manera!

El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del patio, no se movía, sólo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos.

Cuando me senté a su lado no se dio por enterado y entre más tiempo pasaba, me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo realmente estorbarle sino verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía.

Levantó su cabeza, me miró y sonrió:
-Si, estoy bien, gracias por preguntar – dijo en una fuerte y clara voz.
-“No quise molestarte, abuelo, pero estabas sentado aquí simplemente mirando tus manos y quise estar seguro de que estuvieses bien – le expliqué.
-“¿Te has mirado jamás tus manos?” – preguntó -
Quiero decir, ¿realmente miraste tus manos?”

Lentamente abrí mis manos y me quedé contemplándolas. Las volteé palmas arriba y luego hacia abajo. No creo que realmente nunca las había observado... mientras tanto intentaba averiguar qué quería decirme.

El abuelo sonrió y me contó esta historia:
-“Detente y piensa un momento acerca de tus manos, cómo te han servido bien a través de los años. Estas manos, aunque arrugadas, secas y débiles han sido las herramientas que he usado toda mi vida para alcanzar, agarrar y abrazar la vida.
-Ellas pusieron comida en mi boca y ropa en mi cuerpo.
-Cuando niño, mi madre me enseñó a plegarlas en oración.
-Ellas ataron los cordones de mis zapatos y me ayudaron a ponerme mis botas.
-Han estado sucias, raspadas y ásperas, hinchadas y dobladas.
-Se mostraron torpes cuando intenté sostener a mi recién nacido hijo.
-Decoradas con mi anillo de bodas, le mostraron al mundo que estaba casado y amaba a alguien especial.
-Ellas temblaron cuando enterré a mis padres y esposa, y cuando caminé por el pasillo con mi hija en su boda.
-Han cubierto mi rostro, peinado mi cabello y lavado y limpiado el resto de mi cuerpo.
-Han estado, pegajosas y húmedas, dobladas y quebradas, secas y cortadas.
-Y hasta el día de hoy, cuando casi nada más en mí sigue trabajando bien, estas manos me ayudan a levantarme y a sentarme, y se siguen plegando para orar.
-Estas manos son la marca de donde he estado y la rudeza de mi vida.
-Pero más importante aún, es que son ellas las que Dios tomará en las Suyas cuando me lleve a casa. Y con mis manos Él me levantará para estar a Su lado y allí utilizaré estas manos para tocar el rostro de Cristo”.

Nunca volveré a mirar mis manos de la misma manera. Pero recuerdo que Dios estiró las Suyas y tomó las de mi abuelo y se lo llevó a casa.

Cuando mis manos están heridas o dolidas, pienso en el abuelo. Sé que él ha recibido palmaditas y abrazos de la mano de Dios. Yo también quiero tocar el rostro de Dios y sentir Sus manos en el mío.
Nuestras manos son una bendición. Me pongo a pensar qué hacemos con esas manos en cuanto a nuestras relaciones con los demás:
¿las usaremos para abrazar y expresar cariño y afecto o las esgrimiremos para exhibir ira y rechazo?

¡Ojalá que escojamos con sabiduría!

¡¡¡Qué el Señor y su Santísima Madre te bendigan
!!!

miércoles, 12 de septiembre de 2007

EL HIJO PRODIGO


Siempre me ha gustado la parábola del hijo pródigo, tanto que la he citado más de una vez en mis libros.
Es una de las parábolas más conocidas del Evangelio y precisamente por ello - como muchas veces ocurre con las cosas muy conocidas - se expone a pasar por nuestros oídos sin que cojamos su gran dosis de provocación.

La historia es conocida por todos. Hay un hijo desvergonzado, como tantos en cada sitio y en cada tiempo, que de repente pretende tener su parte en la heredad del padre y se va lejos para buscar su destino. Sin embargo, las cosas no le salen bien y en poco tiempo se ve obligado a volver a casa, ofreciéndose como esclavo.

El padre, en vez de darle con la puerta en la cara como muchos harían, lo acoge con los brazos abiertos e inmediatamente, no obstante la hostilidad del hijo mayor - que fue el que se quedó en casa, respetando la tradición de obediencia filial - hace celebrar una fiesta por su retorno.

Esta historia, aparentemente tan simple, es, creo, una poderosa metáfora de nuestro tiempo.

Jamás como en estos últimos dos siglos, en una carrera cada vez más loca, el hombre ha separado la inteligencia del amor y, con el orgullo de su saber, ha creído que puede ser el único artífice de su propio destino.

La libertad se ha transformado en uno de los valores fundamentales, pero en esta libertad - que de por sí es justa - se ha terminado por perder el sentido de orientación.

Liberarse de algo siempre quiere decir ser prisionero de otra cosa.

Y así nosotros, en vez de hacernos íntima y profundamente libres, hemos llegado a ser esclavos de la libertad.

Poco a poco nos hemos liberado de todo. Nos hemos liberado de los tabúes y de los límites, de las dudas y de las turbaciones, de las reglas morales. Sobre todo nos hemos liberado de la idea anticuada y oprimente de la existencia de Dios, con la certeza de ser ya los únicos propietarios de nuestro destino.

Sin embargo, la historia de este tiempo nos dice que no ha sido así. Nos dice que el cielo vacío no fue llenado con la grandeza del hombre, sino con su locura, con su orgullo, con su sed sanguinaria.

Esta libertad conquistada liberándose de quienes eran considerados cargas, demuestra ahora toda su fragilidad, su arbitrariedad. No ha conducido a ninguna parte, si no a un lugar en el que las personas han perdido el respeto por sí mismas, por los demás seres humanos y por todo lo que les rodea.

El hombre que tenemos ante nosotros ahora es un hombre pobre y profundamente perdido, un hombre frágil que vive suspendido entre la incapacidad de afrontar el presente y el ansia por el futuro.

Un hombre afligido por una forma grave de infantilismo, donde la dimensión infantil no es la de la plenitud, sino la de la vanidad y del egoísmo.

Como el hijo menor de la parábola, el hombre ha tomado sus bienes del padre - en este caso la inteligencia - y se ha ido lejos a construir su destino. Pero un hijo, por cuanto lo niegue o no le guste, está unido indisolublemente a sus raíces.

El tema del retorno me resulta muy querido. El camino del retorno, por ejemplo, es la vía que buscan emprender también Walter y Andrés, los protagonistas de Anima mundi.

Y es precisamente Andrés - quien no será capaz de cumplir el camino hasta el final - quien afronta, con sor Irene, la parábola del hijo pródigo. Sor Irene lo narra a Walter así:
«Por la tarde, después de cena, quiso que le indicase el pasaje de los evangelios donde se narra la parábola del hijo pródigo. La leyó varias veces ante mí y luego me dijo:
-"Pero no es justo
".
-"¿Qué no es justo?"
-"Que los hijos que se han comportado bien sean tratados con indiferencia y que en cambio, para el regreso del delincuente se haga una gran fiesta. ¿Por qué no se rebelan? ¿Por qué no lo expulsa a patadas al lugar de donde vino? ¿Qué quiere decir? ¿Que lo mejor es portarse mal
?"»

El pensamiento de Andrés es también el pensamiento del hijo que se queda fiel en casa. Es el pensamiento de todos los que no se sienten suficientemente amados y que envidian la luz que imaginan ver brillar en otro.

«He aquí - dice el hijo que se quedó con el padre - que yo te sirvo desde tantos años y no he transgredido jamás un solo mandamiento tuyo, y tú no me has dado jamás un cabrito para hacer fiesta con mis amigos».

Se trata de un sentimiento extremadamente común, el sentimiento de quien no se arriesga y no se mete, pero que se mantiene fijamente fiel a lo que se debe hacer. Y por este mérito - dictado sobre todo por el miedo a vivir - se siente con derecho a juzgar.

Este es el punto que hay que iluminar en la parábola. ¡Cuántos hijos mayores hay entre nosotros! ¡Con qué facilidad el ánimo humano abraza la vía del deber en vez de la vía del amor!

No es una vía cómoda, la del deber, es una vía aburrida, repetitiva pero - y es esto lo que la hace apetecible - es una vía segura, sin riesgos, en la que lo que se tiene y lo que se da están regulados por cálculos precisos de contabilidad.

Pero quien no actúa y juzga - como el hijo que se queda - ciertamente no es mejor que quien, arriesgándose y errando, se aleja para buscar su camino, como el hijo menor. Aquel que reivindica, que se autocomplace en la propia diligencia, revela - antes que nada - una naturaleza no libre, incapaz de aperturas, y por tanto, de comprensión.

De hecho, la comprensión nace solo en quien ya ha caído, en quien ha probado la experiencia de la fragilidad y de la derrota, y la ha aceptado. Para resurgir, es necesario antes pasar a través de la opacidad de la muerte. Muerte a sí mismos. Muerte al propio orgullo. Muerte a la terca voluntad de construirse un destino extraño a la ley del amor.

El hermano obediente, víctima de la envidia y por tanto, del odio, está destinado a vivir en la cerrazón, en la mezquindad, en la inmovilidad. Anclado a estos sentimientos, no alcanzará jamás a comprender la absoluta libertad que dona el saber perdonar. Y así aunque siga juzgando a los demás, no será jamás un hombre de justicia.

Porque la justicia, en el curso de una vida, nace solamente de la comprensión de un recorrido, de la capacidad de liberarse del estado de esclavos obedientes para asumir el de hijos, y por tanto, de hermanos.

Lo que limita la visión de quien vive protegido de coartadas de buena conducta es la imposibilidad de comprender la dualidad del alma humana que oscila entre necesidad de certezas fuertes y el deseo de romper el orden.

Sin esta comprensión la vida está limitada a un deber ser - obedientes, respetuosos, fieles - y no es libre de adherir espontáneamente a un proyecto de amor que no contiene en sí ninguna forma de imposición.

Lo más grave es que el hermano-juez no ha entendido que la persona que hay que entender - en su dualidad no expresada - y perdonar - en su voluntad de justicia fiscal - es antes que nada él mismo.

Pero para perdonarse, es necesario conocerse, reconocer la poquedad de los propios sentimientos y el miedo a la propia libertad.

Solo así, a partir de la conciencia de los propios límites y de la propia fragilidad, puede iniciar el proceso de reconciliación. Consigo mismos y con los demás. Solo a partir de este punto puede iniciar la construcción de una verdadera justicia.

El hombre reconciliado es el hombre que ha cumplido hasta el final su camino de realización espiritual. Es paradójicamente el hombre que habiendo perdido todo, no tiene nada que perder.

Ha abandonado a lo largo del camino todo lo que fortificaba su ego, que lo hacía distinto de los demás y por tanto, en contraste.

Es el hombre que no conoce más el orgullo, ni la presunción. Y por ello está totalmente disponible para el amor.

«La lógica del amor es una especie de no-lógica», explica Sor Irene a Andrés en Anima mundi. «Muchas veces sigue vías incomprensibles para nuestro entendimiento. Existe la gratuidad en el amor, es esto lo que nos cuesta aceptar. En la lógica normal, todo tiene un peso y un contrapeso. Hay una acción y una reacción. Entre una y otra siempre existe una relación conocida. El amor de Dios es distinto, es un amor por exceso. La mayoría de las veces, en vez de ajustar, subvierte los planes. Es esto lo que pasma, lo que da miedo. Pero es también esto lo que permite que el hijo desenfrenado vuelva a casa, acogido no por el hastío sino por la alegría. Se equivocó, se confundió, quizás hasta hizo mal, pero luego vuelve. No vuelve por casualidad, sino que escoge volver. Escoge volver a la casa del padre».

¡Vence el mal con el bien!

FUENTE: GAMA -VIRTUDES Y VALORES
AUTOR: SUSANNA TAMARO

domingo, 9 de septiembre de 2007

AMIGOS: POR: VININCIUS DE MORAIS – POETA


Tengo amigos que no saben cuanto son mis amigos.
No perciben el amor que les profeso y la absoluta necesidad, que tengo de ellos.
La amistad es un sentimiento más noble que el amor,
es que permite que el objeto de ella se divida en otros afectos,
en cuanto al amor tiene intrínseco los celos, que no admite rivalidad.
Y yo podría soportar, sin embargo no sin dolor,
que hubiesen muerto todos mis amores,
más enloquecería si murieran todos mis amigos.

Hasta aquellos que no perciben cuanto son mis amigos
y cuanto son mis amigos y cuanto mi vida depende de sus existencias...
A algunos de ellos no los frecuento, me basta saber que ellos existen.
Esta mera condición me llena de coraje para seguir enfrente de la vida.

Más,
porque no los frecuento con asiduidad no le puedo decir cuanto gusto de ellos,
ellos no lo creerían.
Muchos de ellos están leyendo esta crónica y no saben que están incluidos
en la sagrada relación de mis amigos. Más es delicioso que yo sepa y sienta
que los adoro, aunque no se los diga y no los frecuente.
Y las veces, cuando los frecuento, noto que ellos no tienen noción
de cómo ellos me son necesarios, de cómo son necesarios,
de cómo son indispensables a mi equilibrio vital,
porque ellos hacen parte de mi mundo que yo,
tremendamente, construí y se tornaron en fundadores de mi encanto por la vida.
Si uno de ellos muriera, yo quedaría torcido para un lado.
¡Si todos murieran, yo me desmoronaría!
Es por eso que, sin que ellos sepan, yo rezo por su vida. Y me avergüenzo,
porque esa suplica está, en síntesis, dirigida a mi bienestar. Ella es talvez.
fruto de mi egoísmo.
A veces, me sumerjo en pensamientos sobre alguno de ellos.
Cuando viajo y estoy delante de, lugares maravillosos, me cae alguna lágrima
porque no están junto a mí, compartiendo aquel placer...
Si alguna cosa me consume y me envejece es que la rueda furiosa de la vida
no me permite tener siempre a mi lado, habitando conmigo, andando conmigo, hablando conmigo, viviendo conmigo a todos mis amigos.
La gente no hacen amigos, los reconoce
.

Nota: Recuerdo algo que escuché de mi padre hace mucho tiempo, cuando alguien le dijo en una discusión: “¡Pero si somos amigos!”, y él contestó: “¡Yo escojo a mis amigos¡ ¡Tú no eres mi amigo!”. JP

DOS CABALLOS


Hay en una granja dos caballos

A la distancia se parecen a cualquier otro caballo. Pero si detienes tu carro y te acercas podrás notar algo muy curioso... Verás al mirarles los ojos que uno de ellos es ciego. Su dueño decidió no sacrificarlo, he hizo que la pasara lo mejor posible en su granja.

Esto es lo que sucede…
Si te acercas y escuchas, oirás el sonido de una campanita. Si buscas de donde proviene, notarás que proviene del caballo que no está ciego. El dueño se lo puso para que el otro caballo pueda seguirlo al escucharlo.

Ahora que estás viendo a los dos amigos, verás que el de la campanita siempre está pendiente que el caballo ciego lo escuche; para eso trota despacio y no se aleja mucho de él.

Cuando regresan de su paseo vespertino al corral, el de la campanita se detiene ocasionalmente y mira hacia atrás, asegurándose que su amigo ciego lo esté escuchando y lo pueda seguir.

Así, como el dueño de estos dos caballos, Dios no nos deja que caminemos solos, porque Él sabe que no estamos bien y nos podemos perder, o porque tenemos problemas para convertirnos.

Él siempre se preocupa y trae a otros a nuestras vidas, para que nos ayuden en nuestros problemas y necesidades.

Algunas veces somos el caballo ciego guiado por la campanita de aquel a quien Dios puso en nuestro camino.

Otras veces somos el caballo guía, ayudando a otros a encontrar el camino
...

Los buenos amigos son así quizá no puedas verlos, pero tú sabes que siempre están allí.

Por favor escucha mi campanita y yo escucharé la tuya
.


Y recuerda ser lo necesariamente amable – cada uno que tú conoces está peleando alguna forma de batalla.

Vive simplemente, ama generosamente, cuídate mucho y habla amorosamente...
el resto déjaselo a Dios.

LA AUTÉNTICA REALIZACIÓN NO TIENE QUE VER CON LA AUTOESTIMA


La verdadera felicidad no consiste en amarte a ti mismo, sino en saberte amado por Dios y responsable de dar ese amor a los demás.

Si cada día recuerdas que eres un hijo de Dios, que todo lo has recibido de Él y que tienes que entregar cuentas de eso que te ha dado, será suficiente para que hagas bien todas las cosas, pero sin dejar lugar alguno para el orgullo, pues sabrás que Dios es el protagonista de la obra y tú eres únicamente el encargado de ponerle la escenografía para que Él sea el que brille”.

Sabrás que: Él es el pintor y tú sólo el pincel, que Él es el escritor y tú sólo la pluma, que Él es el músico y tú eres sólo el violín, que Él es el escultor y tú sólo el cincel. Él es el que merece los aplausos
…” ¿o acaso has oído a alguien que le aplauda a un pincel, a un violín, a un cincel…?

Pienso que la vida es como un juego de pelota, en el que Dios nos lanza un balón para que se lo pasemos a los otros. El balón son los talentos que Él nos da, que pueden ser muchos o pocos y que realmente, para el objetivo del juego, que es pasar el balón a los demás interesa muy poco si el balón es bonito o feo, grande o pequeño, brillante u opaco. Lo importante es que lo pasemos.

Fomentar la autoestima es algo tan tonto como pensar que, en el juego, Dios me pasa el balón y yo, en lugar de pasárselo a los otros, lo cojo y lo escondo, lo agarro para mí, me lo llevo a mi cuarto, lo limpio, lo contemplo, lo admiro, lo acaricio, lo beso, le aplaudo, lo envuelvo y luego… salgo a presumir ante los otros, como algo mío, sintiéndome privilegiado y orgulloso "porque Dios me lo lanzó a mí".

¿Qué me dirán los otros? - ¡Ya lo sabemos, vimos que Dios te lo lanzó, pero no seas tonto y pásalo ya, que de eso se trata el juego! No echemos a perder el juego de Dios. Enseñemos a nuestros hijos a pasar el balón, casi sin verlo.

Ser instrumento de Dios es como convertirnos en una caña hueca o una manguera por donde pasará Su gracia a los que la necesitan. Los talentos o dones que recibimos de Dios, no son para nosotros, sino para dárselos al prójimo que los necesita.Prójimo es el que está más próximo a mi y me necesita.

¿Qué sucede cuando alguien se está hundiendo en un pantano? ¿Cómo se hace para sacarlo?


Pues tomas cualquier caña o rama que esté más a la mano, se la acercas y lo jalas. No creo que la persona que se está hundiendo te exija que la rama sea de una madera fina, porque para el caso eso no interesa... lo único que le debe interesar es ser salvado.

Nunca digas que no podrás salvar a nadie, porque el que lo hará no serás tú, sino Dios a través tuyo.... tú sólo déjate mover por Él. Tú serás quien acerca la caña y Dios quien jale. Tú serás el que se acerque al hermano en dificultades y Dios te pondrá las palabras necesarias para ayudarlo.

Dios nos pedirá cuentas por esos talentos o dones que nos dio, y que nunca usamos o los usamos para nuestro propio beneficio, olvidándonos de su verdadero destino.

¡Qué Dios y su Santísima Madre te bendigan!
José Miguel Pajares Clausen

¿ME QUERRÁ DIOS SI SOY...? ¿QUÉ DIFÍCIL PREGUNTA?



- Hermano José... ¿podría conversar con Ud. un momentito?
- ... ¿en qué te puedo servir?

Así fue como se inició una conversación, la cual la esperaba en cualquier momento, porque algo me decía que algún día alguien me la iba a hacer.

- Hermano, ¿cree Ud. que Dios me quiera si soy homosexual?... ¡porque lo soy
!

- Tú puedes ser lo que desees – le respondí - porque Dios te dio libre albedrío, pero igual que a todos, Él te pedirá que guardes sus Diez Mandamientos
”.

Y te diré más: La homosexualidad – en todas sus variaciones - no respeta profesiones u oficios. Los hay abogados, ingenieros, doctores, religiosos, etc., pero, el llevar su homosexualidad sin salirse del closet” (palabra de moda) es lo que agrada a Dios.

Igual sucede con los que no son homosexuales, tienen la oportunidad de pecar, pero el hacerlo o no hacerlo depende sólo de ellos.

¿Qué es la Castidad?: La Castidad es el correcto uso de la sexualidad
.

En los casados toma el nombre de Fidelidad; en los solteros/as toma el nombre de Abstinencia y en los religiosos con votos de castidad, curas, monjas, etc. (porque hay laicos comprometidos casados sin votos de castidad) toma el nombre de Celibato”.

En los tres casos expuestos, al fallar, están pecando contra el
Sexto Mandamiento”.

Dios sólo te pide que guardes sus Mandamientos. Dios no aborrece al pecador... sino al pecado. El no vino a morir en la cruz por los justos, sino por los pecadores.

A esta persona no la he vuelto a ver. Sé que sigue siendo homosexual, pero con una diferencia... ya sabe a que atenerse.

Nota: Te recuerdo que la Castidad no tiene nada que ver con la Virginidad, la cual - tal como la suponen muchos - se puede perder de diferentes maneras, incluso hay algunas personas que ignoran si son vírgenes o no. Esto sucede muchas veces por ignorancia; para mí, la Virginidad se lleva en el corazón... no en los genitales.